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Columna
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Del terror

'Castle Rock' nos sumerge de nuevo en el universo de Stephen King, en el que no hay fronteras entre lo normal, lo anormal y lo paranormal

Lizzy Caplan, en la segunda temporada de 'Castle Rock'.
Ángel S. Harguindey
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Mientras se celebraba el Día contra la Violencia de Género, tan demagógicamente boicoteado por Vox, Jaime asesinaba a su pareja, Sara, de 26 años, en Granadilla de Abona (Tenerife), y el alcalde popular de El Espinar (Segovia) se las veía y deseaba para explicar que la moción aprobada por PP, Cs y Vox para pedir la retirada de la ley de violencia de género, una “mera herramienta ideológica con la que confrontar a hombres y mujeres”, se debía a un error. Quizá lo que querían era aprobar una moción a favor del medio ambiente.

En Movistar, por su parte, se exhiben dos series en las que el terror es el dueño de la casa: la segunda temporada de Castle Rock, con Stephen King y J. J. Abrams como sus auténticas estrellas, y The Terror: Infamy, dos formas diferentes pero eficaces de perturbar el ánimo del espectador. En cualquier caso, realidad y ficción coinciden en considerar el horror como una de las inquietudes constantes de la ciudadanía.

La serie de King y Abrams nos sumerge de nuevo en el universo del escritor, ese mundo en el que no hay fronteras entre lo normal, lo anormal y lo paranormal. Una segunda temporada mucho más inquietante que la primera, más compacta y coherente, con unos estupendos Lizzy Caplan y Tim Robbins como protagonistas.

En The Terror: Infamy, con Ridley Scott como productor ejecutivo, el espanto lo produce un espectro que perseguirá cruelmente a la comunidad en EE UU de origen japonés. Es un horror contextualizado: tras el ataque a Pearl Harbor en 1941, 145.000 estadounidenses y canadienses de origen japonés fueron trasladados a campos de internamiento. Dorothea Lange dejó constancia fotográfica del delirio gubernamental.

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