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arte

Joan Rabascall, el artista atómico

Dos muestras rescatan el trabajo de este lúcido creador conceptual y azote de una sociedad idiotizada y desbordada por la imagen

La obra 'Mi colección' (2007), de Joan Rabascall, expuesta en Tabacalera (Madrid).
La obra 'Mi colección' (2007), de Joan Rabascall, expuesta en Tabacalera (Madrid). © Joan Rabascall. ADAGP / VEGAP

A menudo, pienso en la crítica de arte como un modo de escribir historias. Cuando uno escribe historias debe preguntarse cómo estructurarlas. Qué va antes y qué va después, cuáles son los espacios que hay que dejar entre las cosas, dónde intuir relaciones casuales. Me pasa especialmente con las exposiciones que me empujan a mirar hacia atrás. Por la de Joan Rabascall (Barcelona, 1935) en Tabacalera, ideada por Berta Sichel, merodeo desde posiciones contrarias, queriendo decir esto y su contrario. Algo que me pasa a menudo, también.

Una de sus obras más conocidas, Devuelto al remitente, me traslada a 1971, cuando se empezó a gestar lo que sería la primera manifestación del arte conceptual catalán, que coincidió con la lectura internacional, un año después, de los Encuentros de Pamplona, punto de inflexión en el devenir artístico del país. Un arte débil, se decía entonces, que había tenido su punto de arranque en la poética de Joan Brossa. Su máxima era eliminar el individualismo en el campo de la creación artística y buscar un público más amplio y menos elitista. En su fascinación por lo pobre, lo revulsivo y los materiales heterogéneos, eran artistas con una fuerte denuncia del mercantilismo que luchaban por salir de los límites de lo convencional y de los espacios cerrados en las galerías.

Leer desde ese punto la exposición que a Joan Rabascall le dedica también la galería Guillermo de Osma no deja de rozar la contradicción. Allí se expone una treintena de obras de mediados de los sesenta hasta finales de los setenta. En Tabacalera la exposición es mucho más amplia, con casi 180 piezas de los inicios hasta hoy. Una completa revisión que se suma a la que ya le hizo el Macba en 2009. Es curioso cómo la obra de un artista se pone en circulación cuando antes andaba discreta por los senderos del sistema del arte. Rabascall tuvo un repunte expositivo en 2016 y se coló en la Bienal de Venecia de 2017. Ese año, ya vimos sus obras en la feria, en Art Paris, y en fundaciones como la Sunyol, en Barcelona, poniendo en valor su trabajo con relación al de otros artistas de la misma quinta, como Miralda, cuyo trabajo también revive en ferias, bienales y exposiciones animado por la food culture.

Rabascall es uno de esos artistas de estirpe galáctica, fiel a las preocupaciones de su entonces tiempo remoto y, a la vez, del actual. El hueso duro de su trabajo, eso de que el capitalismo mata, sigue intacto y sustenta bien las agonías del presente. Tout va bien dice el título desde cierta reminiscencia política. Rabascall no sólo se apropia de esa muletilla. Lo hace también de una de las páginas de Le Monde que anuncia la película homónima de 1972, dirigida por Jean-Luc Godard y protagonizada por Jane Fonda. Sus obras suponen una denuncia de los excesos y la hipocresía de la ideología consumista sirviéndose de los lenguajes a través de los que esta se perpetúa: los medios de comunicación de masas.

Hay instalaciones, como Monumento a la televisión después de la catástrofe (2020), que nos recibe al entrar, que me lleva a plantearme cómo determinadas obras sostienen el paso del tiempo. Esta se desmorona frente a la original, que hizo en los noventa, cuando funcionó como un golpe seco en la conciencia. Aun así, la exposición recorre trabajos enormes de un artista realmente fascinante. Sus Lecciones de pintura (1987), por ejemplo, su inmensa colección de televisiones micro (1996-2004), e incluso obras tan icónicas como Atomic Kiss (1968), que la Tate Modern incluyó en la gigantesca exposición The World Goes Pop, repaso a las variantes internacionales de ese movimiento artístico, hace cinco años.

La única manera de que te sigan es correr más rápido que los demás. La cita es de Francis Picabia, pero Rabascall la tiene asumida como sus gafas. Siempre ha ido por delante en esa tarea de bricoleur que hoy llamaríamos web surfer: una mente volcada en la invención de itinerarios a través de la cultura. Ahí es nada.

Tout va bien. Joan Rabascall. Tabacalera. Madrid. Hasta el 12 de abril.

Joan Rabascall. 1960-1970’s. Galería Guillermo de Osma. Madrid. Hasta el 8 de abril.

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