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Ronaldo se acerca a la cima

Brasil, con un gol de su estrella, derrota a una excelente Turquía en el mejor partido del Mundial

¡Ya era hora! Resuelto el mejor partido del Mundial a favor de los brasileños, por fin éstos y los alemanes echarán su primer pulso en la historia del gran campeonato. Lo harán en el escenario más común de ambos, en una final, su patio particular.

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Al fin fútbol

Desde 1950, brasileños o alemanes han estado en ella, salvo en la edición argentina del torneo, cuando los locales derrotaron a Holanda. Pero esa es otra historia. La de ayer, con Turquía de por medio, fue estupenda. Brasileños y turcos dibujaron un encuentro magnífico, jugado en doble dirección, con los porteros a destajo toda la noche, con un amplio repertorio de regates, de toques de orfebrería. Y todo en medio del alto voltaje que siempre tiene una semifinal ajustada, en la que Turquía no fue ninguna cenicienta. Hizo todo lo que se le presupone a un semifinalista con cuajo y demostró la extraordinaria evolución de su fútbol en la última década.

Su gesta en este Mundial no es cosa de una ruleta saltarina, sino obra de un notable grupo de futbolistas, con Basturk a la cabeza, que se han sacudido la anarquía que les caracterizaba y hoy forman un conjunto armónico, contundente en defensa y extraordinariamente dinámico en el centro del campo. En su contra, la pegada, algo escasa. Le falta la dinamita que separa a los elegidos de los buenos mortales. Lo que va de Ronaldo, que en medio del desierto y rodeado de espigas turcas se inventó un gol, a Hakan Sukur, el máximo goleador de la historia de la selección de su país, seco todo el Mundial.

Ronaldo, incluso paliducho, incluso cuando sus músculos de porcelana le obligan a moverse a trancazos, aún es capaz de marcar las diferencias. No es el que fue, y quien sabe si alguna vez resucitará del todo, pero sus fogonazos en este Mundial son lo mejor del campeonato. En un torneo tan escuálido de figuras, sin noticias de los Zidane, Figo, Beckham o Totti, y sin pistas de ningún tipo sobre sus relevos, que Ronaldo sea ya el máximo goleador a falta de una jornada es una excelente noticia. Un activo imprescindible para este fútbol plano en el que abundan iconos y faltan jugadores de verdad, cuyo mensaje se ajuste más al campo de juego que a las pasarelas.

Frente a Turquía, Ronaldo apareció en el momento justo, después de un tiempo de equilibrio, con los turcos devolviendo golpe a golpe. El equipo de Gunes jamás se achicó y ofreció todo aquello que Basturk, su diamante, fue capaz de ofrecer. Lo cual es mucho, porque el pequeño jugador del Leverkusen juega cada día mejor. Le faltan pilas, pero mientras le funciona la batería descose a cualquiera. Donde no le llega el físico le alcanza la cabeza, y siempre tiene a mano una escuadra y un cartabón.

Como los brasileños no sujetan a nadie, Basturk puso todo el picante otomano durante el primer tiempo, y en muchos momentos parecía el más brasileño sobre la hierba. De hecho, Turquía tuvo más posesión de la pelota —a lo que también contribuyó Emre, otro con mucha capacidad y poca carrocería— y si no sacó más renta fue por que dispara con fogueo, cuestión que sobre Brasil no se discute. Máxime si Rivaldo anda a la caza de algún récord —ayer podía haber igualado la soberbia marca de Jairzinho en el 70, seis partidos consecutivos marcando— o por la arena se mueven Roberto Carlos o Cafú, las dos vías por las que los brasileños tocan la corneta.

Sólo entre el azulgrana y el madridista dispararon más que todos los turcos juntos. Especialmente Rivaldo, que tuvo al portero turco en danza buena parte de la noche.

El centímetro que más de una vez le faltó al barcelonista lo ajustó Ronaldo apenas iniciado el segundo tiempo. Silva metió el turbo tras una ataque de Turquía y al llegar a la zona de conflicto, en la que se siente un marciano, dejó la pelota a los pies de Ronaldo, que debía buscarse la vida entre un laberinto de defensas. Aceleró, encontró una rendija entre tanto espinilla y soltó un punterazo no demasiado ortodoxo, pero sí instantáneo, seco, cuando nadie lo esperaba, ni siquiera Rustu, tan brillante todo el partido El gol, muy a lo Romario, dio paso a los momentos más activos del delantero, que con los turcos al abordaje sirvió dos fabulosas asistencias a Kleberson y Edilson. Ambas debieron haber cerrado el choque, pero su falta de tino mantuvo el fuego encendido. Y más aún cuando Ronaldo, que hacía minutos que iba a por todas, se lastimó al intentar amortiguar un pase sencillo.

Con su marcha al banquillo, Brasil plegó velas. Cafú y Roberto Carlos, que hicieron un despliegue sensacional, se pusieron los grilletes en defensa y el equipo se tapó algo más. Luizao, el relevo del goleador, era incapaz de dar una salida a Brasil, pese a que el ex deportivista vivía a sus anchas, con Turquía al asalto. Basturk movía la pelota en todas las direcciones, de orilla en orilla, por el centro, en búsqueda de alguna pared. Los turcos lo hacían todo bien, salvo ajustar el punto de mira. Hakan Sukur, en un dificilísimo remate a la media vuelta que desvió Marcos, fue quien más cerca estuvo de remediar el asunto. No hubo manera, aunque Brasil nunca se sacudió el susto, como lo demuestra que el partido agonizara con Denilson regateando al cronómetro junto a un banderín. Sin duda, el botín lo merecía: la tercera final consecutiva de Brasil, el mecenas del fútbol durante tantos y tantos años, que sin tener un

equipo muy cosido sí ofrece lo más festivo del Mundial.

Ahora, de una vez por todas, tendrá que discutir con los alemanes, lo que pocas veces conviene. Y allí estará Ronaldo, que regresa a la misma cima por la que se despeñó hace cuatro años. El fútbol le estaba esperando. Como llevaba semanas suspirando por un duelo como el de ayer.

Ronaldo celebra su gol contra Turquía.
Ronaldo celebra su gol contra Turquía.REUTERS

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