"Mi corazón sangra, Países Bajos nobles, viendo cómo os deshonran los españoles"
El himno que cantará Holanda en la final del Mundial recuerda la rebelión de los Países Bajos contra el imperio español, un episodio histórico mitificado por el nacionalismo catalán
Momentos antes de comenzar la final del Mundial ante España, Robben, Sneijder y el resto de jugadores de Holanda formarán, mirarán al frente y proclamarán su lealtad al monarca español. Dice su himno, Het Wilhelmus (El Guillermo, en holandés), que la Oranje siempre ha sido fiel al rey de España. Pero cuidado con ellos, porque esa fidelidad se limita a la primera estrofa, la que se canta en los actos oficiales. Lo bueno viene luego, cuando el texto arremete contra la tiranía del imperio español: "Mi corazón sangra, oh Países Bajos nobles, viendo cómo os deshonran los españoles".
Seguramente muchos de los propios holandeses ignoren que ese voto a la monarquía española se remonta a finales del siglo XVI, cuando Flandes (los actuales Países Bajos y Bélgica) se rebeló contra la superpotencia de la época: la corona española. Era un combate desigual. Un minúsculo territorio dentro del vasto imperio se alzó contra el todopoderoso ejército de Felipe II. Fueron 80 años de combates. Hasta que se deshicieron definitivamente de su yugo en 1648. La nueva república holandesa despegó como emporio mundial y vivió su siglo de oro, el de Spinoza, Rembrandt y la hegemonía comercial que se extendió desde Indonesia a Brasil.
En las húmedas tierras de Flandes, David venció a Goliat, comparación a la que se alude en el himno. "Fue una revuelta que se convirtió en guerra de independencia, en una zona de Europa tan conflictiva como el actual Oriente Próximo, en la que España era la potencia dominante", señala Bernardo García, historiador y asesor de la Fundación Carlos de Amberes, que difunde los vínculos de España con los antiguos territorios de la Corona española en el Benelux. "Era un punto estratégico del continente en el que a España le interesaba mantener un destacamento militar", añade.
Queja contra el duque de Alba
Las causas de la rebelión neerlandesa son complejas. Se mezclan disputas religiosas, políticas y económicas de manera inextricable. Con todo, algunas de las claves del enfrentamiento están registradas en el propio himno, que nació como canción popular a finales del siglo XVI, en plena revuelta. En ella, el príncipe Guillermo de Orange-Nassau (1533-1584), llamado el Taciturno y líder de la revuelta, eleva ante el rey Felipe II una queja formal por los agravios infligidos al pueblo de Flandes por los funcionarios españoles. Sobre todo por el gobernador, el duque de Alba.
Los reproches contra la autoridad imperial van de "la falta de tolerancia con los protestantes a los excesivos impuestos y la violación de los privilegios de las ciudades, provincias, etc.", señala el historiador Maurits Ebben, profesor de la Universidad de Leiden. Ese sentimiento de agravio fue el que canalizó hábilmente Guillermo de Orange para unir las fuerzas de la nobleza rural, la burguesía mercantil, la iglesia y las clases populares contra el imperio.
Hábil propagandista
En esa lucha desempeñó un papel decisivo la destreza propagandística del príncipe. "Demonizó al duque de Alba y concentraron la crítica en su persona y en los militares españoles destacados en Flandes, a los que reflejó como opresores extranjeros para unificar a los habitantes de las 17 provincias en su lucha contra Felipe II", considera Ebben.
Y la verdad es que Alba les facilitó la tarea. Llegó en 1567 para pacificar un territorio envuelto en disputas religiosas pero maniobró con violencia. Sus decisiones militares fueron "destructivas y a veces atroces, incluso según las normas de la época", añade Ebben. Dictó edictos draconianos, condenas a prisión, torturas y sentencias de muerte. Fue, sobre todo, un estratega pésimo, subraya el historiador Ricardo García Cárcel, autor de La leyenda negra. Alba abandonó el cargo seis años después, con un Flandes que hervía camino a la independencia.
La construcción difamatoria contra el invasor español ya estaba en marcha. Y quizá el imperio se lo ganó a pulso. Por entonces, el nombre Furia Roja no aludía a la valentía futbolística sino al salvajismo de unas tropas enfurecidas por la falta de sueldo que saquearon Amberes, la ciudad más cosmopolita y boyante de Flandes, y masacraron a 7.000 ciudadanos. La población pronto se dio cuenta de que rendirse ante los soldados imperiales no evitaba el saqueo, así que las ciudades empezaron a resistir. Como Leiden en 1574. Desde entonces, las tropas españolas no consiguieron adentrarse nunca más en Holanda, la provincia dominante en los Países Bajos.
Ataque contra el emperador
En una década la revuelta se convirtió en rebelión. El enemigo ya no era el gobernador, sino el propio emperador. En 1580, Guillermo de Orange escribió su decisiva Apología, en la que acusó directamente al rey Felipe II de violar su soberanía sobre Flandes al haberse convertido en un tirano. El príncipe fue astuto porque consiguió "convertir su rivalidad contra el rey en una lucha de Flandes contra España", subraya el historiador Raymond Fagel, de la Universidad de Leiden. "En realidad comenzó como una guerra civil" en territorios de la Corona española, añade.
A la Apología le siguió inmediatamente la proclamación de independencia de Flandes, en 1581, que marca el nacimiento del Estado moderno de los Países Bajos. Fue el punto de partida del ascenso neerlandés "Hay un proceso de decadencia y concienciación colectiva en España de la insostenibilidad del mantenimiento de la monarquía española en los Países Bajos", añade Fernando García de Cortázar, autor de Breve historia de España. La firma del Tratado de Münster, en 1648, tras 80 años de enfrentamientos, no hizo más que confirmar una situación de hecho: que los Países Bajos eran un Estado soberano.
El siglo de oro holandés (1609-1713)
El auge neerlandés había comenzado medio siglo antes, con la Tregua de los doce años con España. El respiro en el campo de batalla propició que los Países Bajos crecieran hasta convertirse en una potencia comercial mundial. Dominaron las rutas de transporte mercantil en Europa y en un emporio que se extendía desde Indonesia hasta Brasil. A ello se sumó el empuje de un nuevo poderío financiero y el crecimiento demográfico. La nueva república (una anomalía en una Europa de monarquías) vivió un siglo de riqueza fabulosa y florecimiento cultural (la filosofía de Spinoza, el pensamiento político de Grotius, la pintura de Rembrandt y la astronomía de Huygens...). Aunque ensombrecidos por las violentas luchas religiosas y el asesinato de los hermanos De Witt, entre otros episodios.
La rebelión contra el imperio fue un capítulo decisivo para la historia holandesa, y sigue presente en la memoria colectiva del país. "Especialmente para los holandeses, la Guerra de Flandes ha sido la Guerra de Independencia del país, el nacimiento del estado precursor del actual y orígen de una nación nueva", explica Ebben. "Al menos, esta es la interpretación común y popular". Y el astuto Guillermo, leal a Carlos V y pesadilla de Felipe II, es considerado el prócer fundacional: "Para la mayoría de los neerlandeses, es el padre de la patria", concluye Ebben. Estratégicamente ubicada entre Francia, Inglaterra y Alemania, la pérdida de los Países Bajos supuso un punto de inflexión. Algunos historiadores lo llaman "el Vietnam español". "El final del sueño del imperio europeo", señala el historiador Fernando García de Cortázar.
En cualquier caso, en el partido de la final del Mundial entre España y Holanda, las fuerzas no están tan desequilibradas como en el siglo XVI pero según todas las apuestas La Roja sigue siendo la potencia futbolística dominante. "Va a ser muy difícil para nosotros, ya que el juego de España en el partido con Alemania fue impresionante", concede el historiador Ebben. "Sin embargo, nunca se sabe: un poco de buena fortuna puede ayudar a alcanzar lo imposible. Es como en la Guerra de Flandes, un pequeño país puede hacer grandes cosas". Veremos.
Instrumento de difamación
En el origen de la leyenda negra de España está el texto Apología, de Guillermo de Orange. Escrito como una acusación abierta contra la tiranía de Felipe II en Flandes, con el tiempo se convirtió en un ingrediente fundamental contra la imagen del imperio español. España era la potencia hegemónica en el continente en el siglo XVI y sus rivales difundieron la apariencia de la potencia ibérica como un Estado voraz y retrógrado, dominado por el fanatismo católico y con un ejército salvaje. Es lo que luego se llamaría la leyenda negra de España, algo así como una campaña de difamación a gran escala. Los países competidores exageraban la brutalidad de la corona española. La leyenda negra tiene muchos episodios, como la conquista de América y la Inquisición, y uno de los principales es el de la guerra de Flandes.
"Es una cuestión parecida al antiamericanismo contra Estados Unidos durante las guerras de Vietnam e Irak", señala el historiador Bernardo García. Se construye una imagen de la superpotencia militarizada, intolerante y opresora que emplea su ejército para imponer su dominio económico. "El problema de España en el siglo XVI es lo que le sucede a cualquier potencia que genera competidores y víctimas", añade García Cárcel. "Al estudiar el antiamericanismo, muchos especialistas estadounidenses toman a España como referente", añade.
Esa imagen negra del imperio español está siendo revisada por diversos historiadores, según el historiador García Cárcel. Con todo, al duque de Alba se le sigue representando en la cultura popular de los Países Bajos como un personaje cruel y sediento de sangre.
Sueño del nacionalismo catalán
La rebelión de Flandes contra el poder opresor español ha sido mitificado por algunos nacionalismos, como el catalán, según advierte el historiador García Cárcel, profesor de historia moderna en la Universidad Autónoma de Barcelona. "Gracias al fútbol, y sobre todo a la figura de Johan Cruyff, Holanda ha sido para Cataluña uno de sus sueños", considera el autor de Leyenda negra. "En el calidoscopio de referentes que es el nacionalismo, y que van desde la independencia de los países bálticos a la de Portugal en 1640, ocupa un lugar especial el del Holanda", señala del historiador. "Holanda ha sido la representación de un país pequeño con una burguesía capaz de construir una nación y un imperio comercial que va desde las Indias orientales a las occidentales e incluso rivaliza con Portugal".
El himno holandés, 'Het Wilhelmus'
El himno holandés, Het Wilhelmus, data de finales del siglo XVI pero solo es oficial desde 1932. Consta de 15 estrofas pero en los actos oficiales solo se cantan la primera y la sexta. Los contenidos más reivindicativos hacia el imperio de Felipe II, sin embargo, se encuentran en estrofas como la décima.
Primera estrofa
Wilhelmus van Nassouwe
ben ik, van Duitsen bloed,
den vaderland getrouwe
blijf ik tot in den dood.
Een Prinse van Oranje
ben ik, vrij, onverveerd,
den Koning van Hispanje
heb ik altijd geëerd.
(Guillermo de Nassau
Soy, de sangre alemana,
Leal a la patria
Seguiré hasta que muera.
Príncipe de Orange soy,
Libre y valiente
Al rey de España
Siempre he honrado)
Sexta estrofa
Mijn schild ende betrouwen
zijt Gij, o God mijn Heer,
op U zo wil ik bouwen,
Verlaat mij nimmermeer.
Dat ik doch vroom mag blijven,
uw dienaar t'aller stond,
de tirannie verdrijven
die mij mijn hart doorwondt.
(Mi escudo y confianza eres tú
Dios mi señor
Eres tú en quien confío
Nunca más me abandones
Dame fuerzas para ser valiente
Tu servidor para siempre
Y pueda derrotar a la tiranía
Que me parte el corazón)
Décima estrofa
Niets doet mij meer erbarmen
in mijne wederspoed
dan dat men ziet verarmen
des Konings landen goed.
Dat u de Spanjaards krenken,
o edel Neerland zoet,
als ik daaraan gedenke,
mijn edel hart dat bloedt
(Nada me apena más
En mi adversidad
Que ver cómo se empobrecen
Estas buenas tierras del rey.
Que te deshonren los españoles,
Oh Países Bajos nobles,
Cuando lo pienso,
Mi corazón sangra)
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.