Condenados al huracán marroquí
Redolat y Estévez pasaron sin apuros a una final que será lanzada por los pretorianos de El Guerruj
Estévez reiteró que se encontraba perfectamente, pero no pudo evitar un comentario que abre dudas. "He estado bien dentro de lo que cabe". Se le escapó la apostilla, que vino a coincidir con la sensación que había dejado en la semifinal. No tuvo problemas hasta los últimos 300 metros. Atendió a todos los movimientos, pareció cómodo con el paso impuesto por el keniano Lagat y hasta se permitió dirigir las operaciones en la última vuelta. Hasta ahí, todo funcionó según la idea que se tiene del mejor Estévez. La prueba había sido bastante exigente, con unos parciales que desembocarían en una marca de 3.35.82 minutos. Había, por tanto, numerosos elementos para el análisis. Estévez había superado el examen con facilidad, pero le faltaba rematar. No se trataba de ganar la carrera, sino de enviar mensajes, como había sucedido el día anterior. Y en este punto, el atleta español no superó la última prueba. Le pasó Rui Silva y luego Lagat, Kaouch y el francés Baala. Por supuesto, Estévez no se mató en la recta, pero dejó un aire de pesadez que luego no quiso admitir ante los periodistas. No era el momento de confesar debilidades. O quizá se trate de un maestro de la escena, cosa tan frecuente en el 1.500, distancia de actores consumados. La verdad sobre Estévez se conocerá hoy.
Redolat no escondió nada, pero tampoco gastó demasiado. Es lo que sucede cuando un atleta atraviesa un estado perfecto de forma. Se ve en la seguridad de los movimientos, en la capacidad para reaccionar ante los imprevistos, en la contundencia de las acciones. Lo demostró en la primera ronda y lo confirmó en las semifinales. Andrés Mayordomo, su entrenador, le había reprochado su generosidad en la primera eliminatoria. No quería un gramo de desgaste, pero Redolat había visto la retirada de Andrés Díaz y temió una carrera complicada. Mayordomo le regañó por aquel ataque largo, por la quema de energías. "No te preocupes, estoy perfectamente", le respondió su atleta. Durante 14 años, Mayordomo ha dirigido a Redolat. Le ha visto progresar por encima de lo que mucha gente esperaba. A la sombra de Estévez y Roberto Parra desde los años de cadete, Redolat ha alcanzado con 24 años la madurez perfecta para asumir su papel en el gran mundo del mediofondo. No es una cuestión de marcas: se trata de oficio y confianza en su calidad. Así que le dijo a su entrenador que estuviera tranquilo. No iba a pagar ningún exceso en la semifinal. Ya no es el atleta que salió a gorrazos de Sydney, en una semifinal que le dejó huella. Durante dos meses se sintió deprimido, pero salió del agujero con una entereza que le ha convertido en un atleta nuevo.
Frente a El Guerruj, el español funcionó con tanta soltura que su candidatura al podio está clarísima. No le resultará fácil, y menos aún en lo que se presume como una final supersónica, una final que medirá más la fuerza que la inteligencia. Redolat confesó que el ideal sería una prueba sobre 3,33 minutos o 3,34. "En ese registro veo accesible incluso a El Guerruj, pero si la carrera va a toda mecha será muy complicado seguirle", añadió. Eso lo saben Redolat y Estévez. Y, por supuesto, El Guerruj, que no quiere bromas como la de Sydney. Allí le falló su liebre. Por si acaso, en Edmonton contará con dos, Kauch y Hachlaf, sus pretorianos predilectos.
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