Juan Ortega y Pepe Luis Vargas, una ilusionada 'pareja de hecho' taurina
El torero sevillano, ingeniero agrónomo, espera relanzar su carrera junto al exmatador ecijano
El torero Juan Ortega (Sevilla, 1990) tomó la alternativa en septiembre de 2014 y solo ha participado en nueve festejos desde entonces. No tiene nada firmado para este año, pero se muestra como un hombre dichoso e ilusionado, que entrena de la mañana a la noche, y está convencido de que, ahora, ha encontrado el camino correcto para alcanzar su meta.
A su lado -el encuentro se celebra en el parque de María Luisa de Sevilla- tiene al matador de toros retirado Pepe Luis Vargas (Écija, 1959), profesor de las escuelas taurinas de Sevilla y Morón de la Frontera, y reconvertido en su apoderado desde el pasado mes de octubre; cargado de sueños, el mentor es un taurino entusiasta y apasionado que mira a su torero y exclama: “Es que Juan es un diamante en bruto”. Define su relación como una ‘pareja de hecho taurina’ que a todas horas habla de toreo, toros y toreros, y dibuja junto al rumor de una fuente escondida entre flores una imaginaria puerta grande por la que están decididos a salir los dos más pronto que tarde.
He aquí una prueba más de que los toreros están hechos de otra pasta, representados por uno de los dúos que en el toreo son, en el que se unen el sueño de un joven con aptitudes y la sabiduría de un matador preñado de experiencias y recuerdos.
“La aparición del maestro en mi vida ha sido un regalo del cielo”, comenta el torero. “Ha llegado en el momento que más necesitaba encontrar una persona que me aportara su experiencia y compañía”, añade; “un regalazo que llevaba mucho tiempo esperando”.
“La aparición del maestro en mi vida ha sido un regalo del cielo”, afirma el torero sevillano
Tanto es así que, a pesar de sus difíciles circunstancias profesionales (ha toreado poco y su futuro dependerá en gran manera de un triunfo en Madrid o Sevilla), se siente “afortunado”.
“Sin duda, tal y como está el toreo, hoy es prácticamente imposible encontrar una persona que te dedique su vida. Y el maestro me ha ofrecido su confianza, sus conocimientos y su tiempo, que es lo más valioso”.
El apoderado escucha y explica qué ha encontrado en el torero Ortega para erigirse en su preparador físico, artístico y psicológico.
“El toro de hoy es ideal para el que sabe torear, y no para el que torea como todos”, asegura Pepe Luis Vargas
“Él puede alcanzar lo que muy pocos consiguen”, afirma Vargas. “Los toreros no se inventan, y Juan posee condiciones innatas para ser figura. Mire, quien no posea gusto, sentimiento, pellizco, compás o temple no tiene nada que hacer, pero si te encuentras con un torero con materia prima, se puede refinar”.
- ¿Por qué no ha triunfado, entonces, hasta ahora?
- No lo ha conseguido porque se encontraba inmerso en la vorágine de torear como todos. Había perdido su sello personal, su identidad, y había caído en el desánimo, producto de su soledad.
“El toro de hoy -prosigue Pepe Luis Vargas- embiste con más calidad y bondad que nunca, y es ideal para el que sabe torear, y no para el que torea como todos. Tenga en cuenta que vivimos una desnaturalización del toreo auténtico. Hay que saber dibujar y emocionar con quince o veinte pases”.
El aspirante escucha embelesado a su mentor, al que se dirige siempre de ‘usted’ y concede el título de ‘maestro’.
“En el toreo se respeta la jerarquía”, argumenta, “y el maestro ha conseguido muchas metas con las que yo sueño; de ahí mi alta consideración”.
- ¿Qué ha cambiado desde que se cruzaron sus vidas?
- Me ha enseñado a amar mi profesión, a estar enamorado de ella. Había dejado de sentirla, me veía perdido…
Y el mensaje le ha calado tan hondo que Juan Ortega dice haber alejado de sí mismo la lógica frustración por no haber alcanzado aún la gloria.
“No me siento frustrado porque mi manera de interpretar el toreo no era la adecuada. Ahora hablo mucho con el maestro del toreo de Sevilla, de torear con la cintura, acompañar con el pecho, utilizar la muñeca, prestar atención a los vuelos de la muleta… Conceptos y virtudes que para mí no existían y que se me van despertando”.
- ¿Ha sufrido mucho?
- Sí; sobre todo, me he sentido solo, aunque he estado acompañado por buenas personas. Y, sí, a veces, te asalta la tentación de abandonar, pero, por fortuna, la afición ha prevalecido.
“Yo sabía, además, que esta carrera era muy complicada”, prosigue, “pero es ahora cuando creo que estoy capacitado para sorprender”.
- Pero usted no vive de la profesión de torero…
- Vivo para la profesión, pero no de ella; bueno, en realidad, vivo con mis padres.
- Y eso a pesar de que usted es ingeniero agrónomo.
- Sí, pero el estudio siempre lo interpreté como un complemento para mi formación personal, pero no para vivir. Mi objetivo primero es vivir del toro.
Asegura el apoderado que son muchas las posibilidades de que su torero figure en los carteles de la feria de San Isidro; más difícil lo tiene para ‘entrar’ en el abono sevillano.
- Véndase, Juan, ante el empresario de La Maestranza, que lo estará leyendo…
- Creo que parto con una ventaja, y es que los aficionados no me conocen; no soy un torero visto, que haya agotado su oportunidad. Estoy pleno de ilusión, y mis sentimientos son de esta tierra. Todos los aspirantes deben tener opciones en esta plaza, pero más, si cabe, los que se acercan al tipo de toreo que gusta en La Maestranza.
- Seguro que este será su año…
- ¡Seguro! Pero algo tengo claro: si no lo es, no pasa nada. No me agobia el tiempo, me sobra paciencia. Ya llegará. He aprendido a esperar.
Pepe Luis Vargas, corazón grande, apasionado torero y apoderado barbudo y con incipiente curva de la felicidad, sonríe y pide la palabra.
“Aún no hemos firmado ninguna corrida, pero estoy con un torero que me tiene muy ilusionado. Si no eres distinto, si no tienes un misterio y lo dices, todo se complica. Juan es dueño de ese misterio”.
“El maestro es extraordinario”, murmura el torero.
Finaliza el encuentro. La mañana es soleada y fría. Mientras unos patos ven pasar la vida en un estanque, se despliegan el capote y la muleta. Álvaro, un joven alumno de la escuela de Sevilla, hace de toro. Juan torea, Pepe Luis dirige, y los tres sueñan. ¡Toreros…!
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