Betis y Madrid firman un triste empate (1-1)
Ambos equipos han evidenciado su mal momento.- El gol de Ronaldo igualó el logrado por Oliveira en la primera parte
Los futbolistas profesionales se cansan de casi todo. Cuando despotrican de la cantidad de partidos en los que se tienen que mostrar o competir y los miles de kilómetros de viaje que esta faceta de sus trabajo les supone, suelen tener razón. Los golpes en el pecho, los besos al escudo o la mandíbula apretada con los que suelen acompañar sus promesas de compromiso total y en todas las circunstancias con el pagador de su salario tienen cada vez más de mentira. Y ayer se vio tanto en el Betis, que se dedicó a su trabajo como nunca por tener enfrente a quien tenía, como en el Madrid, en el que hubo demasiadas bajas enmascaradas de jornada de trabajo.
Oliveira sacó regates nunca vistos antes en el estadio de su equipo, el talento que se le presumía con la exención de prueba que otorga la fe y el esfuerzo que se le exigía. Jugó una primera parte espectacular. En el tercer minuto se aprovechó de la fortaleza ingenua de Samuel y se fue como un tiro hacia el área tras burlarle prácticamente con la mirada. Él solito se desbarató la posibilidad de marcar el gol, pero dispuso de varias más. Pavón y Mejía lograron que el Betis se olvidara de Joaquín y centraran sus ataques en su banda izquierda. Helguera, antes de que lo retrasara García Remón al centro de la zaga, tampoco pareció tener claro que su trabajo incluyera el apoyar a los novatos en apuros. Entre Edú y Oliveira maduraron la situación y el ariete brasileño se la comió tras una espléndida jugada de combinación con Fernando como epicentro. En el Madrid, Zidane y Figo demostraron que para jugar sin ganas no hace falta estar atenazado por el cansancio de los viajes y los partidos internacionales. Hablar de falta de ganas es, sin embargo, la manera más amable de afrontar el análisis de sus actuaciones ayer en Heliópolis.
El Betis decidió que el gol de Oliveira suponía una renta más que atractiva y apostó por recular. Mientras la media madridista pecaba de falta de criterio, Serra Ferrer apostó por amarrar. Aparte de resultar rácano, tuvo éxito a medias. En la primera mitad, el Madrid no disfrutó de ninguna oportunidad, pero el Betis prefirió el pelotazo y vivir desde el agujero. Aun así, el Betis dispuso de un buen par de oportunidades, con Oliveira por medio.
La segunda parte castigó la pequeñez del concepto propio de los verdiblancos. El Madrid salió sin el central Samuel —al que parecen faltarle varios estadios de evolución para ser el último hombre antes del gol contrario—, pero la cosa no pareció solucionarse y Casillas evitó el inicio del desastre con una parad espectacular en el minuto 48 a un disparo duro de Oliveira desde su banda izquierda. García Remón resucitó a medias el sacrificio del indefenso que ejecutó Queiroz con Rubén en la goleada sevillista de la Liga y sustituyó al nuevo Mejía por el novísimo Arbeloa. Pero al Madrid, aunque no lo supiera todavía, le iba a venir todo de cara. El Betis se iba a inmolar por falta de atrevimiento. Joaquín decidió no presentarse, a pesar de sus bravatas verbales tras no ser elegido para jugar con la selección española en Lituania. Los centrocampistas se alejaron tanto de los delanteros que hicieron paladeable el particular desbarajuste que evidenciaba el conjunto madridista.
Zidane y Ronaldo decidieron mostrar brevemente el porqué de su condición de seres humanos envidiables de la que disfrutan y elaboraron una jugada de pared sencilla que dejó en la más absoluta desnudez las carencias béticas. La tranquilidad con la que Ronaldo pegó con el interior del pie a la pelota con destino a la red de la portería defendida por Prats sirve de cilicio para ambos equipos. Para el Betis, por desaprovechar una buenísima oportunidad de sumar tres puntos y ganar confianza a causa de su propio concepto de equipo menor, incapaz de apostar por ganar a los grandes. En el caso del Madrid, la cuestión es que el inmenso talento por metro cuadrado no aporta lo que debería por falta de orden, táctica, egoísmo o lo que fuere.
Un partido bronco, con demasiados parones y escaso de fútbol hasta en exceso. Un partido de los que sólo quedan para las estadísticas porque los supuestos encargados del entretenimiento no aportan nada.
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