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PURO TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Retorno a ‘Casa de muñecas’

'Casa de nines, 20 anys després', de Lucas Hnath: una función brillante, en versión catalana, con excelentes interpretaciones

Marcos Ordóñez
Escena de 'Casa de nines, 20 anys després'.
Escena de 'Casa de nines, 20 anys després'.DAVID RUANO

A Doll’s House, Part 2, la secuela del clásico de Ibsen, supuso el exitoso debut en Broadway (abril de 2017) de su autor, Lucas Hnath, y el Tony a la mejor actriz para Laurie Metcalf en el rol de Nora. En octubre del año siguiente hizo gira por España (La vuelta de Nora: Casa de muñecas 2) y el pasado abril recaló dos meses en el madrileño Bellas Artes, con Aitana Sánchez-Gijón, Roberto Enríquez, María Isabel Díez-Lago y Elena Rivera, dirigidos por Andrés Lima. El 25 de junio, en el Romea y dentro del Grec, se estrenó la versión catalana (Casa de nines, 20 anys després) a las órdenes de Sílvia Munt, con Emma Vilarasau, Ramon Madaula, Isabel Rocatti y Júlia Truyol, que aplaudí la otra noche: fenomenales puesta e interpretaciones.

Me estaba apeteciendo mucho ver una función como esta, clásica y brillante. Noventa minutos sin pausas ni retórica: los cuatro personajes son inteligentes y necesitan decir lo que dirán. Da gusto escucharlos, porque el término “dialéctica” parece inventado para ellos, un poco a la manera de Bernard Shaw: fluyen el diálogo y las verdades contradictorias, porque todos tienen sus razones. Hay tensión, drama, incluso toques de humor. Buena traducción de Helena Tornero, con lenguaje claramente contemporáneo (el autor lo quiere así, aunque la historia esté ambientada en 1894).

Veinte años después de su marcha, Nora vuelve a su antigua casa familiar convertida en escritora feminista de éxito. Ha ganado dinero narrando su vida, que podía llamarse Memorias de una mujer invisible. Y lo sigue siendo, pues escribió su libro bajo seudónimo, y necesita que Torvald, su marido, le conceda el divorcio que no llegó. Sería largo revelar aquí las causas, y todavía más pormenorizar la historia del juez vengativo que ha descubierto la identidad de la heroína. Es un detonante melodramático, aunque no del todo inverosímil: a veces cuesta recordar que la historia sigue en pleno siglo XIX.

Emma Vilarasau es una Nora segura de sí misma, lúcida y dura, con una gran contención y un gran encanto que a ratos la acerca a la alta comedia. Si ha vuelto a la casa es porque necesita resolver su situación cuanto antes. No busca ver a sus hijos (“Son adultos, viven su vida sin mí”), pero sí va a precisar la ayuda (por este orden) de Anne-Marie, Torvald y Emmy. Anne-Marie (Isabel Rocatti) es el ama que se quedó para cuidar a los niños y apoyar a Torvald. Para Nora fue su confidente, casi una madre secreta. También ha sido una madre para Emmy, de quien luego hablaremos. Y sigue siendo fiel a Torvald. Isabel Rocatti tiene una madurez estupenda, que me recuerda un cruce entre Núria Espert y la lejana Viveca Lind­fors. Un humor seco, pero también un gran corazón. Y una gran inteligencia. Es muy consciente de su clase social: “No tuve las mismas oportunidades que tú”, le dice a Nora. Al ama se le ocurre, por cierto, la “tercera opción” para resolver la situación de su exseñora.

Tras el careo con Anne-Marie, tiene lugar el primer reencuentro con Torvald (Ramon Madaula), durante el cual va brotando lo que no se dijo y sigue latiendo. Entre silencios cargados de tensión, abordan los problemas de entonces, y él la acusa de haber huido en vez de afrontarlos juntos. Exige que sea ella quien pida el divorcio, porque para hacerlo ha de dejarle mal y ver lo que eso supone. Torvald ha cometido muchos errores, pero hasta su egolatría es conmovedora interpretada por Madaula. Hay una idea sugestiva: quiere resarcirse como personaje, aparecer como alguien valiente, que corre un serio riesgo, la próxima vez que Nora le retrate en un libro. Y ese es solo uno de los detalles de construcción del marido.

Otra criatura singular es Emmy, la hija, notable interpretación de Júlia Truyol. Ha crecido sin la ayuda de Nora: “Aprendí muchas cosas gracias a tu ausencia”, le dice a la madre, en un reencuentro lleno de sorpresas. Aunque, en cierto modo, su madre ha sido Anne-Marie, Nora, al irse, convirtió a Emmy en una mujer fuerte, inteligente y sorprendentemente conservadora: “¿Cuántas mujeres habrán abandonado a sus maridos y sus hijos tras haber leído tu libro?”, le dice. El soberbio careo de Nora y Emmy tiene tres momentazos dignos de Aaron Sorkin: una revelación rotunda, una opción inesperada, y la razón que tiene Emmy para proponérsela. En la escena final, Nora y Torvald bordan dos grandes pasajes, y ambos giran en torno a la obtención del divorcio: definitivamente, los personajes se han convertido en cuatro personas, complejas y apasionantes.

Y Sílvia Munt ofrece una dirección admirable de Casa de nines, 20 anys després. A Ingmar Bergman, que nos regaló en el mismo Romea una preciosa Casa de muñecas, posiblemente le hubiera gustado esta inteligente, compleja y humanísima secuela de Lucas Hnath.

Casa de nines, 20 anys després. Texto: Lucas Hnath. Dirección: Sílvia Munt. Teatro Romea Barcelona. Hasta el 4 de agosto.

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