El año de Mary Halvorson
Junto a la guitarrista estadounidense destaca la publicación de una inédita sesión de estudio de John Coltrane
Se murió Roy Hargrove con 49 años, y pareció que con él se iba también la inocencia de aquella última generación de músicos de jazz jóvenes por los que las grandes discográficas apostaron a primeros de los noventa. Se sintió incluso más que las muertes de Cecil Taylor, Tomasz Stanko, Jerry Gonzalez o Randy Weston, todos ellos gigantes de su tiempo, porque Hargrove era, a su manera, un gigante del nuestro. Y no está el jazz, tal vez, en su mejor momento; pasan cosas, hay mucha actividad y música excelente, pero quizá ha faltado este año un motor que empuje con más fuerza el género, más de lo que lo ha hecho el hito discográfico de 2018: la aparición de una inédita sesión de estudio de John Coltrane.
Por encima de cualquiera, este año ha sido de Mary Halvorson, que ha publicado media docena de álbumes excelentes, mientras que el genial Tyshawn Sorey ha conseguido con su monumental Pillars que ocurra con él como con Anthony Braxton: ya no se le puede valorar bajo el mismo prisma que a otros jazzistas, porque es casi un género aparte. Braxton, por cierto, ha protagonizado algunas de las reediciones más importantes del año, con la versión expandida de su sexteto de 1993 tocando a Charlie Parker o su apabullante Quartet (Willisau) 1991.
Y hay más, siempre lo hay en jazz: nombres como Kaja Draksler, Julian Lage, Alexander Hawkins, Sylvie Courvoisier, Albert Cirera, Peter Evans, Rodrigo Amado o Makaya McCraven, por ejemplo, todos ellos de diversa procedencia, han hecho que la música improvisada brille en 2018 como en años menos anémicos.
1.- Henry Threadgill. 'Dirt… And More Dirt' / 'Double Up, Plays Double Up Plus' (Pi Recordings)
Dos álbumes independientes, aunque complementarios, que ahondan en algunas constantes de la obra de Threadgill, llevándola más allá. El compositor lleva tiempo ganando terreno al instrumentista, pero es Threadgill como creador global quien se revela, inagotable, en esta obra maestra bicéfala que se apoya en un plantel de músicos extraordinarios.
2.- Mary Halvorson. 'Code Girl' (Firehouse 12)
Halvorson es uno de los nombres que con más consistencia y dirección empujan al jazz hacia lo que quiera que sea el futuro. Code Girl ayuda, como pocos discos recientes, a escribir ese futuro, mediante un quinteto junto a Ambrose Akinmusire y Amirtha Kidambi que crea una música que se sale de las fronteras del jazz del siglo XXI. Del jazz, y de muchas otras cosas.
3.- Benoit Delbecq 4. 'Spots On Stripes' (Clean Feed)
Si Benoit Delbecq hubiese nacido en alguna capital norteamericana, tal vez estaría considerado como lo que es: uno de los grandes pianistas de nuestro tiempo. Ampliando su trío junto a John Hébert y Gerald Cleaver a cuarteto con Mark Turner, el francés muestra aquí un universo personal, rico y sugerente. No es solo lo que toca, es cómo construye la música el grupo.
4.- Brad Mehldau Trio. 'Seymour Reads The Constitution' (Nonesuch)
Brad Mehldau sigue siendo el mejor en lo suyo, que es ser Brad Mehldau. En general, el jazz deja de tener gracia cuando uno hace lo de siempre, pero el pianista tiene una voz tan personal y elocuente que siempre deslumbra. Este año ha publicado dos álbumes (este y otro en el que toca por y para Bach), y curiosamente es el menos arriesgado de ellos el más redondo de los dos.
5.- Buster Williams: Audacity (Smoke Sessions)
Con su primer disco como líder en 10 años, Buster Williams regresa con un álbum memorable que nos recuerda que algunas de las mejores páginas del jazz estás escritas por second-liners como Steve Wilson o George Colligan, que en Audacity tocan a un nivel que ya querrían para sí muchos músicos de más renombre. Prueba de que el jazz ortodoxo tiene aún mucho que ofrecer.
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