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Blogs / Cultura
La Ruta Norteamericana
Por Fernando Navarro
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Columna
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La filosofía del sándwich

Después de que a Warren Zevon le dijesen que se iba a morir, se puso a grabar el disco de su vida

Dibujo de Bansky.
Dibujo de Bansky.
Fernando Navarro

Después de que a Warren Zevon le dijesen que se iba a morir, se puso a grabar un disco. Los médicos le dijeron que se tomase con calma los últimos pocos meses de su vida, pero a él le entró la prisa por meterse en el estudio de grabación. A fin de cuentas: dejar un disco a medias por morirse debe ser un fastidio. Algo así como lo que decía Woody Allen: “No es que tenga miedo a morir. Es que no quiero estar ahí cuando ocurra”. Pero Zevon, que empezó a vivir con un reloj de arena sobre la cabeza, sabía que iba a estar ahí mucho antes de lo que deseaba. Sabía que iba a ocurrir y quería grabar su último álbum.

Aquel disco se llamó The Wind y se consiguió publicar apenas un mes antes de que Zevon falleciese a causa de su imparable cáncer de pulmón. En el fondo, tenía razón cuando les decía a todos en las sesiones de grabación: “Chicos, vamos muy lentos, así no acabaremos a tiempo. Por si acaso, ¿sabéis si todavía se publican EPs?”. Pero llegaron a tiempo, justos para grabar un disco de larga duración –LP-, formado por 11 composiciones de emoción desbordante. Porque The Wind es una obra dulcemente demoledora. Y algo más importante: no es un disco cualquiera. Es una invitación a la vida. Tal vez, por eso, como deseaba su autor, The Wind nunca podía haberse quedado a medias. Era una causa por encima de las circunstancias, entre ellas un cáncer fatal.

A veces, parece que tienen que decirnos que nos morimos para prestar atención a lo verdaderamente importante. Vamos como zombies por la vida. Nos montamos en el metro o caminamos por la calle con nuestros móviles, hiper estimulados entre tantas redes sociales, vídeos y grupos de WhatsApp, como si fueran nuestra conexión más importante con el mundo, y con nosotros mismos. No cuesta imaginar que, algún día, podamos acabar como ese dibujo de Bansky en el que un chico y una chica se besan al tiempo que miran sus móviles. Alumbrados ambos por la luz de las pantallas, son como dos muñecos en un depósito de cadáveres. La realidad de esas pantallas, como la de las malas películas, puede que contribuya más a la frustración que la propia vida. En nuestro mundo digital, no tan alejado a un capítulo distópico de Black Mirror, se necesita a todas horas demostrar felicidad, estados de ánimo positivos y fabulosas experiencias vitales, generando más estrés emocional a todos aquellos que sienten que no forman parte de ello, que están lejos de la supuesta catarsis exhibida por otros. Y, entretanto, las calles están llenas de personas más preocupadas por todo lo que no pudieron vivir que por disfrutar lo que viven.

La causa de The Wind es toda esa vida que se vive. Toda esa vida que no se aprecia por ninguna pantalla. Lo es para alguien que entonces estaba a punto de morirse de cáncer, pero que también tuvo una existencia errática, llena de adicciones a las drogas y el alcohol, bajando a los infiernos de forma regular. El disco, que cuenta con la participación de amigos que le admiraban como Bruce Springsteen, Ry Cooder, Tom Petty, Mike Campbell, Jackson Browne, Billy Bob Thornton, Dwight Yoakam, T Bone Burnett o Don Henley de los Eagles, es un canto a las pequeñas grandes cosas que nos rodean, a ese rosario de detalles que hacen nuestras vidas más ricas. Con ternura y determinación, Zevon canta a la alegría de saberse libre en un mundo lleno de peajes, a la risa compartida con amigos, a las bondades de un hogar acogedor o a los mimos de la persona amada –maravillosos esos versos en español en El amor de mi vida, una canción transformada en una carta de amor hacia su pareja de origen latino-. Incluso versionó de forma sobrecogedora Knockin’ On Heaven’s Door de Bob Dylan, añadiendo unos versos de cosecha personal que decían que las puertas del cielo se abrían para él, y compuso como cierre final Keep Me in Your Heart, tal vez la más bella despedida jamás escrita para cerrar un disco. Para cerrar una vida.

Decía Mario Benedetti que, después de todo, la muerte es un síntoma de que antes hubo vida. Zevon hace tiempo, tal vez demasiado, que está muerto, pero su muerte es un síntoma de que hubo vida. Más allá de los círculos melómanos, poca gente le conoce y no muchos saben que fue el único invitado en toda la historia del David Letterman Show al que se le dedicó todo un programa. Entonces, ya había anunciado que se moría y David Letterman, gran admirador, le preguntó: “¿Qué vas a hacer ahora que sabes que tienes cáncer?”. A lo que Zevon, ataviado con sus enormes y características gafas, respondió sin perder la sonrisa: “Supongo que ahora voy a disfrutar de cada sándwich que me tome”. También grabó con sus amigos y para los suyos The Wind. Pura filosofía.

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Sobre la firma

Fernando Navarro
Redactor cultural, especializado en música. Pertenece a El País Semanal y es autor de La Ruta Norteamericana. Ejerce de crítico musical en Cadena Ser. Pasó por Efe, Abc, Ruta 66, Efe Eme y Rolling Stone. Ha escrito los libros Acordes Rotos, Martha, Maneras de vivir y Todo lo que importa sucede en las canciones. Es de Madrid.

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