Acelerón 'ché'
Un impresionante gol de Angulo y el escaso bagaje ofensivo del Zaragoza dan la victoria al Valencia
El Zaragoza mantiene cinco puntos de ventaja con respecto a los valencianos, aunque se mantiene a la espectativa de los partidos de mañana para mantenerse en zona de Champions
El Valencia tenía motivos suficientes como para estar preocupado. Enfrente estaba Aimar, y no un Aimar cualquiera, sino una versión del argentino extra-motivado, por los modos de su salida del club ?ché?. Por no hablar de que tenía enfrente al cuarto clasificado de la competición, una prueba en la que se vería si los de Quique (con un cierto respiro concedido por las lesiones), confirmaban que iban para arriba tras su goleada de la semana pasada.
El partido comenzó con un tanteo de esos que se hacen interminables, lo típico cuando se enfrentan dos equipazos, que no está de más decirlo, ya que el Valencia lleva años siéndolo, pero el Zaragoza se está convirtiendo en uno de los mejores conjuntos de la liga.
Durante el primer cuarto de hora la pelea en el centro del campo acaparó todo el juego. Tras el primer cuarto de hora el Zaragoza comenzaba a encerrar al Valencia cada vez más en su campo, pero cualquiera se fía, un equipo que la toca como los ángeles y otro que hace del contrataque un arte. Los dos en su salsa. Era difícil saber quién tenía el partido donde quería. La posesión comenzaba a ser escandalosamente zaragocista, y por si en ataque Diego Milito fuera poco suplicio para la zaga visitante, la movilidad de Sergio García no les dejaba ni respirar.
La tónica del encuentro siguió siendo la misma hasta poco antes del descanso. El Valencia ya no salía ni a la contra. Buscaba el descanso pero estaba cómodo. Los locales, aunque rondaban constantemente el área de Butelle, no creaban peligro serio, y el paso de los minutos parecía ir apaciguando los ánimos zaragocistas. Y entonces llegó el minuto 41. El Valencia en una de las pocas ocasiones en las que salía de su campo, silenciaba la Romareda con un golazo de Miguel Ángel Angulo. Volvía a demostrarse que del Valencia es mejor no fiarse mucho, si se pierde la concentración por un instante te quita hasta el oxígeno. Y eso fue lo que le pasó a César, que no veía el balón desde hacía minutos, y le pilló despistado el tiro del valencianista desde muy lejos. Tal y como iba el juego, no era un jarro, sino una bañera de agua fría para el Zaragoza, que no pudo hacer otra cosa que esperar el descanso.
Los locales, sin ideas
En el segundo período se vio a un Valencia plenamente en su ambiente, haciendo una vez más lo que sabe, y haciéndolo muy bien. Durante el primer cuarto de hora no sólo tuvo el balón tanto como su rival, sino lo que es más importante, consiguió que el Zaragoza no creara riesgos para su portería. Los de Víctor Fernández se iban desesperando poco a poco, y caían cada vez más en el individualismo, sobre todo Aimar, que veía que se escapaba su cuenta pendiente.
Sergio García y D?Alessandro, prácticamente desaparecidos en la segunda parte, fueron sustituidos por Ewerthon y Lafita. Velocidad para tratar de revolucionar el encuentro. Y por si había poca tensión el público, que ya había increpado duramente al árbitro en momentos de la primera parte, comenzaba a desesperarse definitivamente con Pérez Burull.
Albelda se estaba convirtiendo en el dueño del encuentro. Allá donde había un balón dividido o un compañero al que hacer la cobertura estaba el capitán. El partido estaba totalmente dominado por el Valencia, que pudo darle la estocada final al rival en el minuto 32, cuando Morientes, con mucha suerte y tras pase de Silva, se plantó ante César, que desbarató la oportunidad haciéndose con el balón. Quique dio entrada a Joaquín, que sigue sin ganarse el puesto, y Silva pasó al centro, donde volvió a demostrar que es uno de los jugadores nacionales más en forma y con mayor calidad del momento.
Hasta el final del encuentro el Valencia mostró una concentración defensiva espectacular. A pesar de la presión zaragocista, los visitantes no perdieron en ningún momento la calma, y apenas pasaron apuros ya que no dejaban a su rival crear juego desde que el balón entraba en su campo. Los de Quique han demostrado ser un equipo hecho, que juego como una máquina, sin fisuras, recuperando la solidez de los años anteriores. Y encima con nueve jugadores nacionales en su once inicial.
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