El Valencia tira de oficio para ganar a un animoso Alavés
Mendizorroza volvió a despedir a Piterman y a su equipo con silbidos, no con la intensidad de hace quince días, frente al Mallorca. Entonces eran silbidos y gritos de desaprobación; hoy, síntomas de desesperación porque el Alavés es el único equipo que aún no ha ganado en su estadio de toda la Primera División.
Hay dudas sobre si mereció ganar, por su empuje, por sus ocasiones, por su voluntad, por su extenuación; hay menos dudas sobre si mereció perder frente a un Valencia muy táctico y poco brillante que supo gestionar un inesperado gol de Albiol en un saque de esquina, en los albores del partido.
Albiol daba saltos de alegría cuando empalmó un saque de esquina. No era sólo el gol, que a la postre dio la victoria a su equipo, sino su primer gol en esta Liga y su recompensa a tanto sufrimiento tras aquel trágico accidente que le devolvió a la vida casi de milagro. Pero el gol, amén de un asunto personal de incalculable valor, también puso santo y seña al partido. Al Alavés le hundió tanto en la rutina de perder, como al Valencia le dio el argumento necesario para manejarse con el oficio de los veteranos para gestionar el resultado.
El Alavés navega mal a contracorriente. La voluntad se le supone, inspirado en el derroche físico de su capitán, el argentino Astudillo, y en la habilidad de Bodipo para buscar huecos entre los defensas. El Valencia, sin Ayala tras su sorpresiva lesión, falló en exceso en esa parcela del campo. Por los costados casi nunca pudo entrar el Alavés, pero por el centro Bodipo encontró inesperados huecos en un Valencia demasiado estático en defensa. Del empate, en la primera mitad, le privó el colegiado al señalar un fuera de juego inexistente de Bodipo, inmediatamente compensado por otro error con Vicente. Lo cierto es que el gol de Albiol aturdió tanto al Alavés que prácticamente liquidó la primera mitad con un juego tan voluntarioso como ineficaz.
La segunda fue lo contrario, un agradable desorden de ida y vuelta y un sínfín de ocasiones. Vicente, por ejemplo, aún estará devanándose los sesos para entender cómo lanzó al poste un balón franco a puerta vacía. Pero ganó el oficio. El Valencia aún no es un equipo exultante, pero su conocimiento del trabajo bastó para doblegar a un Alavés sumido en sus propias dudas.
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