‘Cachitos’ o cómo reírse de la nostalgia
Lo retro puede ser lo más moderno. Los maduros reviven sus mejores años, los jóvenes curiosean en las extravagancias de sus mayores

Cuando queda poco por inventar, la nostalgia puede ser lo más moderno. En un tiempo en que la cartelera está copada por sagas de superhéroes o galácticas y remakes, en el dial abundan las radiofórmulas de música ochentera y noventera, hay toda una industria para los que hicieron la EGB y la moda se rinde otra vez a lo retro, no podía haber mejor plan para el trasnoche casero en Nochevieja que el especial de Cachitos de hierro y cromo en La 2. Y, para explotar la nostalgia, nada como la música: la que oíste de chaval te marca para siempre, y un par de acordes tienen el poder de devolverte recuerdos escondidos. Cachitos juega a eso con habilidad todo el año, sacando petróleo del descomunal archivo de TVE. Pero cada Nochevieja dan una vuelta de tuerca que se ha demostrado un filón: los fragmentos de canciones de más de medio siglo se presentan con rótulos hilarantes, resultado del ingenio de Pablo González Batista y Antonio Vicente.
Cachitos está hecho con oficio, pero no sería el fenómeno en que se convierte cada Nochevieja sin ese amplificador que son las redes sociales, donde una multitud jalea todos sus chistes en la primera madrugada del año y los repasa a la mañana siguiente. "Los vestidos de la Pedroche se los ponía Rafaella para comprar pan", leemos sobre una actuación de una glamurosa Carrá. "Este año Por qué te vas ha pegado muy fuerte en la sede de Ciudadanos", vemos cuando suena el tema de Jeanette. Aparece Manolo Escobar y escriben: "A Ortega Smith le gusta esto".
Uno tendería a pensar que este programa se dirige a un público talludito, que revive sus mejores años, pero ese pasado chocante demuestra también su atractivo para los mileniales y los zetas, que curiosean en los himnos y las extravagancias de sus padres y hasta de sus abuelos. Es bueno que cojan perspectiva, que entiendan que —al margen de peinados, vestuarios y coreografías que envejecen mal— antes de Rosalía existió Massiel, que antes de Estopa estaban Los Chichos, que no se llega a Vetusta Morla sin pasar por Fórmula V.
La fiebre de la nostalgia no es solo un asunto demográfico, que también. Tiene que ver con el pavor al riesgo instalado en la industria cultural, que apuesta todo a lo seguro. El programa de La 2 se demuestra muy capaz de reírse de sí mismo, lo que resulta saludable. Me pregunto qué se recordará del tiempo actual en el Cachitos del futuro.
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Sobre la firma

Es subdirector de EL PAÍS. Ha sido director de 'Cinco Días' y de 'Tribuna de Salamanca'. Licenciado en Ciencias de la Información, ejerce el periodismo desde 1988. Trabajó en 'Ya' y 'Diario 16'. En EL PAÍS ha sido redactor jefe de Sociedad, 'Babelia' y la mesa digital, además de columnista. Autor de ‘La gran fragmentación’ (Arpa).