Ruth Beitia ya no tiembla

Ruth Beitia es una chica de rutinas. Lleva en el atletismo desde niña y con el mismo entrenador, Ramón Torralbo, desde los 11 años. Nunca ha pensado en cambiar su Santander natal por una ciudad con mejores instalaciones. Y, aunque ha tonteado con las pruebas combinadas para airearse, romper la monotonía de los entrenamientos y mantener alto el espíritu, lo suyo es el salto de altura.

Las medallas en la temporada de pista cubierta empiezan a formar también parte de la rutina de la cántabra. La plata de ayer en Doha (con un salto de 1,98m), donde sólo la superó la croata Vlasic (2,00m), una de esas estrellas fulgurantes que sí están ahí y la única que franqueó los dos metros, es la quinta de su carrera, la quinta bajo techo y su mejor resultado internacional. "Es mi mayor éxito", dijo Beitia tras celebrar con saltitos infantiles, abrazos a amigos y rivales, vuelta de honor y emoción total, su primera plata mundial (fue bronce hace cuatro años en Moscú y tiene otras dos platas y un bronce europeos, todos en pista cubierta) en el tartán qatarí. Sobre el papel, es verdad. Pero también lo es que allí no estaba la alemana Friedrich, la única que parece amenazar el longevo reinado de Vlasic y que se ha quedado en casa por una lesión de rodilla. Y también es verdad que la española se volvió a frenar en los dos metros, distancia que ha superado ya esta temporada y que parecen haberse convertido en un muro mental infranqueable en las grandes ocasiones.

Pero, además de la medalla, hay otras notas para el optimismo. La primera habla de madurez. Beitia, a la que los fallos suelen poner como un flan, superó los 1,98m que le dieron la medalla a la primera cuando había necesitado un intento más en los dos listones anteriores (1,94m y 1,96m). Y eso en un concurso que ella misma ha calificado de "raro" por la premura (apenas un par de días de aclimatación tras un largo viaje desde España) y por el cansancio mental (no ha habido día de descanso entre la calificación y la final). Tal vez tenga algo que ver en esa gestión de la presión el que la cántabra hace tiempo que no se pierde una competición. Ni en verano ni en invierno. Y, con 30 años cumplidos, dos Juegos Olímpicos y una decena de Mundiales en la mochila, ya no es ninguna novata.

Hay más lecciones positivas. Dicen los que vieron el concurso de Beitia (ninguna televisión lo ofreció, así que hubo que seguirlo por Internet) que la saltadora entra ahora mucho más rápido, bate más fuerte y arquea mejor la espalda que hace unos meses. Que está más fuerte y es más técnica.

La medalla le dará más moral para afrontar el que sigue siendo su gran reto: igualar sus mejores marcas en una gran competición y con todas las grandes en la pista. Beitia ha saltado 2,02m al aire libre y 2,01m en pista cubierta, marcas que huelen a medalla, pero sólo pudo ser séptima en los Juegos de Pekín 2008, y quinta en los Mundiales de Berlín del año pasado. Tal vez los Europeos de Barcelona de este verano sean la gran oportunidad.

Beitia ya tiene su medalla, la primera de España en estos Mundiales, después de que Diego Ruiz acabara último en la final de 1.500m, completamente descolgado. Hoy es el turno de los grandes favoritos en sus pruebas. De Natalia Rodríguez, más fuerte que nunca en el 1.500 y con ganas de revancha tras ser descalificada en los Mundiales de Berlín y vetada en alguna que otra prueba veraniega, y de Sergio Sánchez, plusmarquista europeo, en el 3.000. Y quién sabe si Luis Alberto Marco en 800m. El sevillano, con sólo 23 años, controló ayer de forma impecable su semifinal (1m 51,05s), que pareció casi la carrera del caracol comparada con la otra, en la que se quedó David Bustos con mucho mejor tiempo (1m 47,05s) y su mejor marca personal.