Presidente Rosell, candidato Laporta
Desde que Laporta ejerce de candidato, Rosell actúa como si ya fuera el presidente o, al menos, se le trata igual que si acabara de ganar las elecciones. Así se explica su discurso institucional, la facilidad para publicitar las adhesiones a su proyecto y la complicidad para no tener que dar explicaciones de nada. Rosell vive de las rentas de cuando Laporta presidía el Barça.
La obra de gobierno de Laporta ha sido el mejor caldo de cultivo para la candidatura de Rosell. El presidente fomentó la rivalidad de sus vicepresidentes, no supo organizar su sucesión y fue cambiando de compañero de viaje con tal de que no ganara ninguno de los que le habían abandonado. No le salió bien la apuesta por Xavier Sala i Martín y desde entonces las demás opciones han sido un rosario de calamidades.
Nada nuevo, por otra parte, puesto que Laporta siempre salió mal parado de los sitios en los que alcanzó el liderato, como en el colegio o en la mili, protegido al inicio por sus amigos y al final abandonado a su suerte. Rosell no solo ha sido perseverante en reunir las firmas de muchos de los que se han sentido decepcionados por las crisis provocadas por el propio Laporta, sino que ha fomentado la oposición al presidente.
A cambio de funcionar como una gota malaya contra la directiva, Rosell no ha podido participar de los éxitos de un equipo edificado a partir de Ronaldinho, y de ahí que muchos socios entiendan que le corresponde la gloria más que a cualquier candidato. Así que Rosell sería presidente si los comicios se celebraran mañana.
Ahora, llegadas las elecciones, los papeles se han intercambiado, y es Laporta el que intenta derribar a Rosell, circunstancia que confirmaría la condición de número uno que siempre han tenido ambos y, por extensión, su incompatibilidad para compartir escenario. La incógnita está en saber si Laporta conseguirá que Rosell tenga que hacer campaña electoral para defender su condición de favorito con el riesgo de convertirse en un candidato vulnerable.
La mayoría de los procesos electorales se han decidido en la última semana y nunca ganó el favorito. Núñez le pudo a Ariño en 1978 por el apoyo de Casaus en las urnas y, desde el campo, de Rexach. Gaspart se alió con Castells para desbancar a Lluís Bassat en 2000. Y el propio Bassat perdió con Laporta en 2003 cuando se supo que el círculo virtuoso se llamaba Beckham.
Rosell, por tanto, no está exento del riesgo que supone una campaña electoral en las circunstancias actuales, cuando no hay álbum de cromos por vender ni mejor entrenador que Guardiola. Más que el ganador, a Laporta le interesa que pierda Rosell y las aspiraciones de Rosell se explican por contraposición a las de Laporta. El problema para el actual presidente es que no todos sus partidarios votarán al mismo candidato, sino que repartirán sus votos.
Hoy podría decirse que las opciones están más o menos claras: Ferrer garantiza que todo siga como hasta ahora, como si estuviera Laporta; Ingla apuesta por que las cosas vuelvan a ser como antes, cuando Laporta era el candidato ideal y no un expresidente que busca sucesor; Rosell asegura un gobierno que no tenga nada que ver con Laporta, y Benedito anuncia que se trata de sustituir al mismo tiempo a Laporta y a Rosell, como si se impusiera un cambio radical en la gestión frente a la actitud lampedusiana de sus rivales.
Al final se supone que ganará el aspirante que tenga más credibilidad. De momento, en cualquier caso, Benedito está más cerca en cuanto a apoyos de Ingla y Ferrer que ambos de Rosell, situación que puede favorecer el tres contra uno o el dos contra uno mientras el cuarto va por su cuenta. A todos, salvo a Rosell, les interesa movilizar al socio, ganar a los indecisos, mover el árbol en el que se cobija el favorito.
La recogida de firmas ha sido muy expresiva en tal sentido: el 80% de los socios no se han significado y se han obtenido menos adhesiones que en 2003 a pesar de que había un 25% menos de electores. Rosell ha reunido más firmas que todos sus adversarios y por tanto las cosas ya le van bien como están: solo le preocupa fidelizar votos. No es casualidad que Núñez esté de parte de Rosell, siempre pegado a un bolígrafo, para firmar o para que le firmen.
Rosell ya no necesita opositar, sino gobernar, y de ahí que tenga que admitir que los demás candidatos traten de que comparezca a diario para explicar un programa que, de momento, es tan vago como el de la mayoría. Acusaciones personales al margen, la precampaña se ha parecido a una temporada de rebajas por la sucesión de ofertas con juego sucio. No ha habido más debate que discutir sobre la obra ya realizada: sí o no a Oliver, sí o no a Txiki, sí o no a Foster. Poco para un reto tan fascinante como el de presidir un Barça tan bueno que el Madrid no cesa en la búsqueda de un antídoto.
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