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Un golazo redime al Barcelona

Los azulgrana jugaron un partido irregular contra un Cádiz muy esforzado el mismo día en que regresó

A dos puntos del título. Sólo le basta eso al Barça para proclamarse campeón de una Liga que sabe suya desde hace tiempo. Un traspié del Valencia adelantaría hoy el alirón. Tras eliminar al Milan, el Camp Nou siguió de fiesta y no le importó anoche no ver demasiado fútbol. Los azulgrana, sin un juego fluido, trabado casi siempre por un voluntarioso Cádiz, en plena lucha por eludir el descenso, sólo pudo ganar por un solitario golazo de Ronaldinho.

El partido certificó las ganas y también el desacierto del deslucido Eto'o de llevarse el pichichi —el gaucho le dejó tirar un penalti cometido por Berizzo a Van Bommel, pero lo falló—; la emotiva acogida a Xavi, que, ya recuperado de su lesión, jugó 12 minutos, y el espléndido momento de forma del portero Valdés, que evitó el empate en el último minuto tras un cabezazo espectacular de Oli.

Encantado por tener el billete a París, con una final que soñaba desde hace años, el Barça salió dispuesto a que siguiera la celebración en la grada, tan entregada al equipo que hasta hizo varias veces la ola. El Cádiz parecía un rival que ni pintado para los azulgrana; tanto, que el gol no se hizo esperar. Belletti es un lateral con una vocación ofensiva indiscutible y no tardó ni un minuto en irse por su banda y meter un pase a Ronaldinho para que pudiera marcar. No lo logró entonces, pero sí ocho minutos después. A la salida de un fuera de banda, Deco y Giuly tejieron una combinación que acabó en los pies del lateral. Su centro fue tan perfecto como el empalme del gaucho, que, sin marcaje alguno, clavó la pelota en la red.

El espléndido gol, acogido por la grada con el grito de "¡campeones, campeones!", celebrado por Ronaldinho elevando al cielo el brazo de Belletti, hizo presagiar una goleada, que no se ve en el Camp Nou desde hace dos meses. Parecía el Barça suelto, alegre, como si se hubiera liberado de la tensión sufrida las últimas semanas y quisiera divertirse en esta recta final hacia el título. Pero el Cádiz de Víctor Espárrago no está para fiestas, se resistió a caer en la trampa y se negó a ser un invitado de piedra. Avanzó líneas y buscó el gol. Lo encontró Jonathan Sesma un minuto después, pero el colegiado lo anuló por fuera de juego. Fue el mismo Sesma, que ocupó la banda de Belletti, quien más peligro creó: falló absolutamente solo ante Valdés y después obligó al portero azulgrana a meter un mano en una volea que iba dentro.

Sin demasiada tensión, sin control y con un juego atolondrado, falto de un medio centro, al Barça le faltó serenar y templar el encuentro. La mayoría de sus acciones fueron atolondradas y desbaratadas por la defensa gaditana. Y cuando fueron por el centro, Eto'o no estuvo acertado o incurrió en fuera de juego. Posiblemente, el Barça, que contó con una medular formada por Deco, Motta y Van Bommel, echó de menos el sentido del juego y del equilibrio que imprime Iniesta, que ayer estaba el banquillo y salió en la segunda mitad.

Algo que no le faltó al Barça fue su entrega y capacidad para recuperar el balón y encajonar al Cádiz. Deco estuvo a punto de desequilibrar nuevamente el partido con un potente chut que salió fuera por poco, y justo después Limia empezó a poner el cerrojo. Primero metió una mano a una falta lanzada por Ronaldinho y después mantuvo vivo a su equipo deteniendo el penalti a Eto'o. Van Bommel se coló entre dos defensas y Berizzo le derribó. Ronaldinho, encargado de tirar los penaltis, cedió el balón al camerunés para que se distanciara del valencianista Villa en su carrera hacia el pichichi (24 frente a 22), pero falló el camerunés o Limia le paró el remate.

El Cádiz aguantó el tipo —los disparos lejanos de Ronaldinho, los contragolpes de Eto'o...— y empezó a amenazar a Valdés desde que salieron al césped Lucas Lobos y Oli, que acarició el gol en un último remate espectacular. El Camp Nou, en pie en cuanto Xavi pisó el césped, no estaba preparado para sufrir con el achuchón final del Cádiz y sí para perdonar tantas ocasiones de un equipo posiblemente cansado por el esfuerzo ante el Milan. La afición y los turistas se dieron por satisfechos con el golazo de Ronaldinho.

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