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Columna
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Repulsión

La forma en que 'El programa de Ana Rosa' manejó una carta de la asesina confesa del niño Gabriel Cruz dio asco

Juan Jesús Aznárez
Ana Julia Quezada.
Ana Julia Quezada.

La gran exclusiva de El programa de Ana Rosa, una carta de la asesina confesa del niño Gabriel Cruz, me dio un poco de asco. Los dos folios del manuscrito de Ana Julia Quezada fueron difundidos este jueves por Telecinco, después de haber sido enviados a la cadena desde la cárcel de El Acebuche, en Almería, como respuesta a un cuestionario del programa.

La premiosidad en la disección del texto resultó espantosa. No acababa nunca. Personalizo mi repulsión porque, probablemente, a parte de la audiencia le interesó escuchar las exculpaciones de la dominicana, de la misma manera que a millones les encandilaría chapotear en las justificaciones de El Carnicero de Milwaukee y Jack el Destripador.

“Queríamos saber por qué mató a Gabriel, si estaba arrepentida y, sobre todo, por qué interpretó semejante farsa durante doce días delante de la familia y también de toda España”. Durante media hora, el equipo de Ana Rosa magreó la carta de la homicida hasta el enviciamiento: anunció su emisión, leyó un párrafo, lo subrayó en negro y continuó el despiece con una batería de comentarios condenatorios de cajón, puro atrezo. Volvemos después de la publicidad.

Bien administrados, dos folios de estrategia judicial y mentiras pueden durar horas. Nueva lectura de párrafo, pantallazo del manuscrito, vuelta a los contertulios, y ninguna humanidad con la familia del niño, ni consideración con la audiencia todavía conmovida por la barbaridad del 27 de febrero.

La reiteración delictiva fue palmaria cuando se le preguntó a la madre por la carta. Rechazó conocer su contenido; el padre se mostró sorprendido. De haber reaccionado con más expresividad, bingo.

El ensañamiento con el telespectador durante el repaso epistolar se acompañó de un purgante: la reiteración ad nauseam de las imágenes de Ana Julia durante la búsqueda del niño desaparecido: simulando dolor, abrazando y besando mil veces al padre. Me pongo el jueves en el lugar de éste, y probablemente hubiera vomitado.

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