La Real sigue fiel a su estilo
Los donostiarras tumban en la segunda mitad a un Depor sin personalidad
La Real es un equipo magníficamente previsible para sus intereses deportivos. Todo el mundo sabe que el gol es cosa, sobre todo, de Nihat y Kovacevic, que el centro del campo es una colección de perros de presa llenos de hambre y que la defensa sufre cuando le tiran paredes. Y se sabe que en las primeras mitades en Anoeta, especula y especula, falla ocasiones y se fía a las reanudaciones cuando cree haber engañado a su rival.
Todo el mundo sabe como juega la Real de Amorrortu, pero nadie le gana en Anoeta. Algún mérito ha debido atesorar desde aquella goleada encajada en Mallorca (5-2) que extrañamente le ha sacado del pozo.
Al Depor de Caparrós le ocurre todo lo contrario. No se sabe bien a que juega y transmite la sensación de ser un equipo en construcción. Se ha caído lo que había (Valerón, Tristán, el traspasado Luque, el toque) y no se sabe lo que se va a construir en su lugar. De momento, a Munitis le toca actuar de peón y de ingeniero, mientras el resto hace cábalas sobre lo que le viene encima. Por eso el Depor dudaba y dudaba sobre a qué jugar y la Real fue a lo suyo, a lo práctico, a lo obvio. Un centro de Alvaro Novo desde la cal de la banda, lo cabeceó con su estilo peculiar Kovacevic. Un gol celebrado dos veces en Anoeta en honor de Kovacevic y de su madre, recientemente fallecida. El aplauso fue más largo de lo normal.
Antes de ese tanto, habían surgido accidentes en el camino. Kovacevic había mandado a las nubes un mano a mano con Molina y Medina Cantalejo (un árbitro tan picajoso como falto de carácter) había obviado un claro penalti de Álvaro Novo a Munitis. Para colmo del Depor, el canario Rubén (un chico acelerado) demostró toda su inocencia para colocarse en fuera de juego o enredarse con el balón por mirar excesivamente al suelo. Ahí murió el Depor que tuvo media primera parte a su gusto, en cuanto Sergio abandonó la banda derecha y se fue al centro.
Pero la Real, fiel a su estilo, convirtió la segunda mitad en un asedio físico y en un cuarto de hora mató el partido. Primero marcó Kovacevic, por indolencia de Romero, y después Jauregi hizo lo propio con igual pecado de Coloccini, en un saque de esquina de Nihat. La Real es así, más sorprendente que brillante, más aguerrida que táctica y con una capacidad de presión que exige demasiada calidad a sus rivales para doblegarle. El Depor aún no la tiene. Con Tristán y Valeron en el campo sólo se demostró por qué estaban en el banquillo. Juanma remató al poste y el Depor se fue como llegó: sin saber aún a qué juega.
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