El Valladolid abre la crisis del centenario
El Madrid fracasa en Zorrilla y prolonga su bache con una nueva derrota fuera del Bernabéu
El Madrid siguió vulgar en Valladolid. Muy vulgar. Con lagunas en defensa, mediocridad en el centro del campo y sin peso alguno en el ataque. El Valladolid alcanzó el gol de la victoria a última hora, pero le superó en todas las suertes. Le quitó la pelota, le cerró todos los caminos y le golpeó con daño arriba, por donde Fernando Sales se reivindicó para mayores empresas. El Valladolid dejó la imagen del Madrid en el suelo.
El Madrid pasó una mala primera parte, muy mala. Moré estable´ció a priori que el equipo blanco, ausentes Zidane y Fernando Hierrro, sólo serían Raúl y Roberto Carlos y construyó una alineación con trampas dirigidas a los dos. Dejó en el banquillo a Luis García, habitual otras tardes, y arrojó sobre el césped a Chema para cerrar el costado de Roberto Carlos y recomendarle de paso, puesto bien arriba, que tampoco se la jugara demasiado intentándolo. A Raúl le metió directamente en la cárcel, en la de Mario, que puso su aliento sobre el delantero y no le dejó un centímetro de libertad. Y la cosa quedó en dos partidos, uno el que jugaban el Valladolid y el Madrid, diez contra diez, y otro el que disputaban Mario y Raúl. Fuera donde fuera Raúl, incluso cuando el balón estaba parado, allí se iba su fiel acompañante.
Confiscado Raúl y desaparecido Roberto Carlos, el Madrid no fue nada en la primera parte. En ninguna de sus líneas, siempre a merced del Valladolid, que ofreció una pinta fabulosa. Enérgico en la presión, el equipo local le prohibió la pelota a su rival. Siempre incómodo, siempre atosigado, el Madrid echó de menos a alguien que dirigiera la circulación, alguien con el criterio y la serenidad suficiente para poner las cosas en orden. Porque se quedaron los visitantes sin salida de la pelota desde atrás, donde Karanka arriesgó más de un balón peligroso, y arruinados en el medio campo. Por Makelele, que bastante tiene con el contenido defensivo de su fútbol pero, sobre todo, por Helguera, definitivamente instalado en un momento deplorable. Ambos entregaron la zona clave y en suma el mando al Valladolid.
No encontró el gol el equipo de Moré en esos primeros 45 minutos, pero pujó por él por numerosas razones. Especialmente las que adujo Fernando Sales, que ayer abandonó su habitual carril en la derecha para irrumpir portodos lados como segundo delantero y convertirse en un constante dolor de muelas para la zaga madrileña. Su velocidad, su habilidad para asomarse e irse, se hizo indescifrable y provocó numerosas averías. Le ganó a Salgado, a los centrales y a Roberto Carlos, cada vez a uno. Y sus diabluras no recibieron el premio del gol, porque esta vez a Tote, su socio en casi todas las maniobras, no se le encendió la luz.
Todo el viento ofensivo que acertó a soplar el Madrid se lo quitó de encima Caminero silbando. Ayudado por el rigor posicional de sus compañeros, por la energía con la que acudían a la presión y los balones divididos, Caminero ejerció de almirante en el Valladolid. Con autoridad, con elegancia, con lujo, con sangre fría, fue el amo de la defensa: el mejor Caminero ha vuelto.
Las maniobras de fontanería con las que Del Bosque trató de tapar agujeros tras el descanso no fueron solución. Solari, también impreciso en el primer tiempo, y el desastroso Helguera se quedaron en la caseta. Pero ni Macmanaman, por la izquierda, ni Celades, como medio centro, consiguieron darle al Madrid un salto de calidad. Tuvo más el balón, pero porque el Valladolid fue perdiendo oxígeno para morder y retrocedió metros. El partido permaneció en manos del bando local, que no solo recorrió minutos y minutos sin rasguños, sino que encontró al fin el gol. Llegó, como no, en otra arrancada de Sales, contra quien no podía competir ninguna otra zancada. Se fue la bala por la derecha, Casillas rechazó como pudo y el otro Fernando marcó a placer.
A la vista del panorama, Del Bosque decidió ya tirar del todo. Sentó a Salgado y dio entrada a Guti -MacManaman se reconvirtió en lateral derecho-. El Valladolid dio otro pasito atras´, empezó a jugar demasiado metido en su área y a los pocos minutos, sin hacer nada del otro mundo, el Madrid se lo hizo pagar: Figo descolgó una de sus viejas roscas y Morientes se reencontró con su oficio.
El gol del Madrid, eso sí, no cambió de sitio los muebles. El partido se le seguía haciendo grande. El Valladolid volvió a mirar a la portería de Casillas, ya sin el entusiasmo y el oxígeno del primer tiempo, y la defensa del Madrid volvió a sangrar a cada carrera de Sales. Y al final, en otro agujero defensivo del Madrid, en un cabezazo de Jesús a la salida de un córner, el Valladolid encontró justicia a su indiscutible superioridad. Marcó, se llevó los puntos y abrió la crisis del Centenario.
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