_
_
_
_
_
Crónica:
Crónica
Texto informativo con interpretación

Metamorfosis frustrada

El Villarreal reacciona en una gran segunda parte, pero no puede vencer a un notable Benfica

Una metamorfosis espectacular del Villarreal no le bastó para tumbar a un notable Benfica. Al que tuvo contra las cuerdas en una excelente segunda parte en la que Josico le dio sentido y Riquelme majestuosidad. Pero no bastó. El Benfica, muy superior en el primer tiempo, volvió a reaccionar en el último tramo para cazar un empate que le deja la clasificación de cara. Sobre todo porque demostró ser un equipo con mucho cuerpo. Lo mismo que el Villarreal de ese segundo periodo, cuando volvió a parecerse al del curso pasado, y ofreció su mejor versión en la Champions. La pena es que le haya costado tanto, dos partidos y medio, llegar a este momento. Tal vez demasiado tarde.

Porque antes lo pasó mal. Ahí estaba Riquelme, completamente desquiciado, sin entrar en juego, sin calentar su empeine derecho, y, con él, el Villarreal, corriendo y corriendo sin tocar el balón, totalmente desconocido. Y ésa era una noticia de las gordas en El Madrigal, que había visto pasar en los últimos tiempos al Barça, al Madrid y al Manchester sin ningún complejo, sin sentir esa sensación de inferioridad que sintió ayer. Durante 40 minutos, el Benfica fue un equipazo: perfectamente distribuido en el campo, el balón siempre caía de su parte, lo abría a las bandas y entonces centraba sin que, eso sí, tuviera acierto en el remate. El jogo bonito del cuadro luso se quedó sin goles en el descanso y a eso se agarró el Villarreal para tratar de deshacer el entuerto. Era demasiado obvio que había fracasado la apuesta ofensiva de su entrenador, Manuel Pellegrini, que prefirió en la alineación a Cazorla, volante creativo, en lugar de Josico, medio centro defensivo. Pintó un rombo que no funcionó, pues las partes no hallaron la manera de unirse en un todo. Y el equipo se deshilachó. Sin que Riquelme participara como de costumbre. De manera que el cambio estaba cantado: Josico intensificó su calentamiento en el descanso.

Lesionado antes de empezar el primer portero, Moreira, su sustituto, Quim, se echó las manos a los aductores al cuarto de hora tras darle un punterazo al balón. Como si una lesión de ese tipo se resolviera con un fugaz masajeo. Acabó por ceder y fue sustituido 14 minutos más tarde. Entre que se iba y no se iba, Quim le birló ocho minutos de fútbol al espectador. Fue la manera de parar un partido frenético. Y de anunciar un supuesto talón de Aquiles en el Benfica, que había estado intratable. Con su 4-2-3-1, Koeman se apoderó de un centro del campo convertido en una tela de araña roja. En la que se balanceaba muy a menudo el lateral derecho Nelson, sustituto del ahora valencianista Miguel, que causó estragos por el extremo derecho. Arruabarrena, en un mal estado de forma, estuvo en cada acción al borde del precipicio. De ahí que Pellegrini le sustituyera en el descanso. Tampoco el otro lateral, Krompkamp, demasiado plomizo, acompañó como debía. Así que el tercer portero portugués, Nereu, un rubio de la cantera de 19 años, entró sin calentar (m. 28) y así siguió el resto de la primera parte, pues el Villarreal no le disparó entre los tres palos. Ni una sola vez en todo el primer periodo.

Riquelme arrancó la segunda parte reencontrándose consigo mismo. Desembarazándose por fin de sus pegajosos marcadores y enviando un delicioso pase en profundidad a José Mari que indicó que empezaba una nueva historia. La entrada de Josico resultó milagrosa. Le dio más consistencia al centro del campo al tiempo que Sorín, ahora de lateral izquierdo, tapaba mejor a Giovanni y a Nelson. Y se incorporaba mucho más al ataque. Josico tomó el brazalete de capitán que dejó Arruabarrena y dio la sensación de sentirse importante. Lo era. Tocaba de primeras, ordenaba el tráfico, buscaba rápido a Riquelme. El as argentino dejó una joya preciosísima: todo el mundo esperaba su disparo desde la frontal, también los jugadores lusos, pero en vez de eso, mirando a la grada, trazó un suave pase por el centro hacia Cazorla que desgarró el corazón de la zaga portuguesa. Nadie, salvo Riquelme, había visto el desmarque de Cazorla, cuyo tiro con la izquierda lo desvió el portero.

El Villarreal, ahora sí, se sintió otra vez grande y fue tejiendo su superioridad hasta que consiguió un penalti en un supuesto empujón sobre Sorín. Lo marcó Riquelme y se cayó El Madrigal, que aclamó a su héroe. Y asistió asombrado a la transformación de su equipo. Tras un simple cambio de peón. El Benfica, difuminado de golpe en la segunda parte, fue a empatar con todo y lo logró de inmediato. Gracias en parte a Viera, que se tragó un voleón lejano de Fernandes. Un punto débil, el de la portería, que pena el Villarreal tras la marcha de Reina al Liverpool.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_