El Atlético es una vergüenza
El Chelsea, dirigido por un magistral Lampard, barre al conjunto de Abel
Un Atlético sin alma ni sustancia se fue por enésima vez con el orgullo entre las piernas tras un prodigioso ejercicio de autodestrucción en Stamford Bridge. Que estuviera la marabunta del Chelsea delante no esconde la cruda realidad que azota a la escuadra del Manzanares: los peores enemigos del conjunto rojiblanco son sus propios jugadores . Ni Freud, el inventor del psicoanálisis, sería capaz de explicar los males que azotan a un plantel que pierde los partidos antes de jugarlos por mucho empeño que ponga en la tarea su todavía técnico Abel Resino. La falta de contundencia de la defensa, más tierna que el día de la madre, provoca situaciones surrealistas, como las que protagonizó Juanito en Pamplona y repitió con creces Perea. Negado donde los haya, y más en un club repleto de incompetentes, el colombiano, que cerró su actuación con un gol en propia puerta, hipotecó a un equipo al que sólo un milagro metería en los octavos de final. No parece que ése sea el problema que más apremia a Abel, cada vez más cerca de la tumba y al que ni siquiera una victoria el sábado contra el Mallorca garantizaría el porvenir.
Chelsea 4 - Atlético de Madrid 0
Chelsea: Cech, Belletti, Ivanovic, Terry, Ashley Cole (Malouda, m.74), Essien, Ballack, Lampard, Kalou (Zhirkov, m.72), Deco, Anelka (Sturridge, m.77).
Atlético de Madrid: Asenjo, Ujfalusi, Perea, Álvaro Domínguez, Antonio López, Cléber Santana (Maxi, m.65), Raúl García, Paulo Assuncao (Jurado, m.53), Forlán, Simao (Reyes, m.76), Agüero.
Goles: 1-0, Salomon Kalou, m.40, 2-0, m.51; 3-0, Frank Lampard, m.69. 4-0: m. 92, Perea en propia meta
Árbitro: Florian Meyer (Alemania). Sacó tarjeta amarilla a Raúl García y Domínguez, del Atlético de Madrid y a Belletti, del Chelsea.
Incidencias: Partido correspondiente a la tercera jornada de la fase de grupos de la Liga de Campeones, del grupo D, disputado en el estadio londinense Stamford Bridge ante un público de 39.997 espectadores.
La defensa rojiblanca, más tierna que el día de la madre, provoca situaciones surrealistas
Con el despido a punto de caramelo, Abel optó por un trío en la medular, con Jurado, su único fantasista, castigado a galeras y Cléber, Assunção y Raúl García de estajanovistas, para dar más empaque al equipo. Con ese remiendo de urgencia, más un chaval, Domínguez, cumpliendo dignamente en el centro de la defensa pese a tener de pareja a Perea, pareció que el preparador manchego había encontrado la piedra filosofal. Para nada. El plan le aguantó 41 minutos, el tiempo que tardó el Chelsea en abrir la lata. Ausente Drogba por sanción, Kalou despilfarró un saco de asistencias hasta que, por fin, tras un delicioso pase al hueco de Lampard a Ashley Cole, estampó en la red el pase de la muerte del lateral blue.
Ahí se terminó el duelo, por más que al cuadro de Carlo Ancelotti le quedaran otros chicharros en la recámara. El siguiente llegó nada más arrancar el segundo tiempo, cuando Kalou, tras un saque de esquina, cabeceó un centro que ni pintado al segundo palo. No podía ser de otra forma cubriéndole Antonio López. Pese a alargar la agonía del Atlético perdonando un gol cantado a puerta vacía, el marfileño se dio un atracón como pudo hacerlo Anelka. El matador francés, que en su momento tuvo la cabeza tan llena de jilgueros como los jugadores de Abel, se topó con los reflejos de Asenjo, uno de los escasos valores de la plantilla madrileña que salvó el pellejo. Justo al revés que Agüero. Irreconocible, el Kun no es ni la sombra del que fue. Los mimos que le prodigan los mandamases del club siguen sin dar el resultado esperado: el argentino no da una a derechas mientras a Forlán le retrasan a la mediapunta, lejos de su querida área, para intentar fabricar ocasiones. Un despropósito que el bota de oro es el primero que no comprende. A la espera de una explicación racional, se desquita rematando de todas las maneras desde... su casa.
La vida es más plácida en el Chelsea, un grupo sin fisuras al que Ancelotti ha impregnado su gusto -le ayuda notablemente Lampard, que firmó el tercer tanto con un disparo imposible, rasito y pegado al palo- por un fútbol más plástico y sentido, menos visceral que el que intentó el Atlético.
Los resultados saltan a la vista. Una victoria en diez partidos lo dice todo. Descartado casi el pase a los octavos de la Champions, que pasaría por el triunfo en los tres encuentros que le restan, ni siquiera el tercer puesto, que consuela a los más conformistas con una plaza en la Liga Europa, tiene seguro el Atlético. Sonará a broma, pero el Apoel de Nicosia, un comparsa de la intrascendente Liga chipriota, todavía tiene mucho que decir.
Una tunda que, tarde o temprano, tendrá consecuencias en el banquillo y los despachos. Un nuevo rico, el Chelsea, se llevó un botín escaso visto el derroche de juego desplegado. Tampoco hacía falta mucho considerando la vergüenza que es el Atlético. Un grande venido a menos que malvive del pasado deshonrando la memoria de una institución que no hace tanto cuestionó la realeza del Madrid y del Barça. Caiga Abel antes o después, los verdaderos responsables del caminar errante se ríen las gracias en los despachos.
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