Una ‘Medea’ de alto voltaje
Un montaje de muy buena factura eleva el esfuerzo de la Fundación March por hacer que reviva un capítulo que pocas instituciones se atreven a afrontar
La Fundación Juan March continúa con su loable labor de recuperar el melodrama musical, forma que combina un acompañamiento musical con una declamación actoral de textos que, en su origen, remitían a personajes conocidos. La Fundación ya lleva siete montajes con esta Medea, incluyendo en ellos piezas fundacionales de Jean-Jacques Rousseau, ...
La Fundación Juan March continúa con su loable labor de recuperar el melodrama musical, forma que combina un acompañamiento musical con una declamación actoral de textos que, en su origen, remitían a personajes conocidos. La Fundación ya lleva siete montajes con esta Medea, incluyendo en ellos piezas fundacionales de Jean-Jacques Rousseau, Pigmalión, y de Georg Anton Benda, Ariadna en Naxos, ambas representadas en 2021.
De Benda se sabe muy poco en los mentideros musicales habituales, pero entre ese poco destacan las admirativas cartas de Mozart tras haber escuchado su Ariadna en Naxos y Medea; no es mala carta de presentación. Fueron representaciones escuchadas en 1778, cuando Mozart tenía 22 años y estaba a punto de dar el salto a Viena donde viviría su década prodigiosa, la de los años ochenta de ese siglo.
La Medea de Benda, preparada para los gustos del siglo XVIII por Friedrich Wilhelm Gotter, dibuja a tan tremenda personalidad sin ahorrar excesos. Marta Eguilior, directora escénica y escenógrafa del presente montaje, respeta esos excesos, pero hace saber en el programa de mano, con buen criterio, que el asesinato de sus hijos para vengarse de Jasón, el marido infiel, fue una iniciativa de Eurípides y que, en el mito anterior, los dos hijos de Medea mueren realmente por accidente, una versión mucho más congruente que la del asesinato vicario, pero que, quizá, reste fuerza dramática a las desolaciones del personaje y de su entorno.
Otra iniciativa de Eguilior es la de convertir a Medea en la loba que cría a sus dos hijos al modo de Rómulo y Remo. Esta transformación se completa con toda una disposición dancística en la que no faltan los gestos de promiscuidad entre los dos hermanos, encarnados por dos excelentes bailarines, Ylenia Baglietto y Ricardo Barrul. Todo ello se enmarca en una atmósfera bien diseñada desde la iluminación y con el asfixiante añadido de una falda gigantesca que parece reunir en su desmesurada extensión toda la neurosis y las tribulaciones de la atormentada Medea.
La parte musical del melodrama está cubierta por el cuarteto de cuerda Seikilos, excelente en su afán de proporcionar verosimilitud a una pieza en la que el estilo galante del clasicismo alemán podría chocar, o más bien amortiguar, la crudeza y la tensión de la gran vengadora que representa Medea. El cuarteto, convenientemente a resguardo de miradas al fondo de la escena, cubierta por una gasa negra, sale al final al proscenio para brindar un epílogo que reconcilia en cierta manera ambas tensiones, el estilo galante y la tensión dramática: se trata de una cita del Lacrimosa, del Requiem de Mozart. Puede parecer un poquito obvio, pero es justo que el genio de Salzburgo aparezca para cerrar una pieza que, a no dudarlo, ha apadrinado.
Como el mayor esfuerzo y la presencia principal de esta Medea es la teatral, hay que elogiar en lo que merece la prestación de la actriz Carmen Conesa. Su monólogo, ya que este melodrama es realmente un monólogo, es espectacular; suya es la conducción de un escalofrío que no cesa ni un segundo. Es cierto que la directora escénica, Marta Eguilior, se esfuerza en proporcionar un contrapunto con la pareja de bailarines que dibujan a los dos hijos. Eguilior habla, incluso, de “desmedeizar” esta Medea, de dar papel a esos hijos que siempre mueren casi súbitamente en otras Medeas, y lo consigue gracias al esfuerzo y los logros corporales de la pareja de bailarines, pero es una idea que está a punto de quedarse a medias, quizá por un choque de estilos entre la intemporalidad de Medea y sus tremendos parlamentos y una modernidad discreta pero suficiente en las peripecias de ambos hijos.
En resumen, se trata de un montaje de alto voltaje y muy buena factura que eleva el esfuerzo de la Fundación March por hacer que reviva un capítulo que pocas, quizá ninguna institución se atreve a afrontar. Seguro que en su presentación en el Festival de Mérida el próximo mes de junio, el montaje mostrará todas sus calidades en otro contexto. Mientras tanto, si alguien se lo pierde y le interesa, siempre tendrá el Canal March para disfrutarla en cualquier momento, todo un lujo.
Medea
Melodrama con música de Georg Anton Benda (1722-1795) y libreto de Friedrich Wilhelm Gotter (1746-1775).
Dirección de escena y escenografía: Marta Eguilior.
Cuarteto Seikilos.
Reparto: Medea, Carmen Conesa; Jasón e hijo de Jasón, Ricardo Barrul; La aya e hijo menor de Jasón, Ylenia Baglietto.
Nueva producción de la Fundación Juan March y el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida.
Fundación Juan March: 12, 15 y 16 de abril, Madrid
69 Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida: 8 de julio