El Atlético se la pega
Gritos del público contra Aguirre tras perder con toda justicia ante el Betis
Tiene el Atlético un cierto aire sombrío, por no decir funerario. Podrá ganar, sin duda. A lo grande, además, que el equipo ha demostrado su capacidad para manejarse en el trapecio. Diez jornadas lleva el Atlético en el cuarto puesto, el último que da acceso a la Liga de Campeones. De lo que debería deducirse que merece tan honrosa posición, que es un conjunto llamado para tan altas empresas. Mentira. Que esté ahí colocado cuando su fútbol merece una mortaja sólo certifica que el campeonato español está en estado crítico. Si no, de qué iba a estar este Atlético en puestos de privilegio. Ni en broma.
Apareció el Betis en el Calderón lleno de cicatrices y se fue de allí con un triunfo incontestable. Llegó sin Edu, sin Pavone, sin Mark González, recauchutado de arriba a abajo. Se salió. Le bastó con un detalle de José Mari, un trotamundos que aún conserva alguna gota de sabiduría, con otro de Xisco y con un jugadón, ahí es nada, de Melli, que pareció Beckenbauer el chaval, subiendo con el balón atado al pie en la jugada que dio origen al tercer gol. Y le bastó, además, con la inestimable ayuda de Leo Franco, un portero recién salido de una larga convalecencia que tuvo una actuación fantasmal.
Y suerte para el Atlético que en sus filas milita Agüero, de profesión futbolista. Porque si no, el desastre habría sido aún mayor. Cuando él se arranca el Atlético vive. Sin él es un espanto. Se arrancó el Kun poco después de que el Betis le diera un meneo al marcador y logró que el Atlético, sin hacer nada para merecerlo, lograra un empate que le puso en el partido. Y que le dio un rato de calma. Había marcado el Betis en la primera ocasión en la que se asomó al área rival. José Mari lanzó duro desde fuera del área, Franco rechazó hacia el centro de mala manera y Juande, que por allí pasaba, fusiló. El Atlético intentaba crear, e incluso Cléber se inventó un taconazo (palabra), excepcional. Nada conseguía. Sí lo hizo Agüero, que recibió de Maxi, chutó con todo desde el borde del área y Casto puso las manos, que no el alma, para comerse el balón.
Nada más hizo el Atlético. Se lesionó Simao y en escena entró Reyes, un chico al que se le empieza a poner cara de ex futbolista. Y fue volver del descanso y cerciorarse el Betis de que, a poco que hiciera, el partido era suyo. Poco hizo. Y le bastó. Una falta al borde del área permitió a Xisco colocarla a la izquierda de Leo Franco, que se lanzó una eternidad después de que lanzara el jugador del Betis.
Se quedó sin pulsaciones el Atlético, donde nadie, ni siquiera Agüero, se rebeló contra los acontecimientos. El público perdió la paciencia y el equipo no hizo sino empequeñecerse. Así que Melli se sintió grande por un día y salió de la cueva con el balón al pie, la frente alta. Vio Melli el desmarque de Capi y a él se la dio, para que superara la salida de Leo Franco. Nada quedaba por vender en el partido. El público fue abandonando la grada y los que quedaron optaron por tararear, por primera vez en la temporada, el "Aguirre vete ya", un coro que no hace sino certificar la sensación de desolación que transmite este aprendiz de equipo.
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