El Madrid, eliminado
Real Madrid y Valladolid empatan en el Bernabéu (1-1)
La Copa es gafe para el Madrid moderno. Desde que Floro la ganó en 1993 todo son sinsabores. El de esta noche fue uno de los mayores batacazos, tipo aquella nocha toledana a partido único. El Real Valladolid, plagado de suplentes, empató a un gol y por su valor doble pasó a los cuartos de final. Llora el Madrid como el Barça y el Valencia, sus máximos rivales. Ya no caerá la Copa en el saco, ya no habrá revancha de las finales perdidas ante el Depor y el Zaragoza. La flor de Vanderlei Luxemburgo la cortó de cuajo Kresic con un encuentro honesto de su equipo.
El Real Madrid y el Real Valladolid, el de blanco contra el de rojo, defraudaron en el primer tiempo con un pobre espectáculo. Pero el debe estaba del lado madridista, local y favorito pese a la pléyade de suplentes rodeando a Gravesen, el nuevo mediático. Sólo dos oportunidades evidentes en unos primeros 45 minutos de olvido: Sousa, al larguero con una falta a los 6 minutos, y Owen, que remató a bocajarro contra Lledó a los 11'. Vanderlei Luxemburgo, acorazado de galácticos por si acaso en el banquillo (Zidane, Raúl y Ronaldo), estableció un 4-4-2 en el césped, con Jurado en el vértice del rombo y Gravesen a la izquierda de Celades, con Javi García a la diestra. Así dispuesto, con Raúl Bravo como central con Pavón, el Madrid fue tratado de tú a tú por un Valladolid que tampoco alineó a lo mejor de su casa.
La posesión del balón estuvo repartida y sólo un disparo lejano de Portillo, más otro del visitante Iñaki, desperezó antes del descanso a un Santiago Bernabéu aburrido y enfadado con los suyos. Gravesen, por cierto, dio muestras de su lado oscuro, con un codazo a Moré que vio Iturralde y se estrenó con su primera amarilla. Eso sí, aquella ocasión iniciática de Owen la construyó el poderoso centrocampista danés colándose cual Roberto Carlos por la banda izquierda. Interesantes prestaciones individuales entre un conjunto caótico.
Cambio el panorama madiático en la reanudación. Luxemburgo alineó a los tres mosqueteros (Ronaldo, Raúl y Zidane) y el equipo fue otro. El problema: que no mejoró especialmente. Con Gravesen de mediocentro, Celades por delante y Raúl por la derecha y Zizou por la izquierda, el Madrid fue distinto. Pero preocupantemente plano. Tanto que el Valladolid le aguantó el 0-0 hasta que irrumpió Owen para culminar un gran pase de Raúl.
Con el 1-0, y la eliminatoria en el saco, al Madrid le faltó criterio para manejarse con ventaja. El voluntarioso Valladolid, que creció con la entrada de Aduriz, se fue hacia arriba en busca de un sueño. Empatar era su misión y lo logró. Xavi Moré rompió la cintura a Roberto Carlos y machacó de tiro raso con la izquierda. El Bernabéu, incrédulo, enmudeció. Quedaba un cuarto de hora para una gesta, para un gol galáctico, de esos de último momento que tantas veces han jalonado la historia del madridismo. Y eso porque Xavi Moré perdonó el 1-2, en un remate que se comió Raúl Bravo (silbado por el público en un nuevo partido flojo el suyo). Luego, Owen y Zidane lo intentaron sin fortuna y el milagro pucelano se consumó.
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