Desapariciones
¿Quién no se solidariza con la angustia de unos padres que buscan desesperadamente a su hijo?
Que la literatura influye en el cine y viceversa ya lo discute poca gente. Dos lenguajes que se interrelacionan en busca de un patio de butacas que hay que llenar o de una fidelidad a la novela por entregas que son las series. Naturalmente hay géneros y subgéneros en las dos modalidades y uno de ellos es el de las desapariciones.
Es el caso, por ejemplo, de The Disappearance, una miniserie canadiense de seis capítulos que emitió hace meses Calle 13 y que aún se puede ver en Movistar +. Un niño de 10 años desaparece en un bosque cercano a su casa el día de su cumpleaños. Abuelo autoritario, padres en trámites de divorcio, alguna violación, un hijo natural, conato de incesto... la trama incorpora ingredientes de los folletines, es decir, los personajes muestran una cierta simplicidad psicológica: interesan más las turbulencias sentimentales que los comportamientos racionales.
Es un subgénero de notable éxito popular porque estimula la empatía con el sufrimiento ajeno. ¿Quién no se solidariza con la angustia de unos padres que buscan desesperadamente a su hijo? Y si se habla de éxito de audiencia se comprende la proliferación de series en una industria que anhela la fidelidad de los espectadores. The Missing, Dark, The Five, Bajo sospecha... son algunos ejemplos de una lista interminable. Cuestión distinta es el talento de sus autores y en The Disappearance, si no talento, hay, sin duda, oficio en sus guionistas que consiguen un in crescendo dramático, el suficiente para no desengancharse de la serie.
Claro que los folletines no pertenecen solo al ámbito de la ficción. Ahí tenemos las novelas por entregas del procés o del caso Cifuentes. Ni tampoco influye sólo en el cine o la televisión. ¿Hay un ejemplo mejor de la literaria generación de la berza que esa frase de "dan ganas de hacer un corte de mangas y decir: os jodéis" que espetó la Secretaria de Estado de Comunicación a los pensionistas?
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