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Blogs / Cultura
El toro, por los cuernos
Por Antonio Lorca
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Juan Ortega, a las puertas de Madrid, entre el mal ‘bajío’ y la vecina de su maestro, Pepe Luis Vargas

El torero sevillano vuelve mañana a Las Ventas tras su ausencia en la feria de San Isidro

Pepe Luis Vargas observa el entrenamiento de Juan Ortega en el parque de María Luisa de Sevilla.
Pepe Luis Vargas observa el entrenamiento de Juan Ortega en el parque de María Luisa de Sevilla.PACO PUENTES
Antonio Lorca

En el otoño de 2016, el torero Juan Ortega andaba perdido; había tomado la alternativa en 2014 y su agenda estaba vacía. Una mañana acudió a la escuela taurina que dirigía Pepe Luis Vargas, el fino torero de Écija, se presentó a él y le pidió ayuda. “¿Pero tú no estás retirado?”, le espetó el veterano maestro. “No, es que toreo muy poco”, le respondió el tímido Juan. “El toreo está muy difícil”. “¿Difícil?”, le dijo Vargas. “Difícil está para quien no se arrima y no quiere ser torero; si algún día me necesitas, aquí tienes mi teléfono”.

Juan lo llamó al poco tiempo, y quedaron citados en la sevillana plaza de San Gil, junto a la basílica de la Virgen Macarena, donde vive el maestro ecijano. “Quiero que usted me apodere”. “¿Yo?, pero si no conozco a nadie”. “No necesito torear, maestro, quiero aprender a torear”. Vargas quedó pensativo, volvió la mirada hacia el joven desmoralizado y le dijo: “Déjame que lo consulte con la vecina”.

Sorprendido y atónito ante la respuesta, Juan Ortega vio cómo Vargas entraba en la basílica, se sentaba en un banco junto a la Virgen, y allí se detuvo el tiempo necesario para hablar y tomar una decisión. “Que dice la vecina que podemos hacerlo, y que la cosa va a ir bien”.

Por estos berenjenales intimistas anduvo Juan Ortega el pasado miércoles —a dos días de que mañana, sábado, haga el paseíllo en la Feria de Otoño tras su ausencia en San Isidro— cuando junto a un grupo de partidarios se encerró en un hotel madrileño para hablar de lo humano y lo torero con el escritor Juan del Val y la periodista Isabel Ferner.

“Lo más difícil es conseguir que el toro sea tu prioridad en la vida, más importante, incluso, que tu familia”

Nervioso y asustado en el paseíllo del acto, y artista y profundo después, Ortega reflexionó sobre su vocación, el valor, el miedo, el mal ‘bajío’ (la mala suerte), el temple, la profundidad… Y todo, con esa serenidad de la que este torero hace gala con los engaños en las manos.

Contó que Pepe Luis Vargas llegó a su vida en un momento trascendental, ambos hicieron del sevillano Parque de María Luisa su ruedo particular y allí, cada mañana, desgranaron algunos de los múltiples vértices del arte del toreo.

“El torero nace con unas condiciones”, afirmó Ortega, “pero tiene que aprender, tiene que hacerse para que no se pierdan las cualidades innatas”.

Recordó que su padre, Jacinto, -ambos son ingenieros agrónomos-, fue el primero que le transmitió su afición a los toros, y admitió que sus primeras andanzas taurinas las hizo para que se sintiera orgulloso de su hijo.

Juan Ortega, entre Juan del Val e Isabel Ferrer, el pasado miércoles en Madrid.
Juan Ortega, entre Juan del Val e Isabel Ferrer, el pasado miércoles en Madrid.

Ambos sufrieron un accidente de tráfico y un motorista quedó bajo las ruedas del coche que conducía Jacinto. Mientras el padre no acertaba a tomar una decisión adecuada, conmocionado por lo ocurrido, Juan, que era un niño, mantuvo la calma, se metió debajo del coche y consiguió sacar a flote al herido. “Vas a ser un hombre templado”, sentenció su padre. “Se torea como se es”, le dijo el miércoles Juan del Val al torero, parafraseando a Belmonte.

“Lo más difícil es que el toro sea tu prioridad en la vida, más importante, incluso, que tu familia”, afirmó Juan Ortega.

Y contó que Pepe Luis Vargas le preguntó un día qué era lo fundamental en la suya, “y yo le respondí, por este orden, que mis padres, mi hermana, el toreo y la salud, y el maestro me miró sorprendido y me dijo: “Si hay algo que te haga más feliz que torear, no vales para esto”.

¿Cómo estás a pocas horas de vestirte de luces en Madrid?, le preguntaron.

“Cada vez que he venido a esta plaza”, respondió, “he creído que lo hacía en mi mejor momento; después, echo la vista atrás y digo ‘madre mía’, pero ahora me encuentro con confianza, y espero que esta sensación se convierta en valor”.

“Busco la profundidad a través de mi cuerpo, que debe saber expresar lo que estoy sintiendo en ese momento”

Habló Ortega también sobre el miedo, “el instinto de conservación, que pretendes superar con el valor”, y de la profundidad. “Me obsesiona ese concepto porque me llena y emociona al público”, añadió el torero. “Busco la profundidad a través de la expresión de mi cuerpo, porque ese es el medio del que dispongo, como el pincel del pintor; mi cuerpo debe saber expresar lo que estoy sintiendo delante del toro”.

Y hubo tiempo para hablar de las supersticiones de los toreros, lo que Ortega llamó ‘el mal bajío’. Afirmó que había padecido muchas, “pero llegó un momento en que me esforcé para que desaparecieran porque suponían un agobio”. Pero admitió que algunas le quedan, y para justificarlo contó lo que le sucedió a su amigo y torero José Luis Moreno.

“Él creía que Canito, el famoso fotógrafo ya fallecido, le traía mala suerte, de modo que evitaba que lo tocara en los patios de cuadrillas, hasta que un día, en Valencia, decidió acabar con la superstición y le dio a Canito un fuerte abrazo antes de hacer el paseíllo. Esa tarde, Moreno sufrió una de las cornadas más graves de su carrera… De modo que no hay que ser supersticioso”, acabó Ortega entre las sonrisas de los presentes, “pero tampoco hay que hacer tonterías…”

¿Y el toro, Juan? El sábado haces el paseíllo en Madrid…

“El toro”, concluyó el torero, “lo tengo debajo de la cama”.



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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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