Furor en el hipermercado
Medio centenar de aficionados, entre clientes y trabajadores, siguen el partido en un centro comercial
"Uyyyyy", se duelen a coro varias voces. Minuto 22. Torres ha estado a punto de marcar de cabeza. Hay nervios. Hay tensión. Y hay hilo musical. Y palmeras de plástico. Y muchas tiendas. En una de ellas, la zapatería Bata, Javier está con un pie dentro y otro fuera. Con un ojo en los (pocos) clientes y otro en las pantallas del hall. "Me gusta el fútbol, pero me he quedado yo y he mandado a casa a gente más forofa", explica. Es el encargado. El centro comercial Islazul, en Madrid, abrió ayer hasta las diez de la noche. Eso sí, a medio gas, porque a las nueve echaron el cierre un tercio de los comercios. El de Javier, no, así que no le quedó otra que asomarse al pasillo cada vez que oía un "uyyy".
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Él no tenía elección, pero los clientes sí. Y en lugar de irse a casa o a un bar, medio centenar de ellos se quedaron a ver el partido. "Aquí se está más fresco que en casa", confiesa Hugo, ecuatoriano de 41 años. Le acompaña toda la familia: su mujer, su cuñado, su hijo y hasta su suegra. Luz María, de 72 años y fan confesa del Real Madrid, descansa en un banco fuera del ángulo de visión. Los únicos siete asientos frente a las pantallas estaban muy cotizados. Muchos optaron por sentarse en el suelo. "¿Quién lo metió? ¿Uno del Real Madrid?", le pregunta a su nieto al oír los gritos de júbilo. Gol de Fernando Torres.
"Hoy libraba y me han obligado a sustituir a un compañero", se lamenta Edgar, vigilante de seguridad. También sigue el partido a medias, entre idas y venidas por el pasillo. Sonia y Mónica, en cambio, no malgastan ni un segundo en mirar las pantallas. "Odiamos el fútbol", dice una. "A muerte", tercia la otra. Han venido a comprar, que para algo han empezado las rebajas. Aprovechan que hay partido y las tiendas están casi vacías. Las reinas del probador. "Bueno, vamos tirando que nos cierran", se despiden.
Media parte. Hugo y familia enfilan hacia el Kentucky Fried Chicken. Otros aprovechan para irse y ver la segunda parte en casa. La mayoría de los que están viendo el partido en el centro comercial son inmigrantes. "El domingo es para ellos como nuestro sábado. Es el día que libran y vienen a echar la tarde", cuenta el encargado de la zapatería. Hugo vuelve a la carrera, con la segunda parte empezada y un palillo asomando en la boca. Ángel y Ofelia, los dueños de la taberna Bocatín, también se acercan al hall. Y los camareros del restaurante turco, que se sientan en el suelo. España va a ganar. Está claro. "Uyyy", gritan a cada ocasión los forofos del centro comercial. Final del partido. Aplausos, chillidos, choque de palmas. "¡Que somos campeones!", le berrea en la oreja un veinteañero a su amigo mientras desaparecen por la rampa mecánica camino del aparcamiento.
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