Beckham se estrena con el Real Madrid

El Real Madrid ha sumado este martes su segunda victoria en la gira asiática, al superar con acierto e interés al Tokio (0-3) con el primer gol del inglés David Beckham como madridista.

Ante un rival más potente que el Dragon Team chino, el Real Madrid tuvo que trabajarse el encuentro, con Figo y Beckham intercambiándose el puesto entre la derecha y el centro y Solari desde el primer instante por la izquieda. De hecho, los japoneses mandaron casi durante 25 minutos. Acosaron con orgullo, su mejor baza, a la zaga madridista y César vio su debut esta temporada entre una molesta lluvia y disparos rivales sin freno.

Pero a partir de la media hora, el Madrid comenzó a funcionar mejor, a llegar con mayor frecuencia de gol a la meta japonesa. Figo y Beckham, los líderes del equipo en la primera mitad, se sintieron bien y, con ello, el resto.

Ya sólo faltaba contar ocasiones hasta que se inaugurara el marcador. Y fue Beckham, la estrella mediática del verano, quien lo hizo como mejor sabe, de falta directa. Colocó en la escuadra izquierda del meta un poderoso lanzamiento de rosca con su pie derecho.

Tras el 0-1, con el primer tanto del inglés vestido de blanco (esto quedará en su biografía y en la del Madrid), el Madrid resolvió un poco más todavía la faena antes del descanso. Un rechace del guardameta a tiro de Portillo lo rebañó Solari para 'vacunar' (así lo dicen los argentinos) al Tokio. 0-2 y aprobado primer tiempo madridista con cinco suplentes (César, Rubén, Raúl Bravo, Solari y Portillo).

A la contra y de lujo

En la segunda mitad, ya con Pavón, Roberto Carlos y Ronaldo, más el 'okupa' Cambiasso, el Madrid fue distinto. Dominaron los japoneses, con su eterna lucha sin premio ante el gol por la falta de calidad, y los blancos se divirtieron a la contra. Muchas oportunidades, de sobra para alcanzar una segunda goleada, y toques de gusto, con acciones geniales de Figo, Raúl y Ronaldo (excepcional y sobrado en el 0-3).

Pese a la insistente lluvia, el equipo de Carlos Queiroz cumplió una de las máximas de su librillo: prohibido perder la concentración. Pues eso. Se lo tomaron en serio hasta el final.