El Valencia se toma en serio el torneo
Regueiro se reivindica y facilita la victoria valencianista ante un devaluado Villarreal
Un Valencia serio, con mucho más cuerpo que un enflaquecido Villarreal, dejó la eliminatoria decidida. Ganó en El Madrigal tres años después. El debate sólo duró la primera parte. Hasta que Regueiro, marginado en la Liga por Quique, aprovechó la Copa para resarcirse. Lo hizo a su manera: con un par de internadas por el extremo de las que, durante años, practicó en el Racing. Y con un remate cruzado que abrió la lata de Barbosa, el héroe en el partido de Liga entre ambos conjuntos de hace dos meses. Desde entonces, el equipo de Quique Flores ha crecido en confianza más de un palmo, además de tomarse la Copa como un objetivo prioritario. No como el cuadro de Pellegrini, que despreció el torneo al dejarse a casi toda su artillería alojada en el palco. Sin capacidad para hacerle frente a este Valencia cada día más musculoso y letal.
La potente arrancada de Albelda, que le robó la cartera a Roger en el centro del campo, simbolizó la superioridad valencianista en el primer tiempo. Pese a llevar la vista clavada en el suelo, fue una cabalgada perfecta: seguido por un pelotón de camisetas amarillas, el capitán valenciano alcanzó con ventaja el pico derecho del área y, sin necesidad de mirar al otro lado, envió un centro enroscado y medido al segundo palo, por donde llegaba Villa desmarcado. El delantero asturiano, sin embargo, quiso embocar con su pie derecho cuando lo más natural hubiera sido intentarlo con el izquierdo. Falló un remate sencillísimo. Tal vez porque le pilló en un mal momento. Venía enfurecido, muy picado con la zaga castellonense tras una patada del lateral zurdo Alcántara que no consideraron como tal ni el árbitro ni su ayudante. Y, entre imprecaciones y malos humos, pifió el gol que había merecido su equipo.
El partido fue intenso pese a las concesiones en la alineación de ambos equipos, sobre todo del Villarreal, que casi llegó a la cita sin entrenarse. Y con la exclusión de casi todas sus estrellas. Pero Font respondió, lo mismo que Guayre, que buscaron las cosquillas de Moretti por el costado derecho. El Villarreal insistió en atacar por ese lado, alentado por la frescura de Font. Era una cita para reivindicaciones. No sólo ante los respectivos entrenadores sino también ante el seleccionador, Luis Aragonés, sentado en el palco. Luis, por ejemplo, observó cómo el nacionalizado Senna sabe lo que es un cambio de orientación, de ésos que despejan el panorama y la vista.
Pero si anoche había alguien verdaderamente necesitado de limpiar su imagen ése era Regueiro. El extremo uruguayo llevaba toda la temporada en la cuneta, sin más minutos que los de la basura por parte del entrenador, acusado veladamente de no entrenarse con intensidad. Así que bien podría entender que ésta era su última oportunidad. Y la aprovechó. Mantuvo un duelo trepidante con Venta del que salió finalmente vencedor. En parte ayudado por una argucia, un ligero agarrón al defensor que le facilitó el regate largo dentro del área. Su inmediato disparo cruzado, un latigazo, superó a Barbosa. Ese era el Regueiro que se dio a conocer en el Racing y que, inexplicablemente, ha estado cinco meses sin tocar bola. Más tarde, Venta se tomó la justicia por su cuenta con un patadón al uruguayo.
El Valencia ya tenía el choque donde quería. Ventajas por todos lados, en el marcador y en la reserva de oxígeno, con ese par de entrenamientos de más. Así que Mista, eclipsado hasta entonces por el brillo de Villa, despertó con un zigzagueo con el cuero pegado a la bota izquierda concluido de manera magistral: un pase interior en profundidad que dejó solo a Villa en carrera ante el meta Barbosa. El regate del asturiano obtuvo el doble premio que buscaba. El penalti y la expulsión del portero argentino. El propio Villa, insaciable también en la Copa, se encargó de ejecutarlo.
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