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FÚTBOL | RACING 0 - REAL MADRID 2

Pura eficacia

Dos mazazos dan el triunfo al Madrid en un partido sin brillo

El Real Madrid juega mal; el Racing, peor. Hace años, quizá desde el galacticismo, que en la Liga española se reproducen los partidos mediocres, ramplones al máximo, y cuyo resultado sólo depende del azar o la calidad de unos y otros. Fue el caso del encuentro de Santander, con dos equipos comatosos, sin brillo, sin gobierno, mal gestionados desde los banquillos y los despachos, en el que se impuso el más eficaz.

No hubo futbol, nada de nada, sino dos mazazos decisivos, uno de Higuaín que resolvió De la Red y otro de Van Nistelrooy, del que nadie tuvo noticias ni antes ni después. Tampoco de Raúl, relevado en medio del segundo periodo, ni de ningún otro. Nada opuso el Racing, salvo algo de emotividad, una deficiente defensa y un puñado de futbolistas rasos. Del barbecho sacó petróleo el Madrid, que defendió mal, no tuvo geometría y apenas se asomó en ataque, salvo en los dos goles. Al Madrid le faltó de todo; el Racing no tuvo nada, por más que presuma de su bautismo europeo.

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Las últimas dos Ligas avalan al Madrid, tan triunfador como insípido. Los títulos le dan crédito, los politiqueos le restan gracia. Es un equipo sin repuestos, asimétrico por la puntada de Raúl, que le deja sin extremos y orilla a Heinze, y tenebroso por el guión de Diarra, tan ineficaz como prescindible. Al margen de Guti, Madrid le faltaron las luces que no tiene, nunca tuvo el hilo del choque y se mantuvo en el alambre hasta la arrancada de Higuaín, al que el Racing concedió una contra que resolvió con éxito De la Red, un chico con incertidumbres al que Schuster aún alista sin gran convencimiento, como si fuera un ancla entre Diarra y Guti. El Madrid, ganador o perdedor, es una cuestión de estado en la que intervienen factores ajenos al cuerpo técnico: desde los pretorianos del vestuario hasta las decisiones del palco. Los marcadores fortalecen el ideario presidencial, si es que existe, pero el equipo no cautiva ni en las victorias, por mucho que estas deslumbren y distorsionen.

En El Sardinero, Schuster dio otra vuelta al equipo, esta vez con la apuesta por De la Red, ese chico que viene y va sin que nadie sea capaz de convalidar sus atributos de forma convincente. Nada le aleja de Diarra, que le quita foco en el eje sin argumento alguno. Schuster, Mijatovic, Calderón y y Sánchez tejen el mecano. Gana el Madrid y no hay caso. Para empresas mayores este equipo no tiene disposición, es un tiro al aire. En Santander tuvo disimulo; en otras escenas no lo tendrá. El Racing, que vive de un casual encuentro con su mejor historia, apenas le opuso resistencia. Enfrente, el Madrid no expuso nada salvo el mazo ante Toño. El equipo local también tuvo sus opciones, y no menos que el ilustre visitante. Pero entre Juanjo, arete racinguista, y Van Nistelrooy aún hay un trecho.

La lesión de Guti dejó al Madrid a la sombra. El segundo capitán no tiene relevo. Van der Vaart es otra cosa: tiene temple y se aproxima al gol, pero no gestiona al fútbol. Eso, para bien o para mal, es exclusiva de Guti. Pero a éste pocos le acompañan. Con Heinze en el lateral, sólo Sergio Ramos se expone; con Raúl flotando, falta otro carrilero y el equipo se descompensa. No ha remedio, salvo que el gol llegue de imprevisto, como el de De la Red, consecuencia de un arrebato de Higuaín, que con el Racing se ganó el tajo con un mero toque que dejó sin pista a los defensas del Racing. Acertó el canterano y dimitió el equipo local, por más que Muñiz envidara con Tcihé, una apuesta forzada que hizo del africano un extremo postizo. No arreó el Racing, y el Madrid, por casualidad, encontró a Van Nistelrooy. Ese es ese ariete holandés de pocas estridencias y gran efectividad. Entre un gol y otro, el dictado del Madrid fue tan escuálido como el del Racing. Se impuso la efectividad. La de un Madrid sin oropeles, pero efectivo, ¿Le alcanzará para grandes aventuras?

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