Los Cody
'Animal Kingdom' es la demostración de la importancia de los guiones en la cultura audiovisual
Digamos antes de nada que la tercera temporada de Animal Kingdom (Movistar Series) es tan buena como las dos precedentes y que ya está anunciado el rodaje de una cuarta. Los Cody, esa familia de delincuentes -y, por favor, que nadie de la política, la banca o la gran empresa autóctonas se den por aludidos- se están convirtiendo en una familia de culto, como los Gallagher de Shameless: tú a Chicago y yo a California.
Animal Kingdom es la demostración de la importancia de los guiones en la cultura audiovisual. Basada originalmente en la película australiana homónima dirigida por David Michöd, los más de 30 capítulos de la serie realizados hasta ahora evidencian un inteligente desarrollo de una trama que necesita personajes y situaciones imprevistas en el original y que sin embargo encajan perfectamente en el espíritu del largometraje. Y si en un principio el cine y la televisión decidieron adaptar obras literarias, ahora es relativamente frecuente transformar películas en series: ahí está, por ejemplo, la también espléndida Fargo. La cinematografía ya acumula un acervo cultural suficiente para inspirar sucedáneos de calidad.
El sexo, las drogas, el rock and roll y el surf conforman un todo desde "las doradas arenas de Malibú" como gustaba de presentar a los Beach Boys el añorado Ángel Álvarez en su Vuelo 605. Y es en esas arenas californianas donde los Cody, con la implacable matriarca Ellen Barkin a la cabeza, cometen todo tipo de tropelías al mismo tiempo que dejan rienda suelta a sus sentimientos aunque siempre, eso sí, sin demasiadas complicaciones. Viven deprisa pero de momento no mueren jóvenes ni dejan un bonito cadáver y en eso se asemejan a otro gran divulgador de las ventajas de vivir en California, el Hank Moody (David Duchovny) de la muy atractiva Californication.
Tenían razon los pioneros del cinematógrao cuando decidieron en los primeros años del siglo XX trasladar a Hollywood sus estudios. El clima y la distancia con el prepotente Edison justificaban su decisión. Un siglo después siguen siendo "los amos del prado".
