El Ferrari de Alonso es blanco
El equilibrio de egos será clave para el funcionamiento de dos marcas únicas
Hay pocos deportes que tengan tanta facilidad para repensarse y si hace falta reinventarse como la fórmula 1. Las audiencias exigían un cambio después del monólogo de la temporada pasada protagonizado por el Brawn de Jenson Button y la respuesta del circo ha sido tan inapelable que incluso ha agitado la militancia activa. Fernando Alonso se ha pasado a Ferrari, Michael Schumacher regresa al volante de Mercedes, Button formará pareja con Lewis Hamilton en McLaren y Sebastian Vettel acelera como alternativa con Red Bull. La parrilla abona no sólo el duelo de las dos viejas marcas, sino también el gas sentimental, hasta el punto de que en determinados foros se preguntan sobre la fidelidad. El proceso de hooliganización del deporte conduce a preguntarse si el aficionado es esclavo irracional de un piloto o de una marca y hasta qué punto hay situaciones que son inasumibles. A juzgar por algunos comportamientos, a veces da la sensación de que la Fórmula 1 en nuestro país se divide entre los alonsistas y los antialonsistas.
A algunos aficionados les cuesta reconocer a Alonso desde que se ha puesto al volante de un Ferrari. No le perdonan los tiempos en que acusaba a la Scuderia de tramposa y aspiraba a seguir la trazada de Ayrton Senna como tricampeón con McLaren al tiempo que provocaba la retirada de Schumacher. El asturiano era el enemigo número uno de Ferrari. Hoy, en cambio, es su líder, y los seguidores del español han cambiado sin rubor las bufandas amarillas y azules de Renault y las plateadas de McLaren por las rojas de Maranello. El sentir de los ferraristas queda expresado en la doble ruta que se cruza en la ciudad italiana: a un lado está el museo con los campeones y al otro el monumento a Gilles Villeneuve, al que le bastaron seis victorias y una carrera memorable con René Arnoux en Dijon para convertirse en un héroe antes de morir en Zolder. Asumen también a Alonso, entusiasmados o recelosos, con el sentido del deber y la esperanza de recuperar la corona.
"La cosa pinta colosal", tercia Emilio Botín, presidente del Santander: "Tenemos al mejor piloto en el mejor equipo con el mejor banco". La alianza Alonso-Ferrari responde a un matrimonio de conveniencia. Ambos se necesitan en un momento de máxima expectación. El éxito de la empresa dependerá precisamente de su cohesión y del equilibrio de los egos que ambas partes representan en el motor. Por separado, son los referentes. La duda está en saber si congeniarán en carrera tanto como en los entrenamientos. La obra corresponde a Ferrari y el papel de personaje principal está reservado a Alonso. La declaración de intenciones del piloto ha sido inequívoca: "El F10 es el mejor coche que he tenido". La mejor manera de respetar a una institución emblemática que, por su parte, ha puesto a disposición del asturiano todo su potencial, sin reservas, como corresponde a un doble campeón, a un número 1.
A diferencia de Schumacher en su día, Alonso habla ya italiano y respeta la infraestructura del equipo porque sólo dejó de ser competitivo la temporada pasada después de que Kimi Raikkonen ganara hace tres años el título. La clave está en sacar su máximo rendimiento, y nadie sabe escuchar mejor al coche que Alonso. La mala trayectoria por McLaren puede ayudarle a medir mejor sus pasos por el paddock y convertirse definitivamente en un piloto de marca, de club, de Ferrari. La digestión será más importante que el fast food. Al fin y al cabo, la fórmula 1 ya no será sólo una competición de velocidad pura como en 2009, cuando se tenía que ser el más rápido en carrera, en el cambio de neumáticos, en repostar, en llegar a la meta. No habrá posibilidad de parar para poner gasolina y el comportamiento y cuidado de las gomas será tan importante como los difusores o los alerones y el reparto de pesos. Habrá que mirar muchas cosas, también la nueva puntuación, y ser tan buen conductor como piloto.
Terreno abonado para Alonso porque, siendo el más listo y pasional, es también el más completo para las carreras que exigen fiabilidad y constancia, virtudes que por la misma regla de tres pueden favorecer a Button ante Hamilton ?los McLaren se presentan como los favoritos para la pole-position con Vettel como abanderado de los que no soportan el duelo Ferrari-McLaren y les encanta la estética de los Red Bull. A la espera de sorpresas de última hora, la competitividad que se anuncia abona más que nunca la candidatura de Alonso y Ferrari: la modernidad y la tradición.
¿Cómo será su Ferrari, rojo, amarillo o negro?, le preguntaron a Alonso. "Blanco", replicó. Personal e intransferible Alonso.
A Roberto Rosselini, cuando le preguntaron de qué color quería su Ferrari personalizado, respondió: "Marfil porque es el color de los ojos de Ingrid Bergman".
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