Colombia grita gol (3-0)
Perú aguanta 50 minutos a la defensiva, pero acaba aplastada por los anfitriones
El 1-0 fue un desahogo colectivo, un acto de toda justicia. Descorchada la botella, el partido ya se hizo real y acabó por poner de acuerdo el juego con el resultado. La ráfaga de goles (Giovanny y otra vez Aristizábal) premió a Colombia con una entrada grandiosa en las semifinales y castigó a Perú por su conducta miserable.
El duelo dio la razón a Maturana. No sólo porque volvió a pintar un equipo que anda decididamente por el buen camino, sino porque encumbró a sus jugadores, a sus apuestas personales contra la opinión de la mayoría. A Giovanny Hernández, una maravilla de futbolista, un virtuoso del pase definitivo. Y a Aristizábal, un goleador de todas, todas, de los que mantiene la sangre fría en los metros donde a los demás se le pone a hervir, en el corazón del área.
Colombia no fue del todo clara en la primera mitad. Le puso toda la intención al juego, pero se dejó llevar por las prisas y la mala colocación. Porque se arrimó demasiado al encierro peruano, sin darle oxígeno a la pelota. Maturana se dio cuenta y corrigió tras el descanso. Retrasó unos metros a Giovanny y le entregó claridad para derramar sus pases.
Cinco minutos después del descanso, Colombia encontró la llave buena. Perú se acordó entonces que el fútbol es también ataque, que el campo del rival también existe, pero ya era tarde. Ya no podía frenar a Colombia, que fue un vendaval hasta el 3-0. Luego, con Giovanny ya cargando pilas para las semifinales, se dedicó a sestear.
Cuatro partidos, cuatro victorias; ocho goles a favor, ninguno en contra. Colombia sale también entera y crecida de los cuartos de final.
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