Un héroe y un futbolista
Vastic, por la épica, y Guerreiro, por el juego, protagonizan un empate menor para Austria y Polonia
El torneo le hizo ayer un guiño a la experiencia concediéndole al jugador más veterano, el austriaco Vastic, un gol que salvó, de momento, a un país que ya sacaba los pañuelos para enjugar las lágrimas. Cuando el árbitro señaló penalti por un manifiesto agarrón de Lewandowski a Kienast al saque de una falta, era el minuto 91 y quedaban dos para que Austria dejara la casa sin dueños, toda para sus invitados. Un penalti decisivo para jugadores de plomo. El del Linz colocó el balón. Ni sonrió ni hizo ningún gesto de preocupación. Cogió unos metros de carrerilla y le pegó con el pie y con el alma. Boruc, para un lado, y la pelota, para otro, fortísima, como rabiosa. Era el gol que daba a Austria unos gramos de ilusión para seguir jugando su torneo a partir del lunes. La derrota no le eliminaba de hecho (una imprevisible goleada a Alemania y un triple empate podrían darle la alegría). Ahora tampoco lo tiene fácil. Vencer a una Alemania herida por Croacia parece demasiada empresa para un equipo que respira con un solo tanto en el campeonato.
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Fue un final raro en un partido raro. Pero hay partidos raros, muy raros. Partidos en los que los dos porteros firman una actuación extraordinaria anuncian un duelo bello, interesante o emotivo. Austria y Polonia no cumplieron todas las condiciones. Bello, lo que se dice bello, no fue el partido; interesante, sí, porque apenas tenía pausa y eso obliga a mirar con atención. Emotivo, amén del resultado, en ocasiones. Es decir, fue raro, de dominio alterno y jugado con velocidad, dos características que se convierten en murallas contra el aburrimiento. ¿Y los porteros? Magníficos. Más exigido al principio el polaco, Boruc, y al final el austriaco, Macho.
Si sería raro que el mejor futbolista sobre el césped era el mulato Guerreiro, un brasileño rodeado de chicos fornidos que jugó de mediocentro, de mediapunta y de delantero. Apenas perdió un balón. Lo dio casi siempre bien y sembró de dudas a los animosos austriacos, que, como sus amigos suizos, se fundieron tras sufrir un gol inesperado. Fue la imaginación y el arte en un partido muy físico, aunque el muchacho, que juega en el Legia de Varsovia, aguantó sin desfallecer, permitiéndose caños y ruletas no para sacar el aplauso de la grada, sino como recurso futbolístico para solucionar problemas.
Lo de la mala suerte es más difícil de explicar. No fue el infortunio lo que privó a Austria de tres goles en el primer cuarto de hora. Los fallos de Harnik, dos veces, y Leitgeb, sin desmerecer el trabajo de Boruc, tienen más que ver con la falta de definición que en general afecta a la selección austriaca. Fue un despilfarro. Tanto de energía como del buen trabajo de Korkmaz, un tipo duro y rápido que, además, gozaba con la falta de aplicación del central polaco, Jop. Lo que no había era gol, gastando, uno tras otro, cada contragolpe y cada error defensivo de los polacos, que tardaron mucho tiempo en encontrar el partido que buscaban.
Como siempre, el gol fue el fiel de la balanza. Cuando mejor jugaba Austria, cuando elevaba su autoestima, a pesar de sus errores (o aciertos del portero), llegó el gol de Guerreiro, que no sólo le daba ventaja en el marcador, sino el aplomo necesario para gobernar el partido. Pero el fútbol tiene muchas fugas. Y en una Vastic dio agua a una Austria seca. Lo que le resta es una montaña demasiado alta para sus piernas. La de Polonia con Croacia tampoco es baja. Por eso pareció un empate menor.
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