El nuevo Cruyff
Llegó de rebote y sin hacer ruido, sin el halo del que se recubren aquellos que se reconocen así mismos como entrenadores estrellas. Casi por la puerta de atrás, después del milagro obrado por Radomir Antic en el final de la temporada 2002-2003 y tras las negativas que Ronald Koeman (el favorito) y Guus Hiddink (principal alternativa) acabaron dando al Barcelona del recién estrenado presidente barcelonista Joan Laporta.
Y todo pese a los esfuerzos del propio Laporta por convencer a la prensa y al sòci de que Franklin Edmundo Rijkaard (Ámsterdam, Holanda,1962) era el hombre idóneo para dirigir al nuevo Barça. Una verdad a medias que el buen hacer del técnico holandés ha acabado por convertir en una realidad.
Como también le sucediera a Johan Cruyff, no todo han sido flores en el camino de Rijkaard en el banquillo azulgrana. Tras una primera temporada (2003-2004) en la que los rumores apuntaban que ni siquiera se comería el turrón -el Madrid llegó a sacarle una renta al Barcelona de dieciocho puntos en la primera vuelta-, el holandés tuvo que superar las continuas reticencias de la prensa deportiva catalana -que cuestionaba su conocimiento de la plantilla y sus alineaciones- y convencer a sus propios jugadores de que enderezar uno de los peores arranques ligueros en la historia del club era posible. La confianza en sus posibilidades y su estilo tranquilo se aliaron con la paciencia del presidente y el talento de Ronaldinho -el extranjero más valioso del pasado campeonato-, para acabar invirtiendo una situación caótica.
En junio, mes de los balances en esto del fútbol, el Barcelona sumaba un año más en blanco, pero había adelantado al Madrid -al que obligó a disputar la ronda previa de la Liga de Campeones- y acababa segundo en la Liga por detrás del Valencia. Por el contrario, en un Madrid en declive y con alarmantes signos de agotamiento de ciclo, comenzaba el carrusel de entrenadores con la destitución de Queiroz y el adiós de Jorge Valdano al frente de la dirección deportiva. Luego llegaría la segunda espantada de Camacho, el breve relevo de García Remón, el ascenso de Butragueño y la llegada de Sacchi y Luxemburgo. Un recorrido cronológico que habla por sí solo.
Balance positivo en los clásicos
Este domingo Rijkaard afrontará su cuarto clásico al frente del Barcelona. Y por ahora aprueba con nota en este apartado, con dos victorias por una derrota. En su primera temporada la cosa acabó en tablas. Real Madrid y Barça se repartieron con idéntico marcador (1-2) las victorias como visitantes. Pero en el año de su consagración, de no cambiar mucho las cosas los culés acabarán cantando el alirón, los chicos del técnico holandés dieron un repaso en el Nou Camp a un Madrid descosido y desorientado. El mismo que espera ahora en el Bernabéu en el duelo más favorable a los azulgranas de los últimos años. El Barcelona, con un colchón de 9 puntos, ganando en Chamartín sentenciarían la Liga en campo enemigo. El morbo está servido.
Y es que Rijkaard, en el pasado portento físico de grandes condiciones tácticas y envidiable visión de juego y palmarés, parece haberse convertido en el nuevo Johan Cruyff -en la actualidad almohada consejera de Laporta-. En el elegido para dejar atrás la mediocre holandización del equipo efectuada por el simpático Van Gaal -Bogarde, Reitziger, Zenden, Overmars...- y para limpiar el buen nombre del fútbol del país de los tulipanes. Bajo su batuta ha aparecido el incipiente Barça de los jugones -Ronaldinho, Deco, Xavi, Eto'o, Iniesta...-, el único capaz de hacer sombra al Madrid de los galácticos y acabar con el largo periodo en blanco de la entidad catalana.
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