Cómo perderse en Sos del Rey Católico (y conseguirlo de verdad)

Este pueblo medieval de Zaragoza, con calles y edificios armoniosos de piedra, con un patrimonio muy bien conservado y con un parador convertido en una locomotora que tira del resto, atrae tanto a sus visitantes que algunos de ellos se convierten en vecinos

Mariano Ahijado

574 habitantes, tantos como plazas hoteleras, se cuentan en Sos del Rey Católico, un pueblo medieval del noroeste de Zaragoza que cambió el trigo de sus campos por el pan tostado del bufé del desayuno. El salto de la agricultura al turismo se inició en 1968, cuando recibió la distinción de Conjunto Histórico Artístico; prosiguió con la inauguración de su parador en 1975, que ha propiciado la apertura de otros alojamientos, restaurantes y comercios; y continúa cada día con la comunión entre los lugareños y los visitantes. Este municipio abre sin preguntar los siete portales de su muralla a los de fuera; tanto, que algunos acaban quedándose a vivir en una de sus muy bien conservadas casas de piedra. La bibliotecaria procede de San Sebastián, la guía turística es de Soria, el confitero se crio en Cuenca, el presidente de la Asociación de Empresarios Turísticos nació en Santoña… En Sos da igual ser que estar.

EL PARADOR Y SU COMARCA

Felipe Díaz es el presidente de la Asociación de Empresarios Turísticos, que agrupa los 24 establecimientos existentes en este pueblo desplegado sobre dos promontorios. Díaz, cántabro, regenteaba un negocio de fotografías en Zaragoza antes de jubilarse en Sos, que es un decir, porque no para de involucrarse en actividades culturales, como el festival musical Sos en Vivo, las jornadas micológicas o la conmemoración del nacimiento cada 10 de marzo de Fernando el Católico en el palacio de Sada, un edificio renacentista construido en piedra de sillería y que alberga la oficina de turismo.

“El parador es la locomotora del turismo en Sos”, afirma Díaz, que acaba de regresar del Senado de celebrar los 20 años de la constitución oficial de la comarca de las Cinco Villas, a la que pertenece el municipio. Este jubilado sin descanso asegura que el pueblo está encantado con el ambiente que crean los visitantes todo el año: “Sos es grande. Llegó a tener 3.000 habitantes en los sesenta. Su población siempre ha estado acostumbrada a que hubiera gente”, recuerda. Con el paso de los años ha perdido población, pero no fuerza.

UN PUEBLO DE ÉPOCA

Lo que más valoran los de fuera es la amabilidad de los vecinos, dispuestos a ayudar a todos los que se pierden por las estrechas cuestas. “Hay un señor que acompaña de forma espontánea a grupos de turistas que están de visita para explicarles todo lo que hay que ver”, cuenta Díaz en las inmediaciones de la antigua sinagoga. “Arquitectura y senderismo”, tercia Isabel Pérez, tesorera de esta asociación de empresarios y que además regenta un alojamiento rural.

La esplendorosa arquitectura, y el patrimonio, quedan representados en la casa de la Villa, un edificio renacentista donde se ubica el Ayuntamiento; o el colegio Gil de Jaz, que cuenta con un llamativo alerón de madera, un detalle presente en otras construcciones de Sos. El senderismo al que alude Pérez se manifiesta en plenitud en la ruta GR1, que pasa por la puerta del parador y que conduce al visitante a la torre de Añués en menos de dos horas; en el kilómetro de sendero que une el hotel con el monasterio de Valentuñana, de finales del XVII; o, a 20 minutos en coche, ya en Navarra, en la foz de Lumbier, un barranco creado por el río Irati. Cuenta con aparcamiento y el paseo lo comparten jubilados de Lumbier y visitantes de Sos.

DENTRO DEL PARADOR

Héctor Carril, director del parador, también es de fuera. Nació hace 42 años en A Coruña y se asentó hace cuatro en Sos con su familia. Carril señala otro revulsivo tras la apertura del hotel: el rodaje en 1984 de La vaquilla, de Luis García Berlanga. Una estatua del director valenciano adorna una de las empinadas calles de piedra. Se inauguró con motivo del 25 aniversario de la película. 12 sillas típicas de director repartidas por localizaciones en las que se rodó el largometraje protagonizado por Alfredo Landa completan la obra en bronce del escultor José Luis Fernández.

A los efectos económicos evidentes de la llegada de visitantes se le suman otros beneficios que Carril sintetiza en “fijar servicios”: el colegio, que cuenta con una treintena de alumnos, sigue abierto, hay un centro de salud, farmacia, gasolinera… Para ver una película en el cine, los habitantes de Sos se desplazan a Pamplona. Para ir a trabajar, todos aquellos que no se emplean en servicios, van a Sangüesa, también en Navarra, que cuenta con industrias alimentarias y una papelera. La relación de Sos con la comunidad autónoma vecina es muy grande porque existen fronteras administrativas menos poderosas que las orográficas, como la sierra que separa este pueblo con Uncastillo, otro de los municipios que conforman las Cinco Villas. “Pero nos sentimos muy aragoneses”, apunta la lugareña Raquel de Gregorio, que junto con Sandra Ilarri, que abandonó Soria hace 18 años, son las dos guías turísticas oficiales que enseñan la judería, las pinturas murales góticas de la iglesia de san Esteban o los miradores al valle de Val d’Onsella o a los Pirineos, si el día está claro.

3 SALIDAS EN LOS ALREDEDORES

Loli Ibañez procede de San Sebastián y se asentó en Sos hace 24 años. Gestiona una tienda de recuerdos, un hotelito de seis habitaciones y se desempeña como bibliotecaria. Esta historiadora destaca la labor que han hecho las instituciones en Sos, tanto en restaurar como en mostrar: “Lo que se conoce, se valora. Lo que se valora, se cuida”, afirma en la plaza de la Villa, otro punto que visitar. “El parador situó Sos en el mapa y sirvió para que el resto se animara a abrir otros negocios”, cuenta Ibáñez, que ha publicado un libro sobre la portada románica de la iglesia de San Esteban en el que disecciona todos sus elementos tras 10 años de estudio. “Un hobby de invierno”, describe.

Hay otros comercios que ya estaban en el pueblo, pero que han visto cómo ha cambiado la clientela. La fábrica de chocolates Santa Orosia se fundó en 1916. Pedro Rodríguez conoció a su mujer, la heredera del negocio, en Peñíscola. Elabora turrón, trufas y otros dulces de forma artesanal. “Vivimos del turismo. El parador es el motor, el gran reclamo”, afirma mientras coloca los moldes de madera que sirven para dar forma al turrón al corte que vende. “Cerramos en enero y en febrero, cuando lo hace el parador”, asegura, igual que las guías turísticas, que paran y se toman unas vacaciones invernales cuando termina la Navidad.

PARADORES RECOMIENDA

La arquitectura y la naturaleza, los dos grandes reclamos del pueblo, como señalaba la empresaria Pérez, se completan con el cicloturismo. El terreno presenta unas características propicias para montar en bicicleta por existir pistas de tierra y puertos de montaña. Javier Gallart es un ingeniero de Zaragoza que se asentó en Sos cuando se decretó el estado de alarma en 2020. Monta en bici de montaña y de carretera. Destaca las apenas transitadas carreteras secundarias de la zona, donde resulta raro encontrarse con un coche.

Los clientes del parador se acercan en sus vehículos desde Madrid o Barcelona, Zaragoza o Pamplona… Francia o Países Bajos. Algunos aún no lo saben, pero acabarán viviendo en el pueblo.

ARAGÓN EN 4 PARADORES

CRÉDITOS

Redacción y guion: Mariano Ahijado
Coordinación editorial: Francis Pachá
Fotografía: Justy García Koch
Desarrollo: Rodolfo Mata
Diseño: Juan Sanchez 
Coordinación diseño: Adolfo Domenech


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