Noche memorable en Stamford Bridge
El Chelsea elimina al Barça en un duelo sin tregua, apasionante, con un magnífico despliegue de fútbol ofensivo y seis goles
Hay partidos solemnes que merecen ser recordados igualmente, con la misma emoción, desde el bando ganador que el del perdedor, y, entre ellos, estará el de anoche en Stamford Bridge. El Chelsea y el Barcelona se batieron en un duelo épico y memorable, con una fe inquebrantable, siempre fieles a su manera de ser. Los unos jugaban con defensas y delanteros y los otros con centrocampistas, Al final ganaron los ingleses porque son más fieros, dominan las suertes convencionales del fútbol y jugaban en su cancha, circunstancia que les permitió tener la última palabra. Al Barça le perdió su candidez e ingenuidad. Protagonista de una media hora de juego excepcional, pagó sus concesiones defensivas en la arrancada y las ofensivas en el cierre de partido.
Así es la vida y el fútbol. La Copa de Europa no admite determinados lapsus y al Barcelona le falta un punto para madurar. Uno y otro equipo engrandecieron el torneo con una actuación fantástica, únicamente emborronada al final, cuando se descorcharon las emociones. Hubo muchos y grandes goles, remates al palo, intervenciones magistrales de los porteros, un ir y venir sin parar de jugadores y un fútbol apasionante, todos los condicionantes que sólo se dan en las grandes noches europeas.
El partido sonrió muy pronto al Chelsea, demasiado rápido para su gusto, acostumbrado como está a marcadores cortos. Al fin y al cabo fue un equipo tan directo como su entrenador. Jugó a una velocidad de vértigo desde la salida y en menos de un cuarto pareció finiquitar el partido y la eliminatoria. El problema que se le presentaba era cómo llenar una hora y cuarto de juego. Asumía el riesgo de morir de éxito. Avergonzado y enrabietado, el Barcelona espabiló a tiempo porque encontró a Deco. Aventados por la competitividad y oficio del portugués, los azulgrana se ganaron el área inglesa y contaron dos goles de Ronaldinho, el segundo precioso por inédito y solemne, a juego con los anuncios de la Champions por la musicalidad que tuvo la acción. Maravillosamente golpeado, tal que fuera una bola de billar, sin que el brasileño hubiera tomado impulso, prácticamente en una jugada de fútbol sala, el balón alcanzó la red con una gran comba. Un gol a cámara lenta, para paladear.
El tanto de Ronaldinho resultó igual de meloso que el fútbol del Barça. Los azulgrana formaron con cuantos pasadores llevó a Londres y un sólo recepcionista como Eto'o. La apuesta era Iniesta por Giuly. Quería Rijkaard tener la pelota, combinar en la divisoria y resolver con los jugadores de la segunda línea. Ocurrió que se quebró cada vez que perdió la pelota. Por cada centrocampista dispuesto por Rijkaard, Mourinho respondió con un delantero. La determinación del Chelsea se reflejó en la titularidad de Kezman, un ariete, por Tiago, un medio defensivo. Jugaban los blues con dos delanteros y tres volantes con llegada: Duff, Cole y evidentemente Lampard.
La avalancha de delanteros locales resultó incontenible para los centrocampistas forasteros. A la que Xavi se resbaló y el cuero quedó libre, el Chelsea se disparó hasta que Gudjohnsen regateó a Gerard y batió a Valdés. Así, con los delanteros alternándose, repicó hasta cinco veces para alcanzar hasta tres goles. Las transiciones del equipo de Mourinho resultaron estremecedoras por rápidas ante un rival frágil y descolocado. A Gio le reventaron por dentro y por fuera entre Cole y Kezman y la línea media se partió porque Gerard no contenía ni corregía y la aportación de Iniesta era insustancial. Hasta que Deco tocó a rebato, Eto'o le acompañó y Ronaldinho se enchufó, el Barcelona fue un plantel demasiado liviano para un partido europeo. Una vez metido en el litigio, su juego resultó tan seductor como embaucador.
Embrujado, el Chelsea quedó a merced del contrario, gobernado majestuosamente por Deco. El portugués llenó el medio campo y permitió a los pegapases azulgrana desarticular a los francotiradores azules. Tocó y jugó el Barcelona como más le convenía desde el segundo gol de Ronaldinho, que tuvo un peso determinante en el partido. El Chelsea perdió el pulso y se entregó a una refriega más física. Para nada renunciaba al partido sino que sabía que su suerte estaba en defender mejor su portería para descerrajar la contraria en un córner o a la salida de cualquier falta. Le alcanzaba la estrategia.
Las intervenciones de los dos porteros, exigidos de principio a fin del encuentro, expresaron el dinamismo e intensidad del choque. Aunque la pelota era del Barcelona, mejorado defensivamente con la entrada de Sylvinho y el mejor juego posicional de Gerard, el Chelsea atacaba como una manada de búfalos, avalado por su calidad física, superior a la del Barcelona, mucho mejor futbolísticamente. A los azulgrana les costó romper y profundizar más que nada por la tensión defensiva del Chelsea, puesto que mejoraron en su propuesta ofensiva respecto a partidos anteriores: apretaron más las líneas, jugaron a un toque, la pelota circuló más rápido y movieron convenientemente al rival.
Llegada la hora de resolverse el partido, el Chelsea estuvo más certero que el Barcelona, porque como es su costumbre Iniesta mandó su remate al palo después de dos preciosos regates y Terry cabeceó a gol un saque de esquina. No es lo mismo jugar con mucha cabeza que con la cabeza, y para desdicha azulgrana la eliminatoria se le escapó de la forma más previsible.
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