Sevilla se arma de cultura
El proyecto de los estudios Reina y Edartec para convertir la Real Fábrica de Artillería de Sevilla en centro cultural apuesta por una intervención reversible que respete la mejor arquitectura de cada uno de sus periodos
Balsas de escoria en las que se fundirán sonidos en lugar de restos de acero, taller de crisoles en el que aún perdura el olor a hollín convertido en aula o el elegante taller de barrenado con su artesonado de madera del siglo XVIII que cambiará el sudor de los mulos de la máquina de sangre con la que se perforaban los cañones por obras de arte. Así será la nueva vida de la Real Fábrica de Artillería de Sevilla que en abril de 2022 abrirá como Centro Magallanes para el Emprendimiento de Industrias Culturales y Creativas (Magallanes-ICC). El proyecto de los estudios sevillanos Edartec y Francisco Reina, ganador del concurso que se falló en junio de 2019, plantea una “intervención reversible” que persigue consolidar y recuperar la mejor arquitectura de cada época por las que ha pasado este gran complejo fabril impulsado por Carlos III en el siglo XVIII, levantado sobre una antigua fundición de campanas y cañones del XVI y que ha estado en funcionamiento hasta 1991.
El 18 de agosto acaba el plazo para la presentación de ofertas de las empresas constructoras para convertir el sector occidental de la Real Fábrica de Artillería, casi 8.000 metros cuadrados de los 22.000 que tiene el conjunto, en el Magallanes-ICC. La adjudicación de la obra se hará en octubre y, a partir de ahí, la constructora tendrá 18 meses para ejecutarla. La inversión prevista es de 23,8 millones de euros, de los cuales el 53% los aporta el Ayuntamiento de Sevilla, a través de la Gerencia de Urbanismo y Medio Ambiente, y el 47% restante llega vía financiación europea a través del programa Cooperación Interreg VA España-Portugal, explica Javier Huesa coordinador del proyecto y Jefe de Servicio de Sostenibilidad e Innovación Urbana de la Gerencia. El proyecto Magallanes es una propuesta conjunta presentada por Andalucía y las regiones portuguesas del Algarve y el Alentejo, donde también se crearán centros con los mismos objetivos pero a menor escala.
El Ayuntamiento de Sevilla, propietario del edificio ubicado en el barrio de San Bernardo desde que se lo cedió el Ministerio de Defensa en 2006, ha ido poniendo parches en el conjunto desde 2015 para evitar pérdidas irreparables –intervenciones de urgencia, especialmente en las cubiertas, que han supuesto 2,8 millones- y ahora tiene ante sí un reto al que se enfrenta con seis meses de retraso debido, en parte, a la crisis del coronavirus. La Unión Europea ha ampliado el plazo teniendo en cuenta el parón de la pandemia y lo ha fijado para abril de 2022, año en el que se celebra el quinto centenario de la llegada de Juan Sebastián Elcano a Sanlúcar de Barrameda completando así la primera vuelta al mundo que inició Magallanes.
“El gran reto es construir un lugar que funcione como un ecosistema no como naves aisladas. Un lugar con una enorme plasticidad y una arquitectura reversible generadora de posibilidades y oportunidades. Artillería debe pensarse no solo para actividades culturales sino para la ciudadanía en general, debe ser un espacio público en mayúsculas que invite a un uso espontáneo del mismo. Se trata de construir lugares no edificios”, afirma el concejal de Hábitat Urbano, Cultura y Turismo, Antonio Muñoz.
“La Fábrica de Artillería ha sido siempre un edificio abierto al cambio, que ha ido incorporando las nuevas tecnologías para la fabricación de armamento y adaptando su arquitectura a las necesidades de esa maquinaria. Por eso, nuestro proyecto parte de un conocimiento completo del conjunto y propone otras máquinas, que son los elementos muebles que vamos a introducir para que el monumento pueda cumplir con otras funciones. Es una etapa más en la vida del conjunto en la que nos vamos a convertir en una suerte de ocupas culturales”, explica el arquitecto Francisco Reina, quien ha intervenido antes en edificios históricos como el Real Alcázar de Sevilla, el teatro romano de Cádiz o el Conjunto Arqueológico de Itálica.
De forma que la Real Fábrica de Artillería, declarada Bien de Interés Cultural (BIC) en 1985, conservará elementos arquitectónicos de toda su historia. “No queremos recuperar el aspecto que tenía en el siglo XVIII, cuando de aquí salían los cañones de bronce que armaban a la flota española y defendían las plazas de ultramar, ni el de 1802, cuando Carlos IV modernizó las instalaciones y ordenó cerrar la fábrica de Barcelona, para concentrar toda la producción en Sevilla; sino consolidar lo mejor de cada época y librar al edificio de algunas intervenciones que lo han ido pervirtiendo”, afirma Reina.
“Hemos diseñado unos elementos de servicio, ubicados en la parte trasera en una calle medianera con el barrio, que darán servicio a todos los espacios a través de un suelo técnico que será como un flujo sanguíneo que riegue a todo el edificio y que, en el futuro, permita conectar con el sector oriental cuando se rehabilite. Una de esos módulos, máquinas como las llamamos, será una escalera para acceder a la cubierta que incorporaremos a la visita”, añade el autor del proyecto junto a Eduardo Martínez Moya (Edartec), otro arquitecto curtido en las intervenciones al patrimonio como la Giralda o la Biblioteca Colombina.
Un proyecto que no ocultará la huella que el tiempo ha dejado en el edificio, sus tapiales descarnados, el hollín que ha penetrado en sus bóvedas buscando una salida, las vías de las vagonetas que llevaron desde cañones hasta granadas que explotaron en la I Guerra Mundial o los muelles de carga del taller de la Fundición de Hierro y Acero. Arquitecturas que, a partir de 2022, se convertirán en espacios escénicos experimentales, salas de exposiciones, salas multiusos con equipamiento audiovisual o talleres con espacios de tecnologías aplicadas a la expresión artística como realidad virtual, realidad aumentada, robótica o impresión 3D. Un lugar en el que se espera que se produzcan muchas explosiones, aunque no huelan a pólvora.
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