Un robo en la línea de flotación de Francia
El asalto al Louvre da la imagen de un país consciente de sus problemas, pero incapaz de solucionarlos, paralizado bajo el segundo mandato de Macron
Los museos son mucho más que lugares en los que se exponen obras de arte. Su poder simbólico es enorme. Cuando estalló la Guerra Civil española, los cuadros del Museo del Prado fueron evacuados y acabaron en Ginebra, en la Sociedad de Naciones, que los devolvió acabado el conflicto. Durante la Segunda Guerra Mundial, ...
Los museos son mucho más que lugares en los que se exponen obras de arte. Su poder simbólico es enorme. Cuando estalló la Guerra Civil española, los cuadros del Museo del Prado fueron evacuados y acabaron en Ginebra, en la Sociedad de Naciones, que los devolvió acabado el conflicto. Durante la Segunda Guerra Mundial, Rosa Valland, conservadora del Jeu de Paume, que entonces atesoraba a los impresionistas, se dedicó a inventariar las obras robadas para que pudiesen ser localizadas tras la derrota de los nazis. Su hazaña inspiró la película El tren, una obra maestra de John Frankenheimer, que relata cómo los trabajadores de los ferrocarriles franceses se coordinaron para impedir que un convoy cargado de obras de arte saliese del país hacia Alemania. Para ellos, evitar ese robo masivo de arte era salvar la memoria de un país que estaba sometido al yugo del nazismo y a la inmundicia de la colaboración.
Tras reconocer los obvios fallos de seguridad en el Louvre, el ministro de Justicia francés, Gerald Darmanin, señaló este lunes que el asalto “da una imagen lamentable de Francia”. “Pudieron aparcar un camión con una escalera de mudanzas en mitad de París, subir y en unos pocos minutos robar joyas de valor incalculable”, explicó para describir el robo que tuvo lugar el domingo por la mañana cuando cuatro individuos dieron el golpe del siglo en el museo, a plena luz del día, en uno de los lugares que reciben más turistas del mundo.
Resulta inevitable relacionar este golpe, más propio de un tebeo de Mortadelo y Filemón que de Arsenio Lupin, con el desgobierno que vive Francia bajo la segunda presidencia de Emmanuel Macron: un país sin un Gobierno funcional, completamente paralizado, tan consciente de sus problemas como incapaz de resolverlos. Durante gran parte de la larga jornada del domingo, los ministros de Cultura e Interior dieron datos diferentes, mientras el presidente guardaba un incómodo silencio. La imagen de la escalera en el balcón del Louvre, que dio la vuelta al mundo, se convirtió en un poderoso símbolo de incompetencia y dejadez.
Todos los problemas del Louvre eran conocidos: los había denunciado la propia presidenta del Museo, Laurence des Cars, en una carta a Emmanuel Macron que se conoció en enero de 2025. Entre muchas otras cosas, explicaba en ese documento, que tardó muy poco en hacerse público, que “algunos espacios ya no son estancos, mientras que otros sufren inquietantes variaciones de temperatura, lo que pone en peligro la conservación de las obras”. Macron lanzó entonces un ambicioso proyecto para renovar por completo el Louvre, pero el robo ha llegado antes de que ni siquiera se ponga en marcha. Ya no se trata solo de arreglar goteras, sino de dotar a la institución de unas medidas mínimas de seguridad.
Cinco años después del incendio de Notre Dame, la iglesia fue reinaugurada en medio de una gran pompa el 7 de diciembre de 2024. Sin embargo, las causas del fuego siguen siendo desconocidas. Pudo ser un cigarrillo mal apagado o un cortocircuito, un descuido o un fallo estructural. La catedral de París, como el Louvre, simboliza las profundas raíces culturales de Europa, el largo viaje de este continente para conquistar su libertad, entre otras cosas, a través del arte y la belleza.
El ex primer ministro italiano Matteo Renzi lo explicó así este lunes en el foro internacional World In Progress, organizado por el Grupo PRISA: “Si hay una metáfora de Europa es el robo en el Louvre. Tenemos lo mejor del mundo, pero no nos importa: en siete minutos alguien ha podido perpetrar este robo. Es lo que lse ha pasado a los grandes valores europeos”. El problema no son solo las joyas, la sensación de bochorno y los chistes en las redes sociales. El problema es lo que esto dice de Francia y, por extensión, de Europa.