Márquez es de otra pasta
El líder del mundial gana una carrera repleta de contratiempos tras salir desde la última posición de la parrilla. Se jugará el título en Valencia con Nico Terol
Marc Márquez ha agotado los adjetivos. Solo tiene 17 años y se presume como un campeón de campeones. En Estoril ganó una carrera tras un error tremendo que pudo costarle el título. Pero su cabezonería le llevó desde la última posición de la parrilla de salida hasta la victoria, la décima de este 2010, tras once poles. Y aún no tiene el título. ¿La razón? Hay otros dos pilotos españoles que no le han puesto las cosas nada fáciles: Nico Terol y Pol Espargaró. El catalán perdió sus opciones de arrebatarle el título, ardua tarea donde las haya. Y aunque Nico Terol, a 17 puntos en la general, ganase la carrera en Valencia la semana que viene, el protegido de Emilio Alzamora tendría suficiente con terminar en la octava posición. Se convertiría en el segundo piloto más joven en ganar el título en la historia de 125cc, tras Loris Capirossi, que también lo logró con 17 años.
Márquez avisó tan pronto como pudo que no se daría por vencido fácilmente. A causa de la lluvia caída durante el fin de semana, tuvo que conformarse con salir desde la undécima posición de la parrilla mientras Terol, su principal rival, lo hacía desde la primera línea. En un abrir y cerrar de ojos ya era cuarto. Y unas curvas después ya estaba a rebufo de las dos motos del equipo Aspar, con Terol delante y Bradley Smith en segundo lugar. Entretanto, Espargaró, que salía decimosegundo, sucumbía ante una malísima salida, y tras un ligero toque con la moto de Sandro Cortese, que se fue al suelo en un accidente que terminó con cinco pilotos tirados por el asfalto. Aún así, logró colocarse en cuarta posición, aunque a más de ocho segundos de la cabeza.
Terol rodaba en primera posición, con Márquez a un suspiro y tratando de aguardar ahí, agazapado, hasta que se diera la mejor ocasión para adelantarle. Ocurrió que, además de un viento tremendo, empezaron a caer algunas gotas sobre el asfalto del trazado portugués. Y a falta de 16 vueltas para el final ondeó la bandera roja: la lluvia en algunas zonas del circuito obligaba a suspender la carrera. Todos volvieron a sus respectivos talleres, hicieron los cambios que creyeron oportunos en sus motos y esperaron a decidir la mejor elección de neumáticos. La prueba se retomaría a nueve vueltas y la parrilla se configuraría según el último paso por meta. Vuelta a empezar: primera línea para Terol, Márquez, Smith y Espargaró, por ese orden.
Ocurrió también que en la vuelta de formación, Márquez, que calzaba neumáticos lisos porque había parado de llover, prácticamente como casi todos los pilotos, trató de calentarlos con demasiada instensidad, cometió un error de principiante y se fue al suelo. Su taller era un manojo de nervios. Mientras el piloto regresaba desesperado hacia su box, sus mecánicos corrían por el pit lane con las piezas de la moto para cambiárselas en la parrilla. Si volvía al box y no salía con suficiente rapidez, no podría salir desde la primera línea, sino desde la última posición de la parrilla. Y así sucedió. Márquez regresó a su taller, sus mecánicos iniciaron el camino de vuelta con el carenado de su moto a cuestas. Y cuando se disponía a salir sin carenado siquiera por falta de tiempo, aunque ya con el manillar arreglado y todo en su sitio, pit lane cerrado. Bandera roja para el líder del mundial. Hubo hasta lágrimas en el garaje del equipo de Aki Ajo.
Pero Márquez es de otra pasta. Se colocó a la espera de que su semáforo se pusiera en verde. Dispuso su pequeña Derbi al final de los 15 compañeros que le precedían en parrilla. Y cuando se apagó el semáforo voló como una exhalación: se coló entre dos motos que tenía delante, se escoró a la izquierda, junto a la línea blanca, hizo un adelantamiento por fuera al tomar la primera curva, a derecha. Y cuando se quiso dar cuenta volvía a rodar en tercera posición, tras las dos Aprilia verdes del Aspar Team. Adelantó a Smith en cuanto quiso. Y aguardó, otra vez, agazapado tras Terol. Su equipo le marcaba que aquella segunda posición era suficiente. Se jugarían los dos el título en Valencia, porque Espargaró, que apostó a todo o nada y fue el único en calzar neumáticos de lluvia, fue perdiendo posiciones de manera progresiva. Pero Márquez no se conforma con ser segundo. Le metió la rueda al de Alcoy en la última vuelta. Y tras unos cuantos adelantamientos mutuos logró cruzar el primero la línea de meta. Su equipo estalló de júbilo. Y él terminó pidiéndoles perdón por el error "de principiante" en aquella vuelta de formación que puso ser fatídica. Ha quedado en anécdota. Márquez es de otra pasta.
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