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IDA Y VUELTA
Tribuna
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Una vida entera

'Stoner' de John Williams es para el autor "la obra maestra sumergida", del "autor raro" y "anulado primero por la indiferencia y luego por el olvido"

El escritor John Williams. 
El escritor John Williams. University of Texas Press
Antonio Muñoz Molina

Los días finales de diciembre me han traído la emoción literaria más intensa de todo el año. Había leído aquí y allá referencias elogiosas a esta novela de título extraño escrita por un casi desconocido, Stoner, de John Williams, y alguna vez hasta había visto su portada en alguna librería, la de la edición bella y austera de la New York Review of Books, que la volvió a publicar en 2005, 40 años de que apareciera por primera vez y desapareciera casi de inmediato. Los libros tienen una manera caprichosa de llegar a nosotros. Había oído hablar de esta novela como en una leyenda lejana, la de la obra maestra sumergida, el autor raro y apartado que escribe un solo libro memorable y luego desaparece, anulado primero por la indiferencia y luego por el olvido. Parece que una novela que lleva como título el apellido del todo neutro de su protagonista nace ya destinada al anonimato. El otro día, en el aeropuerto de Lisboa, en una librería tan bien surtida que debería sumir en la vergüenza a las del aeropuerto de Madrid, encontré de nuevo Stoner, y esta vez sí la compré, en un impulso nada juicioso porque tenía otras lecturas entre mano.

Todas quedaron canceladas desde el momento en que abrí el libro, todavía en la sala de embarque. El barullo de la gente y de los altavoces desaparecieron en ese silencio interior que impone la literatura, igual cuando está siendo leída que cuando fue surgiendo palabra por palabra de la imaginación y de la pluma o el teclado del escritor. Stoner empieza como una puerta que se abre a un mundo que solo existe en este libro y como una voz que habla a solas y te cuenta algo que ya no puedes dejar de escuchar, y que parece escrito exclusivamente para ti, porque despierta sensaciones muy hondas que puedes no haber compartido con nadie, o ni siquiera saber que las tenías. En una obertura de media página se cuenta la vida entera del protagonista, William Stoner, desde el año de su nacimiento hasta el de su muerte, pasando por las fechas notables de su carrera de profesor poco distinguido en una universidad sin mucho lustre del Medio Oeste de Estados Unidos. El tono y la prosa son como los de una necrológica, la de alguien tan poco importante que ocupa un espacio limitado en el periódico. La sequedad lapidaria del estilo se corresponde con la de la vida de este hombre que nació de padres campesinos, marcados por el trabajo de la tierra y la pobreza. Desde niño ordeñó las vacas, limpió los establos, labró junto a su padre una tierra áspera que exigía un esfuerzo sin descanso y deparaba un fruto inseguro y mezquino. Con la misma abnegación sin queja con que había trabajado en el campo, William Stoner se aplicó a los estudios en la universidad, a la que había ido con el propósito de licenciarse en Agronomía, hasta que descubrió como una revelación el asombro de la literatura, en un aula en la que un profesor explicaba los sonetos de Shakespeare. Hasta entonces la vida de Stoner se había reducido a la obligación y el castigo del trabajo y al cumplimiento del deber: en la clase de literatura se ve trastornado por una iluminación que está hecha de palabras pero que no puede ser explicada cabalmente por ellas, un fervor de estar vivo de verdad y de ver las cosas tal como son, un deseo a la vez intelectual y sensual de aprender, tan inmediato como una sed, una curiosidad que en vez de apaciguarse se estimula más al ser satisfecha.

Exteriormente la biografía de Stoner se resume en una sostenida mediocridad, en una evidencia de fracaso. En 40 años de carrera no pasa de profesor asistente. Su carácter reservado y su rigor exigente no caen bien entre los estudiantes. Le falta astucia para maniobrar en las intrigas académicas y para defenderse de ellas. Su matrimonio con una mujer atractiva y ajena empieza a derivar muy pronto hacia un secreto desastre. La hija única que le alegraba tanto los días y le aliviaba las amargura cuando era niña se aleja de él antes incluso de entrar en la adolescencia. Escribe un libro muy bien pensado y muy erudito sobre la materia de su especialidad, la literatura inglesa medieval, que sin llamar mucho la atención sin embargo no le ahorra alguna crítica condescendiente. John Williams escribe con la concentración disciplinada con que el profesor Stoner prepara sus clases, que se parece mucho a la que pone en cepillar la madera y en armar los anaqueles de una biblioteca que se construye él mismo. Cada frase se sostiene firme y precisa como un objeto material bien trabajado, pulido por las manos, cortado en ángulos exactos. La historia del profesor Stoner sucede en el espacio confinado de una pequeña ciudad universitaria, pero en ella adquieren una presencia ominosa y rotunda los acontecimientos históricos, la I Guerra Mundial, la Prohibición, la Gran Depresión, la guerra de España, la II Guerra Mundial, los tiempos tenebrosos de la caza de brujas. Stoner cuenta cómo las vidas más prometedoras y los proyectos más nobles pueden malograrse, y cómo la bondad y el amor pueden desatar conspiraciones rencorosas para sabotearlos. Hay páginas de una negrura intolerable, de una desolación sin salida ni alivio. En la circunspección del relato lineal está toda la congoja del paso del tiempo, el modo imperceptible en que las personas y las cosas se van alejando para siempre.

Y sin embargo la novela no es una historia de fracaso. John Williams decía que para él Stoner no era un don nadie ni un antihéroe, sino un héroe, porque dedicaba su existencia entera a cumplir con integridad absoluta su trabajo: el estudio exigente y la enseñanza apasionada de la literatura, que para él es una parte de la experiencia terrenal de estar vivo. De joven había creído que los libros y la vida eran cosas separadas, y que el enamoramiento, el deseo, el amor físico no tenían nada que ver con el entusiasmo intelectual. Brevemente, en sus años de madurez y resignación al infortunio, el profesor Stoner encuentra un amor que no sabía que pudiera existir, y descubre que la pasión sexual puede ser todavía más intensa si forma parte de un diálogo de igual a igual con una mujer que comparte su vocación y sus saberes. No puede haber vivido en vano quien conoció ese paraíso.

Stoner. John Williams. Traducción al español de Antonio Diez Fernández. Editorial Baile del Sol, 2018. 280 páginas. 9,95 euros.

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