Supersónico Tau
El equipo vitoriano logra su quinto título ante un Pamesa que tardó demasiado en meterse en el partido
El Tau se fue de Madrid con la Copa bajo el brazo después de negociar la última embestida de un Pamesa que llegó demasiado tarde a la cita. El Tau lo había barrido en tres cuartas partes del partido, de tal manera que el equipo valenciano hubiera necesitado de casi un milagro, como el que se dio en el loco último minuto de la final de la pasada Liga que ganó el Real Madrid. No se produjo. Llegó a situarse el Pamesa a cinco puntos, pero ya con la lengua fuera, ya demasiado al final, ya cuando al Tau le bastaba con una pequeña ración de control. Era el premio a la efectividad y contundencia del juego supersónico con el que se hizo irresistible para un Pamesa que durante demasiados minutos había estado fuera del partido, sin ninguna perspectiva. Los años consolidan el proyecto de un equipo, el Tau, que ha estado en cuatro finales de manera consecutiva durante los dos últimos años, Liga, Euroliga, Supercopa y Copa. Los dos últimos los ha ganado desplegando un juego contundente, intenso, sin bajar un ápice de intensidad y calidad pese a que durante el verano perdió el concurso de Macijauskas, Calderón e Ivanovic. y sólo hace algunas semanas volvió a cambiar de entrenador dándole a Velimir Perasovic el puesto de Pedro Martínez.
El Pamesa había cuajado dos estupendos partidos camino de la final. Su seriedad, su forma concienzuda de preparar cada cita, de medir cada posesión, de aplicar ligeros ajustes para evitar dos errores seguidos se conjugaba con las buenas sensaciones que transmitían varios de sus jugadores. Pero empezó la final y dio la sensación de que la camiseta naranja la vistieran unos juveniles. Era el vértigo de ponerse frente a un rival que arrancó como una locomotora.
Pletórico, certero, rápido, listo. El Tau no perdonaba una y estableció la mayor diferencia en un cuarto en la Copa (29-8) desde que hace seis años empezaron a disputarse los partidos divididos en cuatro periodos de diez minutos. Prigioni, el mejor del partido, autor de 15 asistencias (récord histórico), hizo danzar a su equipo al son que le interesaba, casi siempre con acciones muy tensadas, con mucho nervio. Los movimientos sin balón de sus compañeros abrieron muchos espacios. Hansen y Jacbosen los aprovecharon para colar triples. En el otro lado sucedía todo lo contrario. Splitter y Scola no dejaban un milímetro por donde pudieran aproximarse al aro Garcés y Dikudis y los jugadores exteriores del Pamesa no encontraron forma de sacar jugo a su quehacer.
A medida que la ventaja aumentaba hasta límites impropios de una final, el Pamesa iba encogiéndose. Decididamente fuera del partido que le proponía el Tau, incurrió en errores que no se le habían visto los días precedentes. Algunos sonrojantes, como las dos veces que agotó los 24 segundos de posesión sin siquiera haber iniciado el movimiento previo al lanzamiento. También perdió otro par de balones en el saque de fondo después de canasta. Como para ponerse de los nervios.
Ricard Casas, el técnico, intentó incidir en el calamitoso curso de los acontecimientos a base de cambios. Pero no se trataba de una cuestión puntual. Avdalovic estaba fuera de onda, Garcés no adquiría presencia en el juego y Dikudis, muy sólo en la brecha, se hundía entre los brazos de Scola y Spliter. La irrupción de Harrington le dio algún síntoma de vida al Pamesa, pero necesitaba muchísimo más para revertir un partido que se le había torcido de tal manera. El problema era morrocotudo para el Pamesa. Mejoró tras el descanso. Dikudis maniobró mucho mejor y Harrington mantuvo su buen nivel.
El problema es que el Tau no bajó el pistón casi hasta el final. Rebajó las diferencias el Pamesa (41-55) pero Scola tenía el día, igual que Jacobsen, que llevó por la calle de la amargura tanto a Yebra como a Timinskas. Sin embargo en el último cuarto, el lituano encontró por fin aro, lo que añadido a la soltura de Dikudis y a una defensa en zona, cambió el rumbo del partido. El Tau perdió facilidad anotadora y control del ritmo de juego. El turco Erdogan, que se movió como una anguila y con un instinto implacable a la hora de recoger rebotes y manejar la pelota, pasó a ser la única arma ofensiva frente a la defensa del Pamesa.
Se estrechó la diferencia hasta siete puntos (67-74) cuando todavía faltaban más de tres minutos y medio para el final. La remontada era posible. Más aún cuando la presión del Pamesa empezó a pesar en el ánimo de los jugadores del Tau, que perdieron algunos balones de forma tonta. Tuvieron que hacer frente a una situación comprometida, cuando su ventaja se redujo a cinco puntos (74-79). Faltaban 52 segundos y Prigioni perdió el balón. Pero una bandeja de Advalovic que dejó el balón rodando por el hierro y un intento de tres puntos de Timinskas que hizo agua certificaron la imposibilidad de arrebatarle el título al Tau, el quinto que logra en la Copa.
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