El disparo de Alec Baldwin deja herida la leyenda del wéstern en Estados Unidos
La tragedia en el rodaje de ‘Rust’, donde murió de un tiro accidental la directora de fotografía Halyna Hutchins, abre un debate sobre la seguridad en el cine pero también sobre la cultura de las armas
Minutos antes de que su vida cambiara para siempre, Alec Baldwin ensayaba ante la cámara cómo desenfundar un revólver. Después del movimiento del actor, se oyó en el rodaje “un latigazo” y “un fuerte golpe”, de acuerdo con una declaración jurada. Tras el estallido, Halyna Hutchins, la directora de fotografía de la película independiente Rust, se llevó las manos al estómago y dio un par de pasos atrás. Los técnicos la ayudaron a sentarse en el suelo, donde explicó a un cámara que no sentía las piernas. Murió pocas horas después. El accidente ha conmocionado el mundo del cine e iniciado un debate sobre la seguridad en la industria del entretenimiento, pero también sobre la arraigada cultura de las armas en Estados Unidos.
Dos días después del suceso, decenas de integrantes del sindicato de técnicos de la industria, una poderosa organización con 150.000 miembros, se reunieron en Albuquerque para despedir a la cineasta. Fue una vigilia llena de rabia y dolor, pero los participantes estaban divididos sobre cómo el incidente cambiará el cine en uno de los países más armados del mundo. Los más jóvenes afirmaban que el fallecimiento de Hutchins obligará a desterrar gradualmente las armas reales de los rodajes para que sean sustituidas por efectos especiales. Los más experimentados, en cambio, subrayaron las violaciones del protocolo de seguridad de Rust, que se ha convertido en una excepción en una industria que tiene escasísimos ejemplos de tiroteos mortales a pesar de la omnipresencia de las armas en sus películas. Este lunes, Dave Halls, el asistente de dirección que dio a Baldwin la pistola cargada, dijo mediante un comunicado que espera que la tragedia haga rápidamente a la industria “reevaluar los valores y prácticas para asegurarse de que nadie resulte perjudicado durante el proceso creativo”.
Baldwin, de 63 años, interpretaba en el filme a un viejo forajido perseguido por un policía y un cazador de recompensas que acude en ayuda de su nieto de 13 años, condenado a muerte por un homicidio imprudente. La veterana estrella, quien también producía la película, encarnaba la clásica figura del antihéroe del wéstern: un anciano que quiere corregir una injusticia y no tiene nada que perder. En el momento fatal empuñaba un revólver Colt de cañón largo en una escena similar a la que han interpretado cientos de actores a lo largo de la historia del cine, desde John Wayne a Clint Eastwood pasando por James Stewart o Gary Cooper.
Nadie ha explicado el legado del wéstern para la cultura estadounidense como el crítico Robert Warshow. En un famoso ensayo de 1954, The Westerner, relata por qué este género conquistó la atención de los espectadores. “Ofrece una orientación seria al problema de la violencia que no puede hallarse en ningún otro lugar”, escribió. “Los valores están contenidos en la imagen de un solo hombre que lleva una pistola en el cinto. Esta nos dice que vive en un mundo de violencia y que cree en ella. La violencia debe llegar a su debido tiempo y con normas especiales, de lo contrario no tiene ningún valor”, elaboraba. Este héroe del salvaje Oeste defiende sobre todas las cosas, según Warshow, “la pureza de su imagen” y no lucha por lo justo, sino para expresar quién es. “Es el último caballero y las películas que cuentan una y otra vez esta historia son probablemente la última forma de arte donde el honor retiene su fuerza”.
Las pistolas han absorbido los valores que el wéstern ha proyectado desde hace un siglo. Hace algunas semanas el fotógrafo italiano Gabriele Galimberti publicó The Ameriguns, un proyecto que le ha llevado a visitar casas de fanáticos de las armas durante 18 meses. A lo largo de ese tiempo, recorrió diversas regiones de un país que cuenta con más armas que habitantes. Del arsenal privado de todo el mundo, la mitad se encuentra en esta nación: 393 millones de armas para 330 millones de personas. Los retratos de Galimberti son muy eficaces para ilustrar esta estadística. “Conocí a una familia de Texas que poseía 216 armas. Recuerdo que el valor del arsenal era superior al de la vivienda que lo contenía. ¿Cómo es posible que gastes más en armas que en la casa donde vives?”, se pregunta por teléfono desde Italia.
En las entrevistas de Galimberti con sus personajes, salían a flote las palabras familia y libertad. Estas eran pronunciadas sin importar si se trataba de una pareja rural de Kansas o un ejecutivo gay de una tecnológica de San Francisco. “Suelen decir que las armas son para defender su libertad y, casi siempre están vinculadas a la familia”, señala el fotógrafo. Muchos le describían un rito similar de iniciación que comenzaba a los seis o siete años, cuando disparaban por primera vez en compañía de su padre o algún tío. Era una actividad de exteriores y de dominio de la naturaleza. “Aquello era tan excitante que los convencía de comprar su primera arma”.
Edad dorada del wéstern
Hollywood ha reforzado esta cultura. La era dorada del wéstern, con su sistema de valores, vivió su ocaso en los años setenta y los antihéroes conquistaron al público de la mano del Nuevo Hollywood. El crítico cultural Peter Biskind afirmó en 2018 en su libro The Sky is Falling que Clint Eastwood ayudó a erosionar el código de honor del hombre del Oeste. El actor, militante republicano, cuenta una anécdota en la que el director Don Siegel pedía a John Wayne que disparase por la espalda a un hombre en una película de 1976. Wayne, quien encarnaba la brújula moral del género, se negó. “Yo no mato a la gente por la espalda”, le respondió la estrella de La diligencia. “Clint Eastwood lo haría”, sentenció el director. Los estudios se fueron haciendo cada vez más conservadores y el crecimiento de la televisión por cable, y mucho después el streaming, aprovecharon el vacío para apostar por historias llenas de violencia: llegaron los Tony Soprano, Dexter y Walter White.
Siegel sabía de lo que hablaba. Había dirigido a Eastwood en Harry el sucio, que se convirtió en un éxito en 1971. El personaje, un rudo detective que persigue a un asesino en serie en San Francisco, causó furor entre los espectadores con una Magnum calibre .44 de Smith & Wesson. El creador del detective es el cineasta John Milius, quien se encargó de escribir el guion de las primeras dos entregas del violento policía. Milius, también coautor de Apocalipsis Now, formó parte de la junta directiva de la polémica Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés), el poderoso lobby en favor de las armas que hoy vive sus horas más bajas.
Milius es descrito como “un anarquista zen de tendencias libertarias y republicanas” por el periodista Frank Smyth, autor de The NRA, The Unauthorized story (La NRA, la historia no autorizada). Una de sus películas, Amanecer rojo, se encontraba entre las favoritas de Timothy McVeigh, un terrorista supremacista que hizo estallar en 1995 un edificio público en Oklahoma y mató a 168 personas, 19 de ellas menores. La película trata sobre una de las repetidas pesadillas de la derecha: una invasión por un ejército comunista formado por soviéticos, cubanos y nicaragüenses que desarmaba casa por casa a los habitantes de un pequeño pueblo de Colorado. En 2012, Milius actualizó el filme con un remake protagonizado por Chris Hemsworth en la que los invasores eran norcoreanos. El director resultó clave en la lucha por el poder en la cúpula de la NRA. Wayne LaPierre, el presidente de la organización, lo tuvo como aliado. Cuando se dio cuenta del poder de Hollywood, esta organización promovió el ascenso de Charlton Heston, el protagonista de clásicos como Ben-Hur, quien llegó a la cabeza del grupo de presión en 1998.
¿Cambiará Hollywood tras la tragedia de Rust? Meses antes de la muerte de la fotógrafa Hutchins, Gabby Giffords, la excongresista de Arizona que se convirtió al activismo tras sobrevivir a un atentado en 2011, pidió a los creadores dar voz en sus historias a la regulación de las armas. “Pocas industrias juegan un papel tan importante moldeando nuestra cultura como la industria del entretenimiento”, dijo en enero.