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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Vampiros cutres y absurdos, ¿quién dijo que tienen que ser siempre solemnes?

La inteligente 'Lo que hacemos en las sombras' es una de las mejores comedias de 2019 y no tiene nada que envidiar a la película original

Tráiler de 'Lo que hacemos en las sombras'.
Álvaro P. Ruiz de Elvira

Ni Chernobyl con su aspecto de reportaje ni El pionero con el redescubrimiento de Jesús Gil. El verdadero hallazgo esta temporada en el género documental es una serie de ficción sobre vampiros. Grabada como si fuera un documental, un equipo de cámaras sigue la vida cotidiana de tres vampiros, noche a noche, en una localidad estadounidense sin importancia (aunque ellos piensen que es un imperio). Ese es el punto de partida de Lo que hacemos en las sombras (What we do in the shadows), la excelente adaptación a serie de la genial película de mismo nombre de 2014 (que además antes de nada fue un cortometraje), producida por FX y que en España se ve en HBO.

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Esta inteligente comedia, de las de menos de media hora el capítulo (ya ahí, punto a favor), acabará por méritos propios entre lo mejor del año. Tiene las gotas justas de mala leche y mucha elegancia a la hora de tratar bromas que bien podrían haber sido escabrosas de más o zafias. Y un buen puñado de personajes de los que es imposible no querer saber más. A destacar el trío de vampiros que después de varios siglos se asientan en Staten Island, interpretados por Matt Berry, Natasia Demetriou y Kayvan Novak. Su mal llamado imperio llega hasta donde les llega la vista, son dos calles mal contadas y no han pasado de ahí desde que llegaron para conquistar el Nuevo Mundo. Son cutres y llevan una vida/muerte absurda, pero, ¿quién dijo que los vampiros tenían que ser siempre solemnes?

La serie, creada por Jemaine Clement (la mitad de Flight of the Conchords) y Taika Waititi (director de la película y de Thor Ragnarok), mantiene las reglas del imaginario de los vampiros, como que no pueden entrar en un sitio si antes no han sido invitados, y juega con imágenes clásicas, como la del vampiro que se asoma, levitando, por la ventana de un primer o segundo piso y aterroriza a quien está dentro. No hay terror y la sangre no molesta, pero los convencionalismos del género aparecen bien homenajeados. Y lo hace todo desde el falso documental. Los vampiros y sus ayudantes (fabuloso el personaje del humano Guillermo (Harvey Guillén) y su evolución hasta el capítulo final) hablan a cámara para explicar lo que hacen y por qué lo hacen.

La serie va más allá de la película con nuevas propuestas narrativas y la incorporación de vampiros modernos, como Colin Robinson (Mark Proksch), un humano de esos tan habituales que no paran de hablar de un tema o de contar cien mil datos que poco importan sobre el uso de esto o aquello o que parecen saberlo todo. Lo que viene a ser un verdadero coñazo y que chupa energía de sus víctimas.

Hay un gran capítulo (en verdad casi todos lo son) en el que se homenajea a otros vampiros ficticios del cine y la televisión, con grandes cameos incluidos. Los vampiros de Lo que hacemos en las sombras (tanto los de la serie como los de la película) merecen su propio hueco en el altar de los grandes chupasangres. Y habrá segunda temporada...

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