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¿El fin de una época dorada?

Tras la derrota, el Valencia se convierte en presa de los tiburones que anhelan su control y se expone a la fuga de estrellas

El Bayern asestó ayer una puñalada en el corazón del Valencia, que no ha podido coronar con éxito tres años extraordinarios. Tal vez por el peso de la historia, dos clásicos europeos, primero el Madrid, y ayer el Bayern, han dejado al club de Mestalla a las puertas de la gloria, en dos años consecutivos. La derrota castiga duramente tanto a un grupo de jugadores maduros y ambiciosos como a un técnico, Héctor Cúper, que cargará por mucho tiempo con una fama de segundón que no se corresponde con sus méritos.

Con tres partidos de Liga por disputar y la clasificación para la Liga de Campeones en el aire, ¿será el partido de ayer un golpe mortal para el equipo de Cúper? No debería si se atiende a la fortaleza mental tanto del preparador argentino como del grupo de futbolistas. En todo caso, no será nada fácil superarlo. Para un conjunto tan obsesionado durante dos años con conquistar la Liga de Campeones, el regreso cabizbajo a la realidad de la Liga será muy duro. El calendario tampoco ayuda: primero una visita a Santander ante un Racing desesperado, después llega el Deportivo a Mestalla, y finalmente un Barça-Valencia en el Camp Nou con todo por decidir. ¿Y con Cúper en su próximo estadio?

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De no entrar en la Liga de Campeones en la próxima edición, el club de Mestalla se aprestaría a pisar una superficie resbaladiza. Abonada para que algunos tiburones que merodean las aguas del club decidieran volver a entrar en acción, es decir, para resucitar las luchas por el poder interno. Eso, añadido a la marcha de Héctor Cúper del banquillo, apuntarían al final de un ciclo, a la vuelta a los viejos tiempos de la depresión. Bajo esta perspectiva tan pesimista, viene a la mente de inmediato lo que le ha ocurrido al Benfica, un bicampeón de Europa que arrastra una decadencia considerable que le ha excluido de Europa para el próximo ejercicio por primera vez en su historia.

Todo pasa, en cualquier caso, por la madurez de los dirigentes del Valencia, de la manera de analizar los últimos tres años, que han sido, a pesar de la derrota de ayer, los mejores de la historia del club. Y por el entrenador que sustituya a Cúper, que será español, según los gustos del secretario técnico, Javier Subirats, y que tendrá un reto gigantesco: mantener en la cima a un conjunto deprimido por dos finales perdidas consecutivas.

Cuando el 26 de junio de 1999, el Valencia conquistó la Copa del Rey en Sevilla, algunos aventuraron el inicio de una época dorada. Había motivos para creerlo: una plantilla emergente; una estabilidad social que ha sabido manejar con gran habilidad el camaleónico presidente, Pedro Cortés; una masa social fidelísima y exigente; y un jugador bandera al frente de todo, Gaizka Mendieta, que se ganó la capitanía tras una larga travesía del desierto.

De aquel equipo que vapuleó al Atlético de Madrid en Sevilla (3-0) en la final de Copa, quedan algunos jugadores (Cañizares, Angloma, Carboni, Illie y Björklund), pero nadie simboliza tan bien el crecimiento de este equipo como Mendieta. La evolución del Valencia ha sido directamente proporcional a la evolución futbolística de Mendieta. Hasta convertirse, junto a Raúl, en el futbolista español más valorado fuera de España. El Milán está empecinado en ficharlo. Ya está ofreciendo 7.000 millones de pesetas más algunos jugadores al Valencia. Pero Cortés se niega: sería como vender el escudo. Así que, o sueltan los 10.000 millones de la cláusula de rescisión, con la aquiescencia del jugador, o nada. El verano, en todo caso, será largo en este sentido.

Desde el descenso a Segunda División, en 1986, y el posterior regreso a la máxima categoría un año después, el Valencia había vivido un poco de todo. Un par de temporadas de asentamiento en Primera, unas cuantas campañas de un regreso austero a la UEFA a través del tristón Víctor Espárrago, la alegría y la decepción que trajo Guus Hiddink a Mestalla por partes iguales, el subcampeonato de Liga de Luis Aragonés, las perversas luchas internas por acceder al poder, el asalto al mismo de un presidente de la escuela de Jesús Gil, Paco Roig, expulsado del campo por el clamor popular (aquel entonado cántico: “Paco vete ya”), … Pero nada comparable a los tres últimos años, por mucho que ayer se perdiera una segunda gran oportunidad.

Esta época de vacas gordas también ha provocado la envidia de algunos dirigentes de clubes vecinos. Caso de ese vicepresidente del Barça que declaró, en la tarde previa de la final de ayer, que Cúper tenía firmado un precontrato con el club catalán. Muy oportuno. Otra consecuencia del éxito es el abordaje que ha tenido que soportar el Valencia por parte de los clubes más poderosos, que se han precipitado a por sus estrellas. El Barça se llevó a Gerard, el Lazio al Piojo y el Inter a Farinós. Se espera una segunda acometida en los próximos días.

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