_
_
_
_

Francia cierra el círculo

Los 'Bleus' juegan hoy el que puede ser su último partido del Mundial contra Sudáfrica, el mismo equipo contra el que debutaron en Francia 1998

Cuánto han cambiado las cosas para Francia desde la última vez que se enfrentó a Sudáfrica en competición oficial. Fue un 12 de junio en Marsella, en el primer partido que jugó en su Mundial de 1998, que acabaron ganando y que se convirtió en lo que ahora, tras la desintegración que está sufriendo la selección, ya se define como un "espejismo sociológico". De repente, esa Francia sumida durante más de medio siglo en problemas de integración con los inmigrantes procedentes de la descolonización, era más tricolor que nunca. El 12 de julio, cuando Deschamps levantó la Copa en un Stade de France enloquecido, nació el movimiento Black-Blanc-Beur (Negro, blanco, magrebí). En todos los rincones del país se celebró aquel Mundial como el símbolo del éxito de una nación que, a través de su éxito en el fútbol, comenzaba a aceptar su multiculturalidad.

Ahora se vive la caída de aquel modelo con la misma intensidad. Todo el país, desde las cafeterías hasta el propio presidente francés, Nicolas Sarkozy, asiste con preocupación al fin de un ciclo, el del discípulo de Aimé Jacquet (el técnico que logró el Mundial), Raymond Domenech. Entre amenazas de huelga de los jugadores y ante la mirada morbosa del resto del mundo, Francia cierra hoy un círculo que comenzó hace 12 años ante los Bafana, Bafana y en el que ha habido sitio para cuatro entrenadores, varias generaciones de jugadores, dos títulos internacionales y algún fracaso sonado. Éste es también el viaje de Thierry Henry, que debutó con su selección un 11 de octubre de 1997, con apenas 20 años, frente a Sudáfrica. Otro ciclo que, quizá, también se cierre hoy; el del único superviviente de aquel equipo de 1998.

Mundial de Francia de 1998. Nadie esperaba a Francia entre los finalistas, pero Aimé Jacquet, al que la prensa deportiva francesa no consideraba apto para el puesto, consiguió armar un equipo bien engrasado, de defensa sólida y con un potente cerebro en el centro del campo: Deschamps, líder dentro y fuera del terreno de juego. Aquel Mundial dejó momentos que han pasado a formar parte de la memoria colectiva de un país, como aquellos dos goles del lateral derecho Thuram, que nunca había conseguido anotar con la selección. Eligió el mejor día para hacerlo, el de la semifinal contra la revelación del torneo, Croacia. El equipo ganó 2-0 y en todos los rincones del país se cantó por primera vez el "Thuram, président" (Thuram, presidente) que le acompañaría durante toda su carrera. La suerte sonrió a aquel equipo de Barthez, Lizarazu, Petit, Djorkaeff, Karembeu... que acabó el Mundial venciendo al Brasil de Ronaldo y Rivaldo por tres tantos a cero. Antes habían tenido que sortear momentos muy complicados como ganar a Paraguay en la prórroga de los octavos o llegar a la tanda de penaltis contra Italia en cuartos. En la final, un Zidane que no había conseguido brillar como se esperaba durante el campeonato, y que tuvo que cumplir dos partidos de suspensión por una expulsión, se coronó con dos goles de cabeza. "Zizou es mágico", acabó resumiendo su compañero Dugarry.

Eurocopa de Holanda-Bélgica de 2000. La misma noche en la que Francia consiguió por primera vez una Copa del Mundo, su técnico, Aimé Jacquet, anunció que abandonaba su cargo. Aceptó el puesto de director técnico del fútbol francés hasta su retirada en 2006 y dejó paso a un nuevo entrenador, Roger Lemerre, que repitió éxito y confirmó la dinámica ganadora de un equipo que vivía su época dorada. El gol de oro de Trezeget a Italia dio a los franceses su segundo título europeo, que no conseguían desde 1984. Aquella Francia, que se convirtió en el modelo a seguir, presentó como novedad una mezcla proporcionada de veteranía y juventud, con un Zidane de 27 años como tránsito entre la quinta de Blanc (34 años por entonces) y Henry (22). Aquellas tres generaciones de futbolistas fueron capaces de coordinarse para darle al fútbol francés una fuerza que llevaba décadas sin encontrar.

Mundial de Corea y Japón de 2002. Si la llegada de la generación del prometedor Henry aseguraba una transición poco traumática del fútbol francés, la jubilación de Deschamps y Blanc tras la Eurocopa de 2000 dejó un hueco en el cerebro del equipo difícil de cubrir. Francia llegó al Mundial de Corea tras vencer la Copa Confederaciones de 2001 y se marchó siendo la primera campeona del Mundo, tras Brasil en 1966, a la que mandaban a casa en la primera fase. Con el agravante de no haber sido capaz de marcar ningún gol en tres partidos que dejaron al descubierto las vergüenzas de una selección que con Blanc y Deschamps había perdido algo más que dos buenos futbolistas. Los veteranos no encontraron sucesión en la generación de Vieira, Henry o Trezeguet, que llegaban como estrellas de sus ligas pero que no fueron capaces de liderar. Aquella selección de Lemerre hizo aguas también en el centro del campo, donde Zidane apenas encontró apoyo creativo. Francia tuvo que volverse con la cabeza baja y con algunas de sus estrellas desacreditadas, como el joven Vieira, que había representado las esperanzas del equipo.

Eurocopa de Portugal de 2004. El fracaso de 2002 se cobró la cabeza del técnico, Gerard Houllier, y Francia se presentó en Portugal a defender su honor y su título de 2000 con Jacques Santini al frente. Pero el nuevo seleccionador se encontró con los mismos problemas que Houllier había tenido en Corea: un equipo que buscaba desesperadamente a un líder que no aparecía por ninguna parte. Con las bajas de Djorkaeff y Leboeuf, que dejaron la selección tras Corea, y Petit en la recta final de su carrera, el hueco de Deschamps seguía siendo demasiado profundo para que nadie se atreviera a asumir responsabilidades. El capitán, Desailly, que estaba llamado a sustituir a su predecesor, decepcionó por su egoísmo en el vestuario y los veteranos Lizarazu, de 34 años, y Barthez, de 33, no pudieron reconducir a un vestuario desorientado. Francia cayó en cuartos de final contra Grecia, que acabó ganando el campeonato, viviendo todavía de los recuerdos de la época dorada. El que estaba llamado a ser el torneo de Henry, que llegaba como la gran estrella de la temporada, acabó de nuevo en decepción.

Mundial de Alemania de 2006. Comienza la era de Raymond Domenech, el técnico que más encuentros ha dirigido a la selección (78). Discípulo de Jacquet, con quien coincidió en Lyon como jugador, y procedente de las categorías inferiores de la selección, consiguió clasificar a una Francia titubeante para el Mundial. Esta vez los Bleus sí que llegaron a la competición con un líder claro, Zinedine Zidane, que ya había anunciado su retirada tras el torneo. Fue su Mundial, para lo bueno y para lo malo, y junto a él Francia revivió los mejores momentos de 1998. La nación recuperó su orgullo cuando derrotó a una España que había anunciado que "iba a jubilar" a su astro y se desató la euforia tras aquel gol de Henry a Brasil, a pase del omnipresente Zidane. Ni el cabezazo de la final sobre el italiano Materazzi le fue reprochado por una opinión pública que nunca se identificó con su técnico, al que el diario Le Monde calificaba esta semana como "un animal político". La eliminación prematura en la Eurocopa de 2008, además de la clasificación a trompicones, y con la ayuda de la mano de Henry, para Sudáfrica, agravaron la mala prensa de un técnico que siempre estuvo cuestionado. Salvo sorpresa mayúscula, el de hoy será su último encuentro al frente de la selección. Mañana comienza la era Blanc con un objetivo claro en el horizonte: la Eurocopa que organizará Francia en 2016.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_