Kit de supervivencia cultural para el encierro (día 44)
‘Babelia’ recomienda los mejores libros, discos, películas, series, cómics y videojuegos para disfrutar en casa
Babelia propone un libro, un disco, una película, una serie, un cómic y un videojuego cada día, mientras dure el confinamiento en los hogares y la parálisis del sector del ocio, para poder disfrutar de la cultura desde casa.
UN LIBRO: Poesía no completa, de Wislawa Szymborska
Wislawa Szymborska solía contar que cuando escribía tenía siempre la sensación de que detrás de ella había alguien haciendo muecas. “Por eso huyo, todo lo que puedo, de las grandes palabras”, explicaba. Grandes o pequeñas, sus favoritas eran “no sé”. Esto último lo dijo en Estocolmo en 1996 al pronunciar una de las conferencias más breves en la historia del premio Nobel de literatura. Hoy sería muy útil imaginársela a ella haciendo muecas detrás de todos los que anuncian momentos históricos y cambios de ciclo. Haciendo muecas o leyendo su poema Fin y principio, que empieza: “Después de cada guerra / alguien tiene que limpiar. / No se van a ordenar solas las cosas, / digo yo”. Y sigue más adelante: “Alguien debe meterse / entre el barro, las cenizas, / los muelles de los sofás, / las astillas de cristal / y los trapos sangrientos /… / Eso de fotogénico tiene poco, / y requiere años. / Todas las cámaras se han ido ya / a otra guerra. /…/ Alguien con la escoba en las manos / recordará todavía cómo fue. / Alguien escuchará / asintiendo con la cabeza en su sitio. / Pero a su alrededor / empezará a haber algunos / a quienes les aburra. /… / Aquellos que sabían / de qué iba la cosa / tendrán que dejar su lugar / a los que saben poco /. Y menos que poco. / E incluso prácticamente nada”.
Szymborska fue esa “polaca que no conoce nadie” hasta que los lectores se quitaron el sombrero ante el olfato de la vilipendiada Academia Sueca. Como en su antológico Retrato de mujer, en su poesía caben la ingenuidad y la sabiduría, el vodka y el dinero, Jaspers y las revistas “de mujeres”. Coloquial y profunda, si no temiéramos sus burlas, diríamos que su obra es una bendición. Javier Rodríguez Marcos
Poesía no completa. Wislawa Szymborska. Traducción de Gerardo Beltrán y Abel A. Murcia. Fondo de Cultura Económica. Disponible en Todos tus libros, Amazon, Fnac.
UN DISCO: A Walk Across the Rooftops, de The Blue Nile
Paul Buchanan comparaba grabar un disco con enamorarse. “Puedes hacerlo todos los años, si quieres”, decía. Vista la trayectoria de su grupo, The Blue Nile, era de enamorarse poco pero intensamente: solo grabaron cuatro álbumes desde 1981 hasta 2004. The Blue Nile es un grupo tan hermético que ni siquiera queda claro si desaparecieron entonces o no. No pasa nada, pertenecían a esa escuela de outsiders de los ochenta en la que también estaban Cocteau Twins, Talk Talk o Pale Fountains, a los que la fama esquivó cuando lo tenían todo para triunfar. En su caso, no les faltó apoyo externo. Peter Gabriel les quiso apadrinar y estrellas como Rickie Lee Jones o Rod Stewart (sí, el mismo) les versionaron. Pero ellos tampoco se esforzaron nunca demasiado en trascender. No es que se ocultaran al estlo Burial, pero casi. Una vez lo explicó Buchanan: “Queríamos que las canciones fueran una versión mejorada de nosotros mismos. Así que tratamos de quitarnos de en medio. No estoy seguro de por qué nos dimos una tarea tan hercúlea”.
Eran tres estudiantes de la universidad de Glasgow cuando debutaron en 1984 con esta obra maestra del pop electrónico que no ha envejecido nada. De una estructura casi minimal, crean con sintetizadores, violines, guitarras y cajas de ritmos un colchón básico pero firme para la voz de Buchanan, capaz de pasar de la tristeza a la euforia en un suspiro. Canciones que suenan a reflexiones internas de alguien que pasea de noche por una ciudad. Melodías de un romanticismo emparentado con Roxy Music, pero mucho menos engolado, más pegado a la tierra. Más triste, pero también más inspirador. Fue una obra de culto desde el principio gracias a temas como 'Stay', 'Heatwave' o 'Easter parade', pero ahora se ha convertido en un clásico. Iñigo López Palacios
A Walk Across the Rooftops. The Blue Nile. Linn Records, 1984. Disponible en Spotify y otras plataformas.
UNA PELÍCULA: ¡Olvídate de mí!, de Michel Gondry
¿Se puede olvidar alguien de su persona amada? Puede, pero Michel Gondry y Charlie Kauffman defienden en ¡Olvídate de mí! que los sentimientos que marcan el alma de quienes viven una relación son indelebles. Y por tanto, siempre, desde la melancolía o el rencor, que de todo hay, habrá huella emocional aunque se hayan borrado en la memoria los rostros. ¿Es una película de ciencia ficción o un drama sentimental? No importa el género, porque lo que construye Gondry con un reparto que encaja como un sofisticado mecanismo de reloj (Carrey, Winslet, Ruffalo, Dunst o Wood) es el sutil retrato de la vida, que no entiende de géneros. Es también una bella aproximación cinematográfica a cómo funciona la mente humana, que conserva trazas de historias a veces de manera aleatoria, otras con una intención ulterior.
Winslet y Carrey se conocen en un tren y empiezan a relacionarse sin saber que ya han sido pareja en el pasado: ella se borró los recuerdos de él tras una discusión y él, dolido, también eliminó cualquier reminiscencia de la chica. Pero en el proceso de borrado, su amor lucha por sobrevivir, y deja en su subconsciente suficientes miguitas de pan emocionales como para que ese sentimiento reencuentre su camino a casa. Gondry salpimenta la trama de desamor con otra historia de amoríos y celos en la clínica donde se realiza ese procedimiento, y de la explosión emocional que derrumba a los trabajadores del centro saldrá otro martillazo para la historia principal. Solo hay un pero: su título en español, que elimina la poesía del original ¡Eterno resplandor de una mente inmaculada!, verso de un poema de 1717 de Alexander Pope. Gregorio Belinchón
¡Olvídate de mí!. Michel Gondry. 2004. Disponible en Amazon Prime Video, Rakuten, Atres Player, iTunes y Google Play.
UNA SERIE: Master of None
Dev es un actor treintañero cuya familia es originaria de India y que vive en Nueva York. Igual que Aziz Ansari, el cómico estadounidense que le interpreta en Master of None. Ansari y Alan Yang (el segundo, de orígenes taiwaneses) son los cocreadores de esta comedia, una de las más alabadas de las producidas por Netflix. En sus capítulos, Ansari y Yang se adentran en temas como las dificultades en el trabajo, su experiencia como descendientes de inmigrantes o el amor en los tiempos modernos. La serie ahonda en grandes temas a partir de anécdotas que pueden parecer pequeñas y que terminan reflejando la visión de sus creadores sobre cuestiones como la inmigración, las relaciones de pareja o los roles de hombres y mujeres en el siglo XXI. Por ejemplo, uno de los episodios habla de la religión a partir de la duda de un niño de familia musulmana sobre si comer beicon o no.
Mucho ojo con la brillante segunda temporada, que comienza con un homenaje a El ladrón de bicicletas de Vittorio De Sica. Otro episodio recorre la infancia, adolescencia y juventud de una amiga del protagonista para mostrar las reacciones de su familia a su salida del armario y, así, habla de la homosexualidad a partir de algo tan cotidiano como una familia sentada a una mesa. Un episodio con historias encadenadas que sirve de homenaje a Nueva York y la recta final centrada en una historia de amor imposible completan su redonda segunda temporada. Y todo con un tono sencillo, honesto y sincero, tanto en los momentos más dramáticos como en los más absurdos o cómicos. Natalia Marcos
Master of None. Aziz Ansari y Alan Yang. Netflix. 2015. Disponible en Netflix.
UN CÓMIC: Reboot, de Manu López
Las razones habrá que estudiarlas, y no será tarea fácil para los sociólogos o psicólogos, pero es indudable que la humanidad tiene una apetencia desmesurada por su autodestrucción. Ya de normal, en la vida real, lo intenta con ganas y reiteración, pero es que en la ficción, autores y autoras han imaginado tantas formas posibles de apocalipsis que ni los muchos multiversos de la teoría de cuerdas podrían albergarlas todas. Lo que explica, claro, que cuando la amenaza es real y a pie de calle, la fantasía juegue malas pasadas y uno espere unas cuantas hordas de zombis a la vuelta de la esquina cuando baja al supermercado. Pero pocas, muy pocas, de esas alternativas imaginadas pensaron que el drama estaría encerrado en la intimidad cotidiana, en el horror de unas cifras asépticas. Coincidieron, eso sí, en que esos terribles desastres tenían que cambiar nuestra forma de vida, desde El Eternauta de Oesterheld y Solano López a la más reciente (y sorprendentemente acertada) La muerte rosa de Jaume Pallardó.
Una original aproximación a ese cambio es el planteado por Reboot, de Manu López, que imagina un mundo futuro extraño, que vive una tranquila normalidad aparente tras un inquietante reinicio que durmió a toda la población mundial, del que despertó sin recuerdos del pasado, sin memoria, pero con unas inmensas y misteriosas torres que dominaban el horizonte. Sin duda, un punto de partida muy atractivo que el autor narra con las formas y estética del manga (de hecho, la obra fue ganadora del concurso de manga organizado por la editorial Norma en 2017) para crear una muy entretenida aventura que irá dejando pistas para resolver un misterio que va eludiendo con habilidad hacerse previsible, sin renunciar a la acción, el humor y la reflexión. Álvaro Pons
Reboot. Manu López. Norma Editorial, 2017. Disponible gratis en la web de Norma Editorial.
UN VIDEOJUEGO: Final Fantasy VII Remake
En 1997, Final Fantasy VII fue un parteaguas en el mundo de los videojuegos: saltó de las dos a las tres dimensiones de mano de la primera Play Station y también saltó de oriente a occidente, rompiendo el cerco local japonés e introduciendo unas temáticas, un estilo de personajes y un folclore que gobernaría el mundo de los videojuegos durante la década siguiente (y el corazón de muchos jugadores hasta hoy). Historias muy largas y elaboradas, combates por turnos y un mundo excepcionalmente imaginativo que, sin duda, supuso un salto cualitativo en el medio. Cinco años después de que se anunciara por primera vez el remake de aquel hito (y cuando las cosas tardan tanto en el mundo del videojuego, los resultados no suelen ser buenos), este marzo llegó por fin al mercado la nueva versión, que se limita a la primera parte de aquella historia pero que, afortunadamente, está lleno de magia.
Con un apartado visual soberbio, el juego supura acción y épica por los cuatro costados, además de corporeizar en alta definición a unos personajes (Cloud, Tifa, Sefirot, Aeris) que ya estaban llenos de carisma cuando eran tan solo un puñado de polígonos multicolor. Un juego imprescindible para los que quieren recordar o entrar por primera vez en esa oda a la fantasía y la imaginación que es la saga Final Fantasy. Jorge Morla
Final Fantasy VII Remake. Square Enix, 2020. Disponible para PlayStation 4.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.