Nadal se corona en Roma

Novak Djokovic reventó su raqueta contra el suelo. Más que un gesto de rabia, fue la imagen de su frustración. Rafael Nadal le ha ganado el torneo de Roma (7-6 [2], 6-2) jugando un tenis serio, muy formal, podría decirse, pero con un punto de burocrático, de gestión del esfuerzo pensando en citas futuras. El número uno del mundo tuvo lagunas impropias de su fama: desaprovechó un punto de set al resto para ganar la primera manga (5-3). Por dos veces sacó para apuntarse ese set, y en las dos ocasiones vio cómo el serbio le rompía el servicio. Al contrario que la abrumadora mayoría de los mejores tenistas del mundo, que no acudieron al torneo Godó, Nadal lleva tres semanas seguidas jugando. En las tres, con la maleta dando tumbos entre Montecarlo, Barcelona y Roma, el español siempre ha acabado reinando. Nunca, sin embargo, ha ofrecido su mejor versión. A un suspiro del master de Madrid y justo antes de Roland Garros, que arranca el 24 de mayo, el número uno del mundo intenta dosificar esfuerzos mientras sigue engordando sus estadísticas. Ya ha ganado cuatro veces en Roma. Nadie lo había conseguido antes.

Djokovic, como hace dos semanas en la final de Montecarlo, volvió a demostrar que es el rival más peligroso que tiene Nadal sobre tierra batida. Eso, al mismo tiempo, es el mejor reflejo del incontestable dominio que ejerce el español sobre arcilla. Djokovic nunca ha ganado a Nadal sobre ésa superficie. Ha perdido contra él sus últimos cuatro partidos, disputados sobre cemento (uno) y arcilla (tres), además de trece de los 17 que les han enfrentado. No es sólo una tendencia estadística. Es una losa que pesa sobre la cabeza del serbio cada vez que comienza un nuevo partido.

Nadal, de más a menos durante el encuentro, está sobrado de recursos. Mandó desde el fondo de la pista, donde vivió cómodo, como siempre. Abrió la pista a lo ancho con derechas y reveses cruzados, haciendo el campo grandísimo para Djokovic. Y en los momentos de verdadera exigencia, definió jugando de atrás a adelante, como los grandes: arrasando todo el frente de ataque desde la línea de fondo para luego ir dando un paso tras otro, siempre hacia el frente, con el objetivo de cerrar los ángulos al rival y definir el punto en la red. Luego, bajó el pistón, intentó gestionar la ventaja lograda al romper el saque de Djokovic en el primer juego del partido, y progresivamente se fue metiendo en un lío.

El serbio, número cuatro, tiene aptitudes innegables para triunfar sobre arcilla. Es muy consistente desde el fondo, pega duro, y ha descubierto en la mezcla de alturas una vía por la que atacar al número uno: sus molestos cambios de ritmo y bote impiden que Nadal encuentre un ritmo cómodo de golpeo. Djokovic, sin embargo, sigue abusando de las dejadas -intentó seis, algunas en puntos clave, y sólo ganó una-, y tiene un problema crónico de fondo físico. Eso puede solucionarlo trabajando con su nuevo ayudante, Gebhard Phil-Gritsch, el preparador físico de Thomas Muster. Lo otro, imponerse a Nadal, ya es más difícil. El español gana hasta cuando no tiene un buen día.