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Crónica
Texto informativo con interpretación

El Depor gana el título sin desgastarse

El Valencia hizo un gran y estéril esfuerzo después de la expulsión de Ayala en el minuto 2 del partido

El Deportivo ganó su tercera Supercopa de España a medio gas. Reservando energía, tensiones e ideas. Las que descargó en el partido de ida, hace siete días en Riazor, que le dejaron tan franca esta primera final de la temporada. Ayer, en cambio, el cuadro gallego se limitó a vivir de las rentas, a cerrarse bien por el centro -notable partido de César y Naybet- y a dejar pasar el tiempo. Sin más interés que el de ver pasar el cadáver desfondado de su enemigo. Todo lo demás lo hizo el Valencia. Primero suicidarse con la agresión de Ayala a Makaay en el minuto dos, lo que mandó a la caseta al central argentino. Y después agobiarse ante su ataque vigoroso pero desesperanzado. Nunca fue goleador el grupo de Benítez y mucho menos en circunstancias tan adversas. El desgaste del Valencia fue tremendo y la profesionalidad de sus hombres -Pellegrino y Vicente, sobre todo- encomiable, pero el desafío con el que se encontró a las primeras de cambio resultó demasiado gigantesco.

Valencia, 0; Deportivo, 1.

Valencia: Cañizares; Curro Torres, Ayala, Pellegrino, Fabio Aurelio; Angulo, Baraja, Marchena, Vicente (Carboni, m. 67); Aimar (Sánchez, m. 74); y Salva.

Deportivo: Molina; Scaloni, César, Naybet, Romero; Sergio, Mauro Silva; Víctor, Valerón (Duscher, m. 72), Fran (Capdevila, m. 67); y Makaay.

Gol 0-1. M. 90. Scaloni pasa a Víctor, que levanta suave ante la salida de Cañizares.

Árbitro: Iturralde. Expulsó a Ayala con roja directa en el minuto 2, por propinar un codazo, que no lo pareció, a Makaay al saltar para cabecear ambos el balón. Amonestó a Flavio Aurelio y Aimar.

Unos 35.000 espectadores en Mestalla en el partido de vuelta de la Supercopa. El Deportivo gana el torneo pues se había impuesto en el partido de ida, por 3-0. La policía antidisturbios tuvo que intervenir, golpeando a un grupo de hinchas, tras una acción en la que Aimar le quitó, de un cabezazo, el balón de la mano a Molina.

El objeto que impactó en Cañizares en Riazor sirvió para que el Valencia se olvidara de hablar durante la semana de lo que allí había sucedido: la gran superioridad deportivista en aquella primera media hora. Y la poquísima pegada del conjunto de Rafa Benítez, arrastrada ya en gran parte del pasado ejercicio. Consciente de su inferioridad técnica, el Valencia quiso imponerse ayer por la vía física y anímica. Pero se pasó de revoluciones.

Ayala sacó a pasear su lado pendenciero y se cargó la final en un instante. Le ganó en el salto a Makaay, pero no se conformó con eso: le soltó el codo y el ya mítico Rafa, el árbitro asistente que todo lo ve -lo que es y lo que no es-, lo mandó a la calle. El central argentino tiene muy arraigado ese sentido arrabalero y macarra de marcar la raya: de aquí no pasa nadie, y eso le habrá dado algunos puntos a su equipo, por su poder de intimidación y todo eso, pero seguramente le ha quitado muchos más. Y como el partido de ayer se había calentado tanto, Ayala no tardó ni un minuto en querer reivindicar su papel de capo. Se le fue la mano.

La expulsión de Ayala desestructuró al Valencia, que ya jugó sin pies ni cabeza: todos fuera de lugar tratando de cubrir el espacio que había dejado libre con su ausencia el central argentino. Todo eso ante un equipo tan estable y potente como el Deportivo, que se dedicó a desgastarse lo menos posible. A chocar cuanto menos. A correr lo mínimo. A jugar, en suma, al tran-tran. Su trabajo estaba hecho, impecablemente, en A Coruña el domingo pasado.

La viva imagen de la impotencia: Aimar, el rey de la imaginación, el inventor de miles de jugadas distintas, sin saber qué hacer con el balón, rodeado de una baraja de rivales blanquiazules. No era un buen día para vestirse de blanquinegro: no sólo jugaban ante el Deportivo con un hombre menos, sino que cargaban con un resultado en contra de 3-0. Mucha desesperación de la que pudo abstraerse el meta Cañizares, evitando varias veces con los pies que el Depor hurgara más en la herida valencianista. También Vicente supo regatear a la depresión y seguir con su tesoro de regates e incursiones varias. Hizo la guerra por su cuenta y con un pase en profundidad pudo romperse la ceñida defensa deportivista, pero Salva, que disparó con la derecha cual pata de palo, pifió el remate. Del mismo modo que erró un cabezazo cruzado en la segunda parte tras un centro de Rufete desde la derecha. Quería Salva demostrar que es el delantero que le falta al Valencia, pero resultó todo lo contrario.

El Deportivo estuvo tan cómodo que pareció ausentarse de Mestalla, pensar en otra cosa. Sobre todo sus interiores, Víctor y Fran, que estaban incluidos en la alineación de Irureta, pero luego, sobre el campo, había dudas. Valerón sí quiso, en un principio, aprovechar el boquete abierto por la falta de Ayala, pero después perdió interés en el asunto: demasiado fácil, pensó el grancanario. Eso sí, Mauro Silva no perdió tensión ni se olvidó de perseguir a Aimar por donde fuera.

Benítez tampoco arriesgó gran cosa en lo que podía haber sido un intento alocado de su equipo. Mantuvo los cuatro defensas atrás y el único punta arriba: Salva. Sánchez salió ya al final y no sustituyendo a algún defensa, no, sino por el media punta Aimar.

El partido, herido de muerte en el minuto uno, siguió su camino hacia ninguna parte, tratando Vicente de reanimarlo de un zurdazo inesperado. Su perseverancia fue realmente meritoria. Así que Benítez, sorprendentemente, decidió premiarlo con la ducha, sustituyéndolo por Carboni. Desfondado el Valencia, lo apuntilló Víctor picando suavemente el balón ante la salida de Cañizares.

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