Una bala en el Calderón
El Atlético, enganchado a la velocidad de Petrov, golea a un Cádiz incapaz de salirse del guión
El Atlético de Madrid ganó por primera vez en el campeonato dos partidos seguidos y, además, rompió una racha de dos derrotas consecutivas en su propio campo. En parte, se lo debe a Petrov. No sólo, claro. También a López. Y a sus goleadores, Maxi y Pablo. A Luccin, a Torres, al juego automático del Cádiz
Petrov sólo habla búlgaro. Apenas chapurrea algunas palabras en español. No puede comunicarse en el vestuario. Nadie le puede trasmitir la desconfianza, la fragilidad, los fantasmas que todavía circulan por el Calderón y que, aunque amenazan con la retirada definitiva, no terminan de esfumarse. Qué suerte para el Atlético. El extremo no tiene palabras. Sólo fútbol. Un lenguaje sin caducidad, repetitivo, insistente, que consiste en taladrar a la defensa rival, engaño a engaño, desde el costado izquierdo.
En su repertorio hay tres variantes: llegada a la línea de fondo y centro al punto de penalti, llegada a la línea de fondo y nuevo eslalon en paralelo a la portería y zig-zag hasta el pico del área grande y disparo a portería. Ayer practicó las tres. Muestrario: en el minuto 4 chutó alto tras una alocada carrera; en el 6 le dejó un balón franco en el área a Kezman; en el 8 otro a Fernando Torres Y así, casi, hasta el minuto 90, aunque en el segundo tiempo su contribución quedase algo más diluida pese a dar el pase del segundo tanto de su equipo.
En el minuto 23, contagiado por su compañero de banda, Antonio López regaló un gol a Maxi Rodríguez después de una maniobra muy astuta que se conoce con el nombre de pase de la muerte. Fue ganando metros regate a regate y, viéndose solo, avanzó hacia la portería. Poco antes de llegar a la línea de gol, centro hacia atrás. Maxi empujó la pelota y marcó su segundo gol sucesivo con la camiseta rojiblanca. López sí sabe español, pero no cree en fantasmas.
El Cádiz de Víctor Espárrago tiene ensayado hasta el saludo protocolario al equipo rival al salir de la boca de los vestuarios. Nada se improvisa en el grupo que dirige con su peculiar carácter el técnico uruguayo. Fútbol sencillo, consignas sencillas. Una triangulación con apertura a la banda por aquí, un balón por alto a Oli por allá. Nada extraordinario. Sólo le falló al Cádiz, en el manual del perfecto modesto en calidad de visitante, presionar en el centro del campo con mucha más intensidad. En ese aspecto, ni Fleurquin ni Suárez consiguieron taponar la salida de Luccin.
Así, el Atlético, con espacios para desenvolverse, evitaba mal que bien que le sucediese lo que su técnico, Carlos Bianchi, dice que le pasa: que se rompe en dos y no elabora fútbol en el medio. Naturalmente, eso no implica que el equipo rojiblanco amasase el juego con paciencia. Los jugadores imponen un estilo. La personalidad de Petrov impone una marcha. La referencia fija de Fernando Torres y Kezman en punta implica unas servidumbres. "Somos el único equipo español con dos puntas", advierte el preparador argentino. Y tiene razón. Dos puntas con gol que restan nutrientes al eje del campo aunque sumen proteínas al ataque. Por cierto, tanto Torres como Kezman volvieron a ser sustituidos en los minutos finales —aunque no tan finales— por segundo partido consecutivo para meter centrocampistas y amarrar el resultado. Un resultado claro, por lo demás.
En el segundo periodo, el Atlético regaló la pelota al Cádiz. Al menos, se la prestó en proporciones mucho más altas que en el primero. El centro del campo desapareció. Las ocasiones de gol mejores, sin embargo, seguían siendo patrimonio del conjunto madrileño. Un tiro en plena carrera de Torres, por ejemplo, o un lanzamiento esquinado desde cerca de Petrov, o un tiro cercano tras un recorte en el área de Maxi que sacó a córner con mucho mérito Armando
Pero, para entonces, el esqueleto de centrocampistas que dibujaba una leve silueta, una presencia aunque fuera vaporosa, en el periodo inicial, había desaparecido. Y la figura de Fernando Torres, en cambio, se había acrecentado. Al ariete madrileño todavía le cuesta constreñir su juego al área. Cuando ve libre el horizonte de jugadores y muchos metros por delante, su conducción de la pelota en velocidad, su zancada y su verticalidad le vuelven a convertir en el principal protagonista del grupo de Bianchi.
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